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Viendo entradas en la categoría: Poesía nocturna-. - Página 2
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Apenas retumbo
ignoro desisto entrometo
en pie, en manoseadas canciones
vetustas, imploro venganza o paz.
Apenas mi retumbar de orquídeas sonoras,
entre capiteles de asustados tallos, brazos
humanos alcanzando el vértigo de largas
trenzas amarillas. Retumbar, sí, aplastar
la miel de tus ojos: renacer de aquellas piscinas.
Acuáticos miembros, persianas cerradas,
trastos tirados sobre un escombro azul.
Mientras los insectos murmuran su capa auditiva.
Mientras los lagos visitan el imperio de las dalias.
Mientras las cenas nocturnas persisten en su error
indecente de sexuales acrobacias. Mientras
los sueños se visten de perfumes iracundos y mueven
la conciencia tan deslumbrante.
Yo, aquí, permanezco encerrado en el claustro,
dormido.
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Tristes huracanes visitan hoy mis rocas:
yo me aferro a ellos con el espíritu doblegado,
hasta saciar los latidos de mi envoltorio.
Distraen mis sentidos las mareas convergentes,
las señales eléctricas que las aves emiten en su maléfico
sonido.
Distribuyo panes, concéntricamente, admitiendo
los bálsamos futuros, como tantos hombres desechos.
Dejo lamentables apósitos de mis vendajes infectos:
suavizo sábanas herméticas y queridas de mis pequeños
insectos, donde duerme mezquinamente tanto tardío
estrépito de navajas.
La tierra, como mancha de gasolina, todavía espera-.
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Tributo con mis pies despojados
de herramientas y tristes utensilios
las maderas obsequiosas donde
trituré mi adolescencia y mi infancia.
Son sacrilegios que me permito:
sangres indolentes de vidas pretéritas,
consecuencias insomnes de rostros ausentes.
Mi vida resplandece casi tristemente:
fuera del exterior de un cuerpo iluminado,
en la verticalidad del día inmenso e infinito.
Los verbos delicados imaginan sus preferentes
ideas, y lastimeramente, exigen sus perfecciones
al dios de la saliva. Infantes de muslos delicados,
guadañas de fiereza dormida, ausentes, tus ídolos
de inventiva desgraciada. Duermes con la ropa
encima, los lazos nocturnos escancian su pelo,
sobre largas cabelleras de vino. En la partida del mundo
tu cuerpo busca su esencia-.
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Misterioso silencio.
Veo la noche como un guante
exacerbado, o es la nieve quien
me asusta. Soy total sobre ella.
Me conmueve esta soledad de barriada.
De extrarradio. Toco la noche
y es un rectángulo nevado copiosamente,
amplitud sonora resguardada. Junto
a mi pared, se deshilachan los cadáveres
de otros días, miedos profesionales, tristezas.
La nieve es un semicírculo ahora que anega
mi longevidad. Transito por las calles,
aunque no lo haga. Veo rostros carcomidos,
violetas cerúleas, plásticos desvencijados, todo,
por unas miserables pesetas vendido.
Los días se harán más largos. La intimidad
del invierno, menos ausente. Tengo el corazón
tranquilo. ©A Alecctriplem y Zapala les gusta esto. -
No diré agonía
allá donde suscitan
bloques de enervado hielo,
macizos de flores en parterres
inundados. No diré soledades,
en tanto caminen fusiles en alzada
mano gigantesca. No diré
secundarios, en tanto los hombres,
busquen, lejos de su ámbito dorado,
espadas, fusibles, electricidades remotas:
su propia sangre coagulada. No diré
mentira o verdad, sino que señalaré
las orquídeas negras de un puente elevado
y triste. Y no indicaré solamente
las fundaciones repetitivas, de un crepúsculo
asesino: diré camino, amparo, resguardo
y soledad, mil veces soledad-.
© -
Distanciado, más por hábito,
que por instinto, de aquellas
antiguas iglesias, donde celebran,
todavía hoy sus misas, pálidos
sacerdotes de tez bronceada,
apenas si recuerdas las últimas
veces, ya que no las primeras,
en que recibías con jovialidad
externa el sagrado manjar, y a
aquellos oscuros e impacientes
militantes fríos de la religión a
la que, peor que bien, te adscribes.
No te causa más que alguna carcajada,
solitaria, indefinible, verte a ti mismo,
por gracia del afán comunitario,
convertido en típico monaguillo,
trotar de la sacristía al altar, y de éste,
a la despensa de alguna vecina próxima,
en busca de algún recurso etílico
que sirviera para la última cena.
Desconoces del todo el por qué
de este apartamiento y de esta distancia.
Mas preguntas a Dios, a veces,
el por qué de tu confuso destino.
Y, confuso, permaneces-.
©A Karli20 le gusta esto. -
Deja, deja que el silencio
te acompañe y se acumule;
que tiemble como hoja en
el espanto cotidiano. Que
se esmere en hacerte casi
fósil en mina imperceptible.
Que sea tu último secreto
antes de acostarte. Que se
debiliten las luces y se apaguen,
las últimas cenizas. Y tú, llora,
llora como un hombre.
© -
Todo eso me estimula:
una cajita de yerbas paganas,
la metódica ascensión de un modelo iniciático,
la conservación intacta de labios contra labios,
el fuselaje inédito de una torre suicida.
Las persianas contrarias que seducen al caminante,
los versos incompletos extraídos de algunas ruinas,
la velocidad insensible de las palabras eléctricas.
Y esa grandiosa secuencia de elementales sacrificios.
Todo esto, llama mi atención:
el crepúsculo flagelado entre llamas,
ahogando gritos de auténticas vestales,
las necesarias muestras de afligidas plegarias.
Todo esto y eso, más:
las yemas digitales conversando naturalmente,
sin plasticidad en los dedos; las cansadas manualidades
de un grupo escolar, los latidos desperdiciados
que acarician las sábanas húmedas. -
Hermano de la noche
en su arrebatada forma perpetua
donde convergen polvo milenario
sobre ataúdes de forma dispersa,
con ojos sin velos
fornico junto al fuego del lago
suspendido de empleo y sueldo
patrono agrimensor de las cópulas
indecentes.
Con ojos veo la noche
atrapada en su cuenco universo
reciente forma contenida
en su mano adolescente y enjuta
lunas adversas se posan
con su soledad bien empapada
en vida o en muerte.
Y otros ojos me vigilan
en la llanura o en la meseta
calculadores de un cuerpo que descubren
en mitad de un descampado virulento.
No es sólo espesura lo que ven
estos ojos a lo ancho de los manantiales
también ven lo molesto del llano
las hebras del heno incinerado
lo que promueve el invierno
como una novia que se excita.
© -
Era la noche
un cuerpo reciente y humano,
templo oxidado, de repente,
triste, solidariamente recuperado.
Era la animosidad de los vestigios,
la celebración imposible de los mitos,
un naufragio como de voces y de ecos.
Eran las noches
suaves brisas adormecidas,
ese cuerpo blando de las cosas dinámicas,
esa leve majestad de los días ordinarios
pero felices.
Ahora, de noche, todo su martirio
antiguo, abre sus piernas y prostituye
ecos, voces, trampas, estrategias, que dominan
su pureza de antaño.
©
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