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Invitado, ven y descarga gratuitamente el cuarto número de nuestra revista literaria digital "Eco y Latido"Cerrar notificación
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Viendo entradas en la categoría: poesía melancólica-.
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Mientras los viejos aman
su enésima copa de cristal
y los labios se sumergen en
lagos empapados de asfalto,
y las credenciales del ciego
presentan su número de paloma extraviada,
y la piel depauperada exige tributos
sin afecto, con rencor, y se besan
con rozaduras las encías incisivas;
es allí donde mi cuerpo busca
la razón de un sufrimiento que evoca
bebidas artificiales y espumas agotadoras.
Es quizás el álamo calcinado que resiste
o el clamor mutilado de una fábrica de coches,
serpientes invasoras de labios carcomidos,
o esas fuentes inauditas que sacrifican y permiten.
Oh, me conmueven las flores de los océanos
iguales y distintas, flores de todos los barros
que atravesaron barcazas e ídolos supremos.
La cara del albañil que inaugura una mañana
y el afán de moscas que cagan la misma rutina.
Me gustan los bosques y la piedra talada
el olor a muerte de la pintura de mi cuarto
y el óxido que imprime en mi nariz fragancias de naranjo.
Y así pasa mi tiempo, rodeado de azoteas y axilas,
viejas, vestigios de un tiempo remoto, buscando
la brisa que azota los mares y recubre el alquitrán
de las piernas rotas.
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Como un árbol, tu vida;
de cuyas ramas extraes hojas,
algunas venenosas, otras
simplemente, amargas.
Luces y contrastes, de una
vida larga, aunque no fructífera,
tal como te hubiera gustado.
Quizás, esa amargura a la que
ahora te aferras y cuyo origen
quisieras no conocer, sea mañana,
luz de altas horas profundamente
meditadas. Y no sólo pamplinas
delirantes de algún mal interpretado
deber. Sea. Mas no te aflijas
si toda tu vida entera, la pusiste
a resguardo de un pésimo centinela,
que nunca vio las estrellas. Sal
sal, y distráete con las hojas,
con las luces, con los remotos
placeres de ayer.
©A bristy, Seisen y puntos suspensivos... les gusta esto. -
Mucho sol anda
tras tus espaldas.
Divina sombra,
umbrosa, de tus
férreos ataúdes,
con tu afán celoso,
tropieza. Mientras,
la ley, en su insigne
insignificancia, da
muestras todavía,
de auténtica fortaleza.
Derriba portalones,
en tus paseos vespertinos,
y ve, en una caracola,
níveos pasos sometidos
al furor del clima y de los tiempos.
Demasiado sol anda tras
tus espaldas, sí, ¡cómo si,
desde entonces, no
hubiera nevado!
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No es el reino del amor éste
que tanto alaban ministros y secuaces
parecidos; no es el reino del amor
aquel que tanto pronosticaran en épocas
pasadas revoluciones y tópicos a granel.
No es el reino del amor, ese que tomó forma
bajo alas siniestras caracterizadas como familias.
Ni fue el reino del amor, aquel que con traje
de domingo nos prometieron antaño: cuando
todos éramos bastante tristes y lampiños.
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Llevaba un alma anhelante.
Un alma suplicante, vagabunda.
Herida. Cada noche, paseaba
su alma moribunda, un cuerpo
apenas, por las verjas doradas del
día. Desconocía aún las presas fáciles
del águila, los lamentos del alma sujeta
a su corporal peso. Lamentaba a su vez,
las noches perdidas, las interiores mañanas,
los cielos azules más escasos, las marañas
de besos que a otros pertenecían. Llevaba
un alma errante, profética, de tenues manos
amarillas, los labios, siempre abiertos
a la vida.
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Página en blanco que no dices nada,
página solitaria que apenas sacudes
mi alma con palabras o lumbres.
Te quedas quietas como el agua del pozo,
serena, esperando que se apropien de ti,
sílabas, sueños, quizás brumas reiteradas.
Página en blanco que apenas señalas
rumbos, direcciones o cicatrices que enmendar;
que eliges el silencio y me pones tontamente
a dialogar.
Página, página en blanco, preciosa, cuya
albura, ¡nunca debiera ensuciar!
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A quién importa mi voz?
Esta noche de multitud de estrellas
copando el cielo con la lentitud
de su osadía, estrenando la paralela
de las ciudades, con su eternidad
mezclada de luces sobre garajes harapientos,
me instan los ecos indefinidos de otras
voces ya desvanecidas, como un ulular
polvoriento de voces en multitud derribada.
Tanto me he perdido, que
cómo voy a encontrarme?
Ahora, mientras observo en la página,
cómo ésta mezcla letras y lágrimas,
la vieja canalla busca el aliento en mis
besos. Sí, la vieja canalla....© -
De rutina llevo el cuerpo lleno.
De hambre de otra vida y de blasfemias
a lo lógico. De sótanos de agua
y de estanques primaverales, mi alma
no se cansa, aunque sé, que miento.
Soy como un leño baldío e inflado.
Soy ese mismo leño cuyo crecimiento
no vale nada. De monotonía, y de hambre,
llevo mi cuerpo lleno.
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Golpeas el cuerpo
y surge el agua, de improviso,
como un charco de estrellas,
o como una cesta de diagonales acequias
que se transmutan y se pierden en lontananza.
Horizontes que conservo
en mi vista delicada, sombras
que ejercitan su memoria de flor
en mi vida: te llevo, dentro del agua.
Dentro del agua, te llevo. Madre.
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Siglos de ruidosas tiranías
de esqueléticas hambrunas
de desidias y molicies
de documentos partícipes
de molestas decisiones,
siglos de ruinosas oligarquías
de protestas en la calle
de manifestaciones acaecidas
en lindas procesiones,
de millares de voces
secuestradas a la pureza.
Siglos de emancipaciones,
de yugos invertebrados,
de invisibles apologías,
de sensateces absortas,
de conmutaciones de pena,
de alegrías inexactas.
De tristezas en la autopista.
Siglos de invariables promesas,
de reinados del miedo, de
sangrías en los hospitales,
de mesas redondas utilizadas
como campamentos médicos
improvisados, siglos de huecos
en el estómago, de gente inválida,
sin apariencia de ser.
Siglos de imperceptibles latigazos,
de estrellas rodantes, de brazos e hipocampos,
de retaguardias cubiertas por lazos invencibles.
De aves guarnecidas por los blasones del campo.
Siglos, siglos, siglos, de polvo, de ceniza,
de risas acantonadas en el lodo de las avenidas.
Y siglos esperando un conato de rebeldía,
de revolución verdadera, para nada, para nadie.
© -
Ah sí existen los sonidos
Los maravillosos sonidos
El ruido interno del exterior
Lo que acude en salvamento
De una patria interior hundida.
Ah sí, son los sonidos característicos
De la lluvia, del sol, la brisa, el aire,
La nube concéntrica, el rayo inverosímil,
Los pétalos rociados de gasóleo, ah, todo
Esto existe, fuera, lejos de mí, en el trecho
Que va de mí a mí. Las plegarias pagarán
Un alto precio por celebrar la miseria que
Circunda el estanque, para siempre detenido.
©A Pincoya76 le gusta esto. -
Y qué tristeza da dejar las cosas
de lado, cuando sucede el verano
y las tiendas de enfrente se llenan
de secuaces militares olvidando
repentinamente el pasado, de ambulantes
colegialas que reiteran su pacto insufrible
con el tiempo, es retirar el vendaje
de las cosas, las ocultas, verlas
con melancolía. ©A lesmo le gusta esto.