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Viendo entradas en la categoría: Poesía nocturna-. - Página 2

  • BEN.
    Apenas retumbo

    ignoro desisto entrometo

    en pie, en manoseadas canciones

    vetustas, imploro venganza o paz.

    Apenas mi retumbar de orquídeas sonoras,

    entre capiteles de asustados tallos, brazos

    humanos alcanzando el vértigo de largas

    trenzas amarillas. Retumbar, sí, aplastar

    la miel de tus ojos: renacer de aquellas piscinas.

    Acuáticos miembros, persianas cerradas,

    trastos tirados sobre un escombro azul.

    Mientras los insectos murmuran su capa auditiva.

    Mientras los lagos visitan el imperio de las dalias.

    Mientras las cenas nocturnas persisten en su error

    indecente de sexuales acrobacias. Mientras

    los sueños se visten de perfumes iracundos y mueven

    la conciencia tan deslumbrante.

    Yo, aquí, permanezco encerrado en el claustro,

    dormido.

    ©
  • BEN.
    Tristes huracanes visitan hoy mis rocas:

    yo me aferro a ellos con el espíritu doblegado,

    hasta saciar los latidos de mi envoltorio.

    Distraen mis sentidos las mareas convergentes,

    las señales eléctricas que las aves emiten en su maléfico

    sonido.

    Distribuyo panes, concéntricamente, admitiendo

    los bálsamos futuros, como tantos hombres desechos.

    Dejo lamentables apósitos de mis vendajes infectos:

    suavizo sábanas herméticas y queridas de mis pequeños

    insectos, donde duerme mezquinamente tanto tardío

    estrépito de navajas.

    La tierra, como mancha de gasolina, todavía espera-.





    ©
  • BEN.
    Tributo con mis pies despojados

    de herramientas y tristes utensilios

    las maderas obsequiosas donde

    trituré mi adolescencia y mi infancia.

    Son sacrilegios que me permito:

    sangres indolentes de vidas pretéritas,

    consecuencias insomnes de rostros ausentes.

    Mi vida resplandece casi tristemente:

    fuera del exterior de un cuerpo iluminado,

    en la verticalidad del día inmenso e infinito.

    Los verbos delicados imaginan sus preferentes

    ideas, y lastimeramente, exigen sus perfecciones

    al dios de la saliva. Infantes de muslos delicados,

    guadañas de fiereza dormida, ausentes, tus ídolos

    de inventiva desgraciada. Duermes con la ropa

    encima, los lazos nocturnos escancian su pelo,

    sobre largas cabelleras de vino. En la partida del mundo

    tu cuerpo busca su esencia-.



    ©
  • BEN.
    Misterioso silencio.

    Veo la noche como un guante

    exacerbado, o es la nieve quien

    me asusta. Soy total sobre ella.

    Me conmueve esta soledad de barriada.

    De extrarradio. Toco la noche

    y es un rectángulo nevado copiosamente,

    amplitud sonora resguardada. Junto

    a mi pared, se deshilachan los cadáveres

    de otros días, miedos profesionales, tristezas.

    La nieve es un semicírculo ahora que anega

    mi longevidad. Transito por las calles,

    aunque no lo haga. Veo rostros carcomidos,

    violetas cerúleas, plásticos desvencijados, todo,

    por unas miserables pesetas vendido.

    Los días se harán más largos. La intimidad

    del invierno, menos ausente. Tengo el corazón

    tranquilo. ©
    A Alecctriplem y Zapala les gusta esto.
  • BEN.
    No diré agonía

    allá donde suscitan

    bloques de enervado hielo,

    macizos de flores en parterres

    inundados. No diré soledades,

    en tanto caminen fusiles en alzada

    mano gigantesca. No diré

    secundarios, en tanto los hombres,

    busquen, lejos de su ámbito dorado,

    espadas, fusibles, electricidades remotas:

    su propia sangre coagulada. No diré

    mentira o verdad, sino que señalaré

    las orquídeas negras de un puente elevado

    y triste. Y no indicaré solamente

    las fundaciones repetitivas, de un crepúsculo

    asesino: diré camino, amparo, resguardo

    y soledad, mil veces soledad-.

    ©
  • BEN.
    Distanciado, más por hábito,

    que por instinto, de aquellas

    antiguas iglesias, donde celebran,

    todavía hoy sus misas, pálidos

    sacerdotes de tez bronceada,

    apenas si recuerdas las últimas

    veces, ya que no las primeras,

    en que recibías con jovialidad

    externa el sagrado manjar, y a

    aquellos oscuros e impacientes

    militantes fríos de la religión a

    la que, peor que bien, te adscribes.

    No te causa más que alguna carcajada,

    solitaria, indefinible, verte a ti mismo,

    por gracia del afán comunitario,

    convertido en típico monaguillo,

    trotar de la sacristía al altar, y de éste,

    a la despensa de alguna vecina próxima,

    en busca de algún recurso etílico

    que sirviera para la última cena.

    Desconoces del todo el por qué

    de este apartamiento y de esta distancia.

    Mas preguntas a Dios, a veces,

    el por qué de tu confuso destino.

    Y, confuso, permaneces-.





    ©
    A Karli20 le gusta esto.
  • BEN.
    Deja, deja que el silencio

    te acompañe y se acumule;

    que tiemble como hoja en

    el espanto cotidiano. Que

    se esmere en hacerte casi

    fósil en mina imperceptible.

    Que sea tu último secreto

    antes de acostarte. Que se

    debiliten las luces y se apaguen,

    las últimas cenizas. Y tú, llora,

    llora como un hombre.



    ©
  • BEN.
    Todo eso me estimula:

    una cajita de yerbas paganas,

    la metódica ascensión de un modelo iniciático,

    la conservación intacta de labios contra labios,

    el fuselaje inédito de una torre suicida.

    Las persianas contrarias que seducen al caminante,

    los versos incompletos extraídos de algunas ruinas,

    la velocidad insensible de las palabras eléctricas.

    Y esa grandiosa secuencia de elementales sacrificios.

    Todo esto, llama mi atención:

    el crepúsculo flagelado entre llamas,

    ahogando gritos de auténticas vestales,

    las necesarias muestras de afligidas plegarias.

    Todo esto y eso, más:

    las yemas digitales conversando naturalmente,

    sin plasticidad en los dedos; las cansadas manualidades

    de un grupo escolar, los latidos desperdiciados

    que acarician las sábanas húmedas.
  • BEN.
    Hermano de la noche

    en su arrebatada forma perpetua

    donde convergen polvo milenario

    sobre ataúdes de forma dispersa,

    con ojos sin velos

    fornico junto al fuego del lago

    suspendido de empleo y sueldo

    patrono agrimensor de las cópulas

    indecentes.

    Con ojos veo la noche

    atrapada en su cuenco universo

    reciente forma contenida

    en su mano adolescente y enjuta

    lunas adversas se posan

    con su soledad bien empapada

    en vida o en muerte.

    Y otros ojos me vigilan

    en la llanura o en la meseta

    calculadores de un cuerpo que descubren

    en mitad de un descampado virulento.

    No es sólo espesura lo que ven

    estos ojos a lo ancho de los manantiales

    también ven lo molesto del llano

    las hebras del heno incinerado

    lo que promueve el invierno

    como una novia que se excita.



    ©
  • BEN.
    Era la noche

    un cuerpo reciente y humano,

    templo oxidado, de repente,

    triste, solidariamente recuperado.

    Era la animosidad de los vestigios,

    la celebración imposible de los mitos,

    un naufragio como de voces y de ecos.

    Eran las noches

    suaves brisas adormecidas,

    ese cuerpo blando de las cosas dinámicas,

    esa leve majestad de los días ordinarios

    pero felices.

    Ahora, de noche, todo su martirio

    antiguo, abre sus piernas y prostituye

    ecos, voces, trampas, estrategias, que dominan

    su pureza de antaño.

    ©