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Viendo entradas en la categoría: Poemas y poetas favoritos
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En la poesía no hay final feliz.
Los poetas acaban
viviendo su locura.
Y son descuartizados como reses
(sucedió con Darío).
O bien los apedrean y terminan
arrojándose al mar o con cristales
de cianuro en la boca.
O muertos de alcoholismo, drogadicción, miseria.
O lo que es peor: poetas oficiales,
amargos pobladores de un sarcófago
llamado Obras completas.
#DíaMundialDeLaPoesíaA ti, a Anamer, a José Valverde Yuste y a 3 otros les gusta esto. -
Hace muchos, muchos años,
en un reino junto al mar,
conocí a una muchacha
a quien llamaban Annabel Lee;
ella existía solo para amarme
y para ser amada
tan solo por mí.
Era una niña y yo apenas un niño
en un reino junto al mar,
pero Annabel Lee y yo
ya nos amábamos
con un amor más allá del amor
que hasta los ángeles alados
anhelaban para sí.
Por eso fue que, hace tiempo,
el viento helado de una nube
enfrió a mi amada Annabel Lee.
Sus parientes de alta estirpe
la arrancaron de mis brazos
para encerrarla en una tumba
de ese reino junto al mar.
¡Sí! Los ángeles envidiosos
no eran tan felices en el cielo
y (como todos lo saben,
en ese reino junto al mar)
una noche nos enviaron
el viento helado de una nube
que mató a mi Annabel Lee.
Pero nuestro amor era más fuerte
que el amor de los viejos
y más sabios que nosotros,
porque ni los ángeles del alto cielo
ni los demonios del fondo del mar
pudieron separar mi alma
del alma de mi bella Annabel Lee.
No asciende la luna sin iluminar en mis sueños
a mi hermosa Annabel Lee,
ni rutilan las estrellas sin encender los ojos
de mi hermosa Annabel Lee.
Y cada noche, en la marea,
duermo junto a mi amada, mi novia, mi vida,
en su sepulcro junto al mar,
sobre su tumba a orillas del estruendoso mar.
Texto:
Allan Poe, E. (1849) Annabel Lee. Versión original recuperada el 07 de octubre de 2009, en: https://en.wikisource.org/wiki/The_Works_of_the_Late_Edgar_Allan_Poe/Volume_2/Annabel_Lee
Versión libre: Olvera, P. México, 2009.
Imagen:
Internet. -
Dicotomía incruenta
Siempre llega mi mano
más tarde que otra mano que se mezcla a la mía
y forman una mano.
Cuando voy a sentarme
advierto que mi cuerpo
se sienta en otro cuerpo que acaba de sentarse
adonde yo me siento.
Y en el preciso instante
de entrar en una casa,
descubro que ya estaba
antes de haber llegado.
Por eso es muy posible que no asista a mi entierro,
y que mientras me rieguen de lugares comunes,
ya me encuentre en la tumba,
vestido de esqueleto,
bostezando los tópicos y los llantos fingidos.
Texto:
Girondo, O. (1996) "Dicotomía incruenta", en Obras. Buenos Aires: Losada, 7ª edición, p. 252.
Imagen: Dominio público, Wikipedia.
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Uno es el hombre.
Uno no sabe nada de esas cosas
que los poetas, los ciegos, las rameras,
llaman "misterio", temen y lamentan.
Uno nació desnudo, sucio,
en la humedad directa,
y no bebió metáforas de leche,
y no vivió sino en la tierra
(la tierra que es la tierra y es el cielo
como la rosa, rosa pero piedra).
Uno apenas es una cosa cierta
que se deja vivir, morir apenas,
y olvida cada instante, de tal modo
que cada instante nuevo, lo sorprenda.
Uno es algo que vive
algo que busca pero encuentra,
algo como hombre o como Dios o yerba
que en el duro saber lo de este mundo
halla el milagro en actitud primera.
Fácil el tiempo ya, fácil la muerte,
fácil y rigurosa y verdadera
toda intención de amor que nos habita
y toda soledad que nos perpetra.
Aquí está todo, aquí. Y el corazón aprende
—alegría y dolor— toda presencia;
el corazón constante, equilibrado y bueno,
se vacía y se llena.
Uno es el hombre que anda por la tierra
y descubre la luz y dice: es buena,
la realiza en los ojos y la entrega
a la rama del árbol, al río, a la ciudad
al sueño, a la esperanza y a la espera.
Uno es ese destino que penetra
la piel de Dios a veces,
y se confunde en todo y se dispersa.
Uno es el agua de la sed que tiene,
el silencio que calla nuestra lengua,
el pan, la sal, y la amorosa urgencia
de aire movido en cada célula.
Uno es el hombre —lo han llamado hombre—
que lo ve todo abierto, y calla, y entra.
Texto:
Sabines, J. (2003) "Uno es el hombre", en Recuento de poemas, 1950/1993. México: Booket, pp. 17-18.
Imagen:
Moreno, L. México, 2018.