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Viendo entradas en la categoría: Poesía amorosa-.

  • BEN.
    Cerrado a perpetuidad

    el corazón dañado, luz

    solar, inunda su vegetación,

    antaño florida, hoy seca.

    Y cada puerta, es una ventana,

    que sangra al porvenir.

    Y cada sombra, se alarga

    como un espectro sin fin.

    ©
  • BEN.
    Anterior a las estrellas,

    estabas, tú, interior desfondado,

    minúscula admonición, compacta

    insinuación, tú. Oboe universo,

    negación o clima adverso, tú.

    Esófago de efigie dorada, víscera

    de corpulencia inaudita, en ti,

    pluralidades de bacterias, concluían

    su consumación sin horizonte.

    Tú, esbelta entre jardines y columnas,

    de anaranjado color, difuso.

    Jardines, vergeles de luz compasiva,

    entre espigas calcinadas, la corrosiva

    imposición de signos.

    Veías el porvenir con tu conjuración

    de obsesiones y círculos, oh, en latitud

    de enardecida ceniza convocada por el

    cenit.

    Vencías a la carne, tú, espíritu sometido

    al imperio de lo visible por instantes-.



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    A ti y a Guadalupe Cisneros-Villa les gusta esto.
  • BEN.
    Me dejo la piel y la sangre

    en el papel, por el terciopelo

    negro de tus ojos. ©
  • BEN.
    Amo tus besos, pequeña difunta entre ramajes inciertos.

    Sombra aniquilada por la mano colapsada.

    Rosa sutil de enjambres lechosos. Huerto claudicado

    de troncos frutales irascibles. Me gusta la calma

    demostrada entre tus muslos, la parte que igualas

    con tu nombre desacertado, la equidad que muestran

    tus labios ruidosos e invisibles, la caridad impetuosa

    que transigen tus formas opulentas, y el beso

    de tus últimas noches a mi lado, y ese lento declive

    de los aleros oscuros, transitorios. Amo el circular

    de tu sangre en mis informes labios, cuando mezclas

    el aliento de tus dientes, bañados de espuma.

    Y el mundo que converge en mí, y traigo los cenit

    y acabo con las partes, y hundo mi cuello en los maizales

    sin retorno. Me gusta todo aquello que me recuerda a ti.

    Esos labios, esa sangre emanada, esa disposición última,

    la postura resolutiva con que adormeces entre libros bíblicos.

    Amo el montón de sorpresas que traías con tus finas hebras

    dentales, con tus tacones de zuecos californianos, sepultados

    entre losas de pie marrón, y arrastrados por la cintura, como

    un leve diapasón mojado.



    ©
  • BEN.
    Tengo la noche

    que es toda mía.

    Es una raja de sandía

    que se abre cual navaja,

    sobre la mesa de la cocina.

    Depende, depende mucho

    de la luz del día, que la noche

    sea morada o rubia.

    Depende de la luz

    de la luna, que mi niña

    tenga los ojos azules o verdes,

    llenos de amor, llenos de ira.

    Se le ciegan los ojos de envidia,

    cuando miro pasar a otras chicas.

    Se le abren con dulzura, si ve

    los molinillos de viento y los algodones

    de azúcar.

    En las mejillas se le acumula el aire,

    que sube del mar, con aroma a salitre

    y a paseo nocturno.

    ¡Cómo me gustaría ser un muro

    para, así, preservarla siempre entre mis costillas!



    ©
  • BEN.
    Letra minúscula

    para este amor de diseño.

    Enfrentados en el acorde

    siniestro de una noche avanzada.

    Madrugada suave como el terciopelo.

    Naturaleza desbordada que incita

    al extravío.

    Fijémonos en lo estricto de lo escrito:

    figuras remotas, andan calibrando

    su procedencia o improcedencia.

    Las lagunas que me habitan, y los solsticios

    que vendrán, frecuentan las tabernas

    del mal agüero, oráculos desfasados

    por la impertinencia de la indigestión.

    Cobardías, secuaces arrogantes,

    el millar de 'tierra trágame', del día.



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  • BEN.
    Sabrán los pájaros

    su desubicación actual.

    Serán los pájaros

    ídolos del aire, sarmientos

    erguidos de frente al viento.

    Salitres olvidados,

    perfumes de mar o caracola,

    rubias terquedades de estrellas

    no turbias, pacíficas, serenas.

    Sabrán los pájaros su zona

    resuelta, las venturosas anarquías

    que jalean sus alas en volante.

    Seremos ídolos serenos, austeros

    vestigios, de cavidades marítimas,

    cavernas sentimentales de nuestras vidas.

    Seremos palabras, símbolos, signos aéreos

    de melancólicas alianzas.

    Y seremos, sobre todo,

    cenizas perdidas, remotamente

    caídas, de hojarascas unidas.





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    A bristy le gusta esto.
  • BEN.
    Alzo la mano y dónde estás

    miro detrás, dónde dónde estás,

    miro encima, frente a frente,

    lugares comunes, sangre de mi sangre,

    vacío intersticial, dónde, dónde estas,

    miles de preguntas, escasas respuestas,

    miles de mariposas que en amapolas terrestres

    se quedan, dónde, dónde estás, miro

    mas nada encuentro ya, sólo franca oscuridad,

    mis labios gotean sangre, y tumefacto estoy.

    Quise ser sincero, de verdad, lo intento a diario.

    Quise ser mejor, y no obtuve más que algún silencio.

    De mano en mano voy, tirando de mi voz algún eco

    solitario y vacío, arrojando de mis manos

    el amor que nadie quiere ya-.



    ©
    A bristy le gusta esto.
  • BEN.
    Entre fantasmas y temblores,

    se ha diluido tu recuerdo.

    Soporto el día con sus humillaciones,

    como buenamente pudo y al desgaire.

    No me desanimo, influyen el viento

    y el aire de este pueblo.

    De la estancia que compartimos,

    en aquellos mejores tiempos, queda

    un ramo de agresivas violetas, y un bote

    con números y pinturas garabateadas.

    No me desaliento ni convalezco, ya te lo dije.

    Queda el viento de este pueblo y la persiana

    cerrada.



    ©
  • BEN.
    Lágrimas, porque ya no tengo

    qué darte. Lágrimas, porque

    no me quedan lágrimas con que

    llorarte. Lágrimas, pues mis ojos

    se secaron cuando estaba a punto

    de adorarte. Lágrimas, sí, de amor

    sin futuro. ©
  • BEN.
    Han vivido en mí

    mil recuerdos desde entonces.

    Sombríos gestos, orillas

    llenas de nieve, barcos frontales

    destinados al magma primoroso.

    Tu cintura salvaje bordeando

    la periferia de un río siempre inestable.

    El aire remoto de tu indiferencia

    dejó estalactitas de desprecio.

    Mi memoria bota la arboladura

    de un velero minúsculo y franqueable.

    Desde entonces, mil recuerdos

    e imágenes prevalecen en mí,

    como sombra tuya-.



    ©
    A Karli20 le gusta esto.
  • BEN.
    Trocadas ya las risas

    en contagiosas lágrimas,

    permaneces quizás y tristemente,

    anclado sin osadía a aquel

    recuerdo y aquella maravillosa

    memoria, como en un inmóvil presente.

    Instalado en un remoto pretérito,

    viertes tu veneno habitual en el cual

    sepultas tus áridos comentarios.

    No, acaso

    no sea éste, para ambos,

    el final merecido, mas,

    y lo piensas a solas, como siempre,

    desde el principio así lo entendiste.



    ©
  • BEN.
    Hay allí un orificio

    la luna entromete sus largos perfiles

    como en avanzada simultánea

    los cabellos tejen su hilo delgado

    a la luz de la luna.

    Hay perfiles de hojas quietas

    como en un bálsamo las horas insisten

    instantes exactos que pasaron, como

    suele hacerlo una voz o un eco.

    Allí miro y existe poco

    poco de todo aquello que dibujé

    en un completo abordaje

    de tentativas hiladas o hilarantes.

    Las tejedoras del martirio

    las acémilas blancas como muros enyesados

    rinden su cuello oscuro

    en estas noches de terraplenes de arena, altos.

    (En los labios llevo siempre

    tu hoja altiva de yerbabuena.)

    ©
  • BEN.
    Tarde, muy tarde se me está haciendo

    para

    esperar algo de mí. Algo que no esté

    suciamente contaminado, o dormido, o

    avasallado. Tarde, muy tarde para todo eso.

    Como tarde se me hizo para escapar de la escuela

    que odiaba

    y darte un beso.

    Tarde, definitivamente tarde, respiro y humillo

    pidiendo

    certeza tras certeza, aire ardiente, colmena a colmena,

    el paso triste y ciego de lo indubitable.

    Pues se hizo tarde para enumerar las capacidades,

    para albergar esperanzas o renovar enseres, facultarse

    de propiedades, y dormir junto al cuerpo amado.

    Ahora queda el escorpión de las tardes,

    el incalculable deseo de los días, pasando tarde

    por las calles, por los coches, por las radios.

    Tarde, tarde, se me hizo para esperar

    algo de mí.

    ©
  • BEN.
    Rey de la angustia,

    tu infierno no será en balde,

    crepitarán junto a tus alas muertas,

    derribadas ansías invencibles,

    crepúsculos vívidos de razones desprestigiadas,

    operaciones silenciosas de múltiples atuendos:

    visitarán tus panteones, las luciérnagas invisibles

    y los espacios entre dientes de los anacrónicos moribundos.

    Vendrán tras días de lucha,

    las serpientes del alba, los combativos músculos

    de un depósito incendiado, la fiereza indómita

    de un cuerpo doblegado por el cansancio.

    Rey de la angustia, tu infierno no será baldío:

    vendré con la cara redonda a pacificar tus territorios.

    Será tu carne como breve piel exigua,

    un tormento de catedrales y una nación dormitorio,

    asolarán los contingentes de un millón de supervivientes.

    No importa que nadie entienda, tú te comprendes

    y te estimas; la sola fuerza de tu brazo irradia aprecio

    hacia la vida, aunque, y tal vez por eso, todo sea derrota.

    Rey de la angustia, curioso nativo de las horas lascivas,

    tu infierno no será en balde!



    ©
    A Francisca Avaria Muñoz le gusta esto.