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Viendo entradas en la categoría: Poesía existencialista-.

  • BEN.
    Me quedé, hecho un hueco,

    Inmóvil, quieto, esparcido

    Como una arena sonriente

    Sobre dagas o puñales invidentes.

    Quedé quieto, petrificado,

    En un naufragio de ondas

    Ridículas que fustigaron

    Mi alma y mi carne macilenta.

    ''¡Quieto!'' Me dijeron, y así

    Permanecí: ''¡sueña!'' Y eso hice.

    Las flores de antaño, con

    Sus tribulaciones de espigas

    Y pétalos, resurgieron invadiendo

    Las nieblas de los lagos tan blancos.

    Sangre y vida, y cúspide y alma.

    Todas, se desangraron, como ejecutores

    De una mística parcial.

    Inmóvil, estático, reticente

    A labios o sombras o helechos.

    Mi alma era una prostituta

    Que vendía su alma llena de bohemias

    Y rencores.

    Mi vida era una sombra de aquellos

    Helechos enigmáticos. Rosas

    Que empujaron deslavazadamente,

    Silencios tras silencios-.



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    A Lorelizh Beye y angelcesar les gusta esto.
  • BEN.
    En el último instante-

    quizás en el primero-,

    justo la vida, justo la muerte.

    Pecho a pecho, calcinado,

    ruina durmiente que fabrica

    un colegial ensangrentado.

    Fibras de apósito en el corazón.

    Y el sol que cae de frente, sin soslayo

    posible, elevando la cantidad

    de sangre esparcida sobre la tierra.

    Era el último instante, quizás

    el primero. Arroyo venerable

    de vida y de muerte, ambos ahora,

    pútridos.



    ©
  • BEN.
    Ya olvidas aquí

    semillas y semilleros,

    regocijos anteriores

    y vestigios de sobremesa.

    Anulas los ínclitos paisajes,

    la maravilla de algunos parajes,

    las bendiciones prometedoras,

    y te dejas resbalar hacia el cielo.

    Paras en mitad de la nada,

    con ecos más que voces,

    y distingues entre todas,

    el susurro lejano y monocorde,

    de tus ídolos de infancia.

    Maltrechos, tus padres,

    vienen a recogerte.

    Son hojas tiradas a los basureros,

    son profetas de una tierra

    que hiede a cadáver.

    Ya dejaste aquí

    cánticos y loas, alabanzas,

    en suma, desmedidas todas.

    Y frecuentas el cielo azul

    nostálgico de tu infancia

    acometida-.



    ©
  • BEN.
    Hay excrementos de palomas

    y alfeizares llenos de desidia,

    ventanas inacabables donde se ejercitan

    moluscos del tamaño de una uña sin pigmento,

    y luces procedentes de un invierno mortecino y neutro.

    Quiero ir viviendo lentamente entre esas entrañas

    persistir en el error y vomitar a disgusto mis redes

    de captura, olvidar los daños emergidos y perseguir

    con ahínco los dinteles rotos de mi casa.

    Quiero ir vivo hasta la muerte, con agua esponjosa

    y llena de trigo, con elementales fuerzas de oposición,

    sin fisuras en las puertas de la entrada.

    Hay un ser que medita y una criatura dispuesta al

    sueño, y una novia que salta y se abalanza, y predice

    el tiempo de la derrota.

    Quiero robar al tiempo su álbum de desgracias,

    guardar silencio ante el vómito de los días, conservar

    la paz de las noches y triturar el mosto recién recibido.

    Quiero la red más neutra, el opaco testigo, la centinela

    muerta, llena de estrellas en el pelo.

    Hay sombras en las puertas tejados desprovistos

    árboles incendiados y persianas enrolladas.



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  • BEN.
    Ando vagabundo por las cuatro

    paredes de mi cuerpo. Ando por

    decir algo, pues siento que estoy

    perdido y nuevamente tropiezo

    y me confundo. Camino por un

    eterno espejismo, mirando los

    charcos que me guían en mitad

    del desierto. Me paro y observo:

    aves carroñeras me cortan ávidas

    el paso. Un amor como de cárcel,

    me dejó en este estado. Por las paredes

    de mi cuerpo, me deslizo hasta el abismo.

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  • BEN.
    Dejé de ser un alma

    traspasada por dudas,

    remotas ambiciones

    u oscuros deseos.

    Dejé de serlo. ¿Qué vivo?

    No lo sé, ni me importa.

    Redes sin nada vienen

    a fructificar en mi frente.

    El líquido sudor, dejaba ambiente

    de juventud, en mi cuerpo erosionado.

    No es la juventud lo que me representa.

    No es, tampoco, la plegaria. Un payaso

    por los contornos del mundo se pasea.

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  • BEN.
    Sometiendo imperios diversos

    en la luz establecida por desacato

    testimonio el enardecimiento exiguo

    la materia viril de mi propio nombre

    indigente y esquelético. Soy un hombre

    entre más. Procedo a desmantelar

    mi ira versátil y expresarme en signos

    herméticos. La lluvia de estos días,

    precede al instinto, y dulcifica mi existencia,

    cuya esencia no deja de ser la del castigo.

    La gente bromea, escupe al abismo de los ceniceros, o rompe su mamotreto ridículo

    por las alcantarillas sombrías llenas de agua.

    Yo dudo, y falsifico mi vida en remotas

    frases inasibles, descalifico a los dioses

    y me liberto de las trenzas que recubren

    mis tobillos, entrelazándolos.

    A qué puedo llegar, Dios mío, si estoy

    tan triste que apenas saco tiempo

    para acordarme de quien fui?



    ©
  • BEN.
    Hay gente que palpa mis pies

    su sombra se extiende de pared en pared

    rumia su soledad en la tristeza o en el desvarío

    donde asumen por completo su culpa

    la necedad y el delirio, esas copas vacías

    de ajenjo o absenta.

    Hay gente merodeando mis pies

    como duendes o elfos que rozaran mi cuello

    en bucle, cuando el mediodía

    renueva su participante alegría en mi jovialidad

    externa.

    Se retuerce como un muelle mi numen

    de osadía y vitalidad, remordimientos, eternidades

    vacías, donde pintan sus amuletos,

    largos ángeles de muérdago y nieve.

    Duermo en una ribera desconocida;

    duermo con la colcha separada de mí,

    mientras una multitud de sombras

    renacen para mi cuerpo tumefacto y herido.

    Hay gente que palpa mis pies

    son redes de oxígeno por instantes

    en su malla de pequeños huesos

    duermen junto a astros venerables.

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  • BEN.
    Esto es lo que soy:

    un trozo de vida permanente y protegida,

    una garra, hercúlea y carcomida, penetrando

    las sombras del mediodía,

    un rectángulo fosforescente que invade

    islotes e islas, un glacial navegando

    inmóvil en un mar vegetativo,

    las sobras de un banquete desesperado,

    el pescuezo iracundo de las olas,

    los fósiles encontrados por una mano amiga.

    Desinventariado, mi consulado de nieblas

    yo practico. Esto es lo que soy:

    carne en apariencia, luz de taberna,

    ciudad desvanecida, fundada en la penumbra,

    centinela en la noche siempre vigilante,

    rocío que quiebra las pestañas, escarcha

    que promete cóleras de amanecida.

    Rectángulo ofensivo que acucia

    llamas encendidas, transcurso, sí,

    con una importancia. ©
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