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Viendo entradas en la categoría: Puertas

  • Princesa ciega
    Caracas I

    Caracas es una bestia en los ojos de los indigentes
    son graffitis cinéticos bajo los puentes de nadie
    la embestida es la noche
    los estampa contra los muros
    los he visto amanecer del color del concreto
    grisáceo, sempiternos
    como la osamenta de esta odalisca prostituta
    surgen de los rincones
    vaporosos
    hediondos a las esquinas de ella
    en las esquinas de sus cuerpos.
    Ellos miran el atardecer quebrarse desde el centro
    la Torre de David se dibuja como aguja en sus pupilas
    se las rompe el recuerdo
    corto punzante
    de ser como esas ruinas inconclusas en el cielo
    como Saturnos de Goya devorando el ocaso
    rojo incendio derramado
    en sus ojos de cuenca profunda
    donde se consumen todas las flores
    que jamás crecerán bajo el asfalto.​
    A ti, selenschek manfred y Emp les gusta esto.
  • Princesa ciega
    Densidad

    Mi corazón es una casa pequeña con espacio suficiente para dos
    en donde sólo puede habitar uno.​
    A selenschek manfred, Emp y Lucevelio les gusta esto.
  • Princesa ciega
    La calle de los gatos
    De no ser por ti jamás hubiese conocido la calle de los gatos. La bauticé así uno de esos días durante el amanecer, en los que bajábamos de casa en un silencio somnoliento, mientras el indigente y su docena de gatos yacían detenidos bajo las cornisas, solemnemente erguidos como esfinges, cerrados los ojos como Cleopatras reencarnadas.

    Caminarla es como soñarla. Se vuelve más y más angosta con cada paso. Las casas altas se van cerrando sobre la cabeza. Al final es poco más que un callejón.
    Es una galería, una habitación llena de cuadros viejos donde quedo atrapada dentro, caminando entre los marcos, desapareciendo en uno y reapareciendo en el siguiente, en cada puerta abierta, en cada ventana medio ajustada. La vida de todas las personas que allí habitan no duran más que mi mirada.

    A veces paso fugaz cuando los amanecidos, botella en mano, se reúnen en la angostísima acera siguiéndome los pasos con los ojos. Me recuerdan que hay algo de impredecible y fatal en su última curva, mis pies van marcando la incertidumbre, la violencia de La Vega.

    Antes me era indiferente, pero ahora que no estas
    me inquieta un poco.​

    Aún así sigo bajando por la calle de los gatos.
    Algo de nosotros quedó escondido en las madrugadas, en el asfalto, en las casas altas con sus jardincitos colgantes; algo quedó esculpido en esos gatos, algo vuelve cuando la camino.

    Un instante de nosotros vuelto paisaje.​

    Aveces - sólo a veces - hago inverso el recorrido. La subo después del atardecer a pasos rápidos, sintiendo el miedo que me inocula la calle desfigurada por la noche con sus luces citrinas exhaladas por los postes de luz, cuando los amanecidos apenas comienzan su velada y sus pupilas me siguen con la determinación de un lobo.

    Nunca me acompañaste a subirla. Nunca lo harías.
    No me lo hubieses permitido jamás y lo entiendo.

    Lo entiendo cada vez que llego al final, en donde me detengo bajo el último de los bombillos y lanzo la mirada al otro lado de la calle, a la oscuridad del terreno baldío que no deja ver las luces de los edificios más allá, al monte alto, al barranco al lado del camino
    al vacío inmenso antes de casa.​

    Lo entiendo por lo mucho que se asemeja al punto en el que ya no somos nosotros, por su parecido a la muerte.
    Entonces, bajo la última de las luces, me guardo las manos en los bolsillos.
    Y echo a andar.
    apresurando el paso.​
    A selenschek manfred y Emp les gusta esto.
  • Princesa ciega
    Méritos

    Usted merece ser un secreto,
    un silencio cómplice,
    un guiño cifrado,
    un roce de tobillos bajo la mesa.
    Usted merece que discretamente
    cruce los dedos
    y le rompa las promesas a la vida;
    Usted merece que enmudezca
    para que se cumpla mi deseo
    de nombrarle siempre.
    A Lurien y Emp les gusta esto.
  • Princesa ciega
    Café y galletas

    A mi lado sabes a café quemado
    a descuido
    a resignación
    a trago amargo al final de la taza

    A tu lado entiendo a todas las galletas del mundo
    olvidadas en la casa
    trituradas en el bolso
    caídas al piso
    A Lurien y dragon_ecu les gusta esto.
  • Princesa ciega
    "Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, comenzaré a ser feliz desde las tres"
    -Antoine de Saint-Exupery

    Intimidad en peltre

    Tu no estabas allí.
    Estaba yo rodeada del spam típico del transporte público, con la revista en la mano, imaginándonos en esa cafetería, con la tacitas de peltre sobre la mesa desvencijada, con el centro de Caracas bramando fuera de las puertas, con nosotros dentro, íntimos, como hechizados.
    Entonces yo tampoco estaba allí.
    Me lo susurraron las puertas del metro después pasarme de largo un par de estaciones
    por distraída, por simple felicidad.
    A Lurien, jalvarez_delgado y Emp les gusta esto.
  • Princesa ciega
    Curioso.
    Caracas amaneció oliendo a mierda.
    Asumí que simplemente era un pedazo asqueroso de ciudad que dejaría atrás en cuestión de minutos.
    Pero no.
    El olor se coló por debajo de los árboles, entre los puestos itinerantes de frutas frescas y me acompañó durante todo el viaje hasta el metro. Mientras caminaba quedaba cada vez más confundida e incrédula con su persistencia.
    Terminé por revisarme los zapatos por si quién olía a mierda era yo.
    Y a pesar de que estaban claramente limpios,
    la ciudad estaba clamando,
    hedionda,
    y no se
    ya no estuve tan segura.
    A Lurien y Emp les gusta esto.
  • Princesa ciega
    Efecto Doopler

    Los seres pasan con efecto doopler por nuestras vidas
    Su posición con respecto a nosotros hace que percibamos distinto

    El acercarse

    El estar

    El alejarse
    No es más que su distancia de nosotros distorsionando
    lo que fueron

    lo que son

    lo que serán.
    A Lurien y Emp les gusta esto.
  • Princesa ciega
    Un fragmento de la existencia de otro

    Hubo un tiempo en el que me preguntaba cuál era la causa de tanta perfección en las camisas planchadas del profesor. Simplemente no encajaba. No tenía nada que ver con la literatura y su viejo cliché de bohemia.
    "Esa camisa oculta algo" - me dije.
    Semanas después, entre palabra y palabra durante uno de sus monólogos, destellaron sus ojos. Lo vi.
    En el gris de su iris de hombre maduro se asomó, por tan sólo unos segundos, un joven cadete de la escuela naval, detenido, contemplando el mar entre suspiros desde las ventanas del club de literatura. Totalmente desencajado.
    Nos vimos.
    Y desde entonces compartimos un secreto.
    A Lurien y Emp les gusta esto.
  • Princesa ciega
    Misterios II

    Por más pequeñas que sean, las preguntas sin respuestas resultan fascinantes. Dan la sensación de que son el medio para atrapar a Dios por la naríz.
    A Emp y Lurien les gusta esto.
  • Princesa ciega
    Misterios I

    Cada ser humano es un misterio en sí mismo.
    Sobre él todo está dicho a medias.
    A Lurien y Emp les gusta esto.
  • Princesa ciega
    El templo

    Soy el templo,
    los tres triángulos de concreto ocultos en medio del bosque
    Soy el bosque
    transformándose en islote al rodearse de neblina
    Soy neblina precipitándose en gotitas sobre las flores

    Soy todas las flores sin nombre que crecen al rededor del pino muerto
    Soy el pino muerto,
    el titán caído que demanda la continuidad del silencio
    Soy el silencio,
    la esfera invisible quebrantada por las aves

    Soy todas las aves que custodian los secretos de la tierra
    Soy la tierra,
    la madre que nutre la longevidad de los árboles
    Soy todos los árboles mecidos por la helada brisa

    Soy la brisa
    que con caricias y escalofríos roza la piel de la mujer
    Soy la mujer
    que se cura las heridas en profunda soledad
    Soy la soledad
    que dentro de la mujer se transforma en templo

    Soy el templo,
    los tres triángulos de concreto
    ocultos en medio del bosque
    A Emp y Lurien les gusta esto.
  • Princesa ciega
    La gata muerta

    La gata muere

    y con ella
    también nosotros.
    Muere el yo que existe en ese instante cuando llego a la casa y no está.
    Entonces no vale de nada un lamento, no vale una justificación, no valen los supuestos negados ni los suspiros que miran por las ventanas.

    No vale de nada una gata muerta.

    Nos transformamos bajo esa ceguera intrínseca de la muerte, de la vida, que no nos deja ver el qué del final y apenas deja vislumbrar el por qué del principio.
    Y en el medio viene el cómo: la ausencia exigiendo, aunque sea un poco, reordenar la casa, modificar los hábitos, desconsiderar las consideraciones, olvidar lo que la memoria muscular recuerda, y así, hasta que desaparezcamos a la gata y a sus restos de todos lados, incluyendo el espacio de nosotros mismos. Lo cierto es que somos tontos al pensar que superar significa olvidar, cuando realmente es más parecido a asimilar.
    Y no se trata de recordarla. No. No se trata de conservarla en un rosario de memorias porque, inevitablemente, a todos se nos extravía por dentro tarde o temprano.

    La gata muerta juega al escondite
    en los recodos de la significancia de nuestras vidas.

    La gata muerta
    da un saltito
    y se funde para siempre
    en el misterio que somos.
    A Lurien y Emp les gusta esto.
  • Princesa ciega
    [​IMG]

    S
    ueños diurnos

    Mi niña era una niña solitaria.

    No le molestaba jugar sola, comer sola, dormir sola ni vestirse sola. Le agradaba mucho caminar a solas, imaginar a solas, hacer cosas a solas sin esos adultos que suelen decir que no.
    A mi niña le gustaba mucho escuchar a solas en la distancia esos sonidos inexplicables que le hacía entornar los ojitos y preguntarse un por qué que los adultos casi nunca se tomaban el tiempo en contestar.

    Mi niña aprendió a observar a los adultos, tan seguros de si mismos y a la vez tan inconsistentes. Siempre diciendo una cosa y haciendo otra. Siempre olvidando lo importante. Le parecían tan desmemorizados que no podía creer que alguna vez habían sido niños como ella.
    Mi niña los escuchaba de vez en cuando de todos modos, así logró aprender cosas útiles del mundo de los adultos que servían para evitar molestarlos demasiado.
    Mi niña entendió que el mundo de los adultos era igual de absurdo que los adultos mismos. Un buen día notó lo fácil que era viajar lejos de todos con la imaginación y desde entonces lo hizo con frecuencia.

    Mi niña también aprendió a observar a otros niños y notó que casi todos tenían grandes deudas de amor colgadas de los ojitos, niños que ya no sabían como ser niños, niños que querían crecer y ser grandes. A mi niña no le agradaba disfrazarse de adulto, no le gustaba jugar a ser adulto.
    Mi niña se quedaba jugando con bloquecitos de madera mientras los demás niños jugaban a la casita, se quedaba terminando su castillo mientras todos salían al recreo.
    Mi niña tenía amiguitos con los que jugar, pero casi siempre de a uno por vez. Aprendió que en los grupos grandes siempre hay un niño que termina llorando, triste o lastimado, por culpa de los niños que juegan a ser adultos. A mi niña le disgustaban esos niños.

    También le disgustaban los protocolos, las cosas fingidas y las mentiras. Le disgustaban en suma los adultos desconocidos que esperaban de ella abrazos y sonrisas porque sí. Le disgustaban los vestidos de domingo con los que no podía ir a jugar con tierra, la iglesia y sus cuentos del Dios invisible que antes hacía cosas todo el tiempo pero que ahora no aparecía en ninguna parte, las caligrafías repetitivas e infinitas con las que no se aprendía nada nuevo, la fila para le himno nacional lleno de palabras raras que nadie sabía que significaban, pero lo que más le disgustaba por sobre todas las cosas era la obligatoriedad de las siestas de las 3 de la tarde, el mayor de los sin sentidos, el momento en que los adultos ya no quieren hacer cosas y obligan a que los niños dejen de hacer cosas y se duerman para ellos poder dormir.

    Mi niña sufría de pesadillas. Se esforzaba mucho cada noche para no quedarse dormida. En cama, ocupaba su mente imaginando que el sonido de las manecillas del reloj de la sala eran pasos de un gigante que se aproximaba, causando terremotos pequeños y cortos que hacían temblar toda la casa. Imaginaba hasta el cansancio, sin poder evitar quedarse dormida y despertar después llorando por culpa de los demonios, las brujas o los laberintos en sus pesadillas.

    Por eso sólo le gustaba soñar despierta.
    Mi niña soñaba que todas las personas del mundo desaparecían y sólo quedaba ella, y podía caminar por las grandes ciudades, entrar a todos los edificios, usar todos los juguetes, todos los colores y todas las tijeras, ir a todos los parques, subirse a todos los árboles - incluso los más altos de todos -. Todo eso por un día, porque no quería ser cruel con los demás niños, que querrían aparecer de nuevo para salir a jugar, ni con los adultos que parecían preocuparse demasiado por el mundo y sus cosas.

    Pero mi niña sólo era una niña, una niña sin poderes para desaparecer gente.
    Así que se hacía la dormida a las 3 de la tarde y luego se escabullía fuera de la cama mientras todos en el mundo estaban dormidos gracias al protocolo de la siesta.
    Entonces buscaba todos sus juguetes, todos sus cuentos, todos sus colores que eran todo su mundo y jugaba a solas como lo hacía en sus sueños diurnos.
    A Alonso Vicent, Lurien y Emp les gusta esto.
  • Princesa ciega
    Sin perder el tiempo
    Háblame del hermoso zig zag de las enredaderas en las rejas de ciclón
    del asombroso camuflaje de los escarabajos
    del buen trabajo de escultura que hace el mar con los vidrios

    Háblame de las nubes cuando son coquetas
    y de como la timidez las transforma en neblina,
    de cómo disfrutar del estruendo de un trueno
    de la agradable sensación de tus pies descalzos sobre el asfalto en la madrugada

    Háblame de cómo se siente el bolígrafo perfecto
    de la chica desconocida que te acompañó a caminar bajo la lluvia
    de la inquietud que te causa la oscuridad de un bosque pintado

    de las palabras que te dan cosquillas
    de los amigos que te visitan en sueños
    de lo cómodo de un silencio compartido

    Háblame de cosas importantes.
    de quien sos vos.
    A Lurien y Emp les gusta esto.