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Viendo entradas en la categoría: Puertas - Página 2
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Reciclaje
Hay veces que lo que me dices se me antoja basura. Basura tus verbos, tus adjetivos, tus preguntas retóricas, tus ademanes de irritación, tu tono exasperado, tu reclamo implícito.
Se me va la mirada a ninguna parte mientras aguanto las nauseas que me causa tu corazón descompuesto, de vomitarte todo de vuelta, de ejercer mi libertad de no tolerarte y marchame lejos de tu campo estéril.
Pero me quedo a reciclar, a escarbar dentro de ti hasta encontrarte la fertilidad, tu tierra mojada de lluvia, tu potabilidad, ese oasis reconfortante en el que nos reconciliamos.
Pero como cansa. -
Ccs después de las 7
Nocturna,
sucia,
sola.
Cúmulo de tragedias perversas.
Una niña mal querida,
demasiadas veces violada
por todos;
Una cenicienta diurna
transformada en despojos
al ocultarse el sol. -
Parecido a esa sensación de tomar el paraguas porque el sol, tan luminoso y cálido, se te antoja mitómanoSin basamentos
-"Aguarda un poco"Un susurro
que huele a desfiladeros
al final del camino.
como cuando te abrazas a las sábanas y rehúsas salir de casa en un día de trabajo,como cuando sostienes el paso justo antes de comenzar a cruzar la calle.
Y luego llueve, la ciudad amanece enloquecida, o en milésimas de segundo, aparece un carro bien dispuesto a atropellarte.
Es esta misma sensación
mi corazón se guarda. -
Personas pasatiempo
Ella me gustaba. Iba a la cafetería todas las tardes nada más para tenerle cerca. Desde la distancia, sentada en la mesa junto a la segunda ventana, me enseñó un par de cosas sin siquiera sospecharlo. Una de ellas fue disfrutar del hábito del café, su hábito, con la esperanza de algún día compartirlo con ella.
Yo sufría entonces, al igual que ahora, de este inconveniente de no ser demasiado valiente. Me declaro más del tipo observador, me siento cómodo siendo espectador de la función de la vida.
No me mal entiendan, es una postura común para nosotros los desajustados que no manejamos las dinámicas de nuestra propia época, protocolos y demás tonterías sociales.
Nunca me interesaron esas cosas, excepto por ella. Sin embargo cuando por fin estaba decidido a intentar, resultó que no fui yo quien se le acercó esa tarde, quien ocupó su mesa y le hizo levantar la mirada del libro, quien desperezó sus pestañas mariposa; no fui yo quien le afloró las sonrisas, ni quien le conversó; muy para mi tristeza, no fui yo quien volvió al día siguiente, y el siguiente a ese, ni quien logro permanecer y avanzar.
No fui yo con quien hizo el hábito del café de las cuatro treinta.
No podía ser yo, no sabía como hacerlo.
Vaya que él sí sabía.
Seguí observando, y aprendí lo que llamé "la estrategia pasatiempo": parecía sumamente fácil partir de las afinidades. Noté, desde mi perenne soledad, que compartir une a las personas, las reúne. Según pude observar, comenzar un pasatiempo con alguien resultaba ser una forma orgánica, cómoda y casi imperceptible de formar relaciones.
Tal descubrimiento más que esclarecerme, traía consigo nuevas dudas y la sensación de que la historia me la contaban a medias:
¿qué hay más allá del pasatiempo?
¿qué hay más allá de la compañía?,
¿dónde comienza la intimidad?
Un día su visitante no llegó para la cita tácita de las cuatro treinta. Ella seguía leyendo con fingida indiferencia – Lo notaba en los gestos nerviosos de sus manos y en las miradas rápidas a la puerta -. "Una oportunidad", me dije.
Me costó tres tardes y una batalla con mis nervios lograr acercarme. Esta vez me situé en la mesa de al lado, escondiendo mis miradas furtivas detrás del periódico de turno. Me quedé allí observando, escudriñando su rostro, reconstruyendo sus pensamientos por los movimiento de sus manos, del numero de veces que cruzaba las piernas como un arqueólogo del abstracto femenino, de fracaso inevitable; me quedé allí midiendo si tenía el valor de intentar acompañarla, si era el momento correcto.
Entonces sin previo aviso escuche su voz alzarse a media taza diciéndole al asiento vacío: "¡Oh!, como me hiciste falta".
Y luego, como si nada, la vi tomar otro sorbo del mismo café de todos los días, sentada en la misma mesa de todos los días; su semblante volvió a ser el mismo rostro concentrado y apacible que le había conocido en su soledad. Así estuvo hasta las seis, su hora usual de partida, y así estuvo también los días consiguientes, inmaculada, inmutable.
Su visitante no volvió nunca y nunca intentó traerle de vuelta.
Debí haberme alegrado, pero ocurrió lo contrario. Me ensombreció.
La miré de nuevo entre las arenas de sus gestos, y logré ver su osamenta enterrada, como extinta.
"Ella se acompaña de sus hábitos", decían sus huesos, "su pasatiempo son las personas".
Así fue que tomé mi último sorbo, amargo como lo son los últimos. Desde de ese día, nunca más volví a la cafetería.A Emp le gusta esto. -
A mi fantasma
No miento cuando digo que no tengo más para ofrecerte. Eres uno de mis pocos lamentos y sin embargo un repertorio de versos dentro de mí llevan tu nombre. Me haces sentir como un ciervo que vuelve a mojar sus labios en la calmada laguna cada vez que te veo. Cruzo nuestros caminos con poca frecuencia y muchísima intención, y pretendo seguir haciéndolo desde la inocencia.
Tu rostro me habla de días hermosos.
Me devuelves
a casa.
A ti, Emp y Naark Yongork les gusta esto. -
Lepidópteros
Antes solía clavarme las uñas en el esternón, apretar bien los puños y halar en direcciones opuestas para dejar salir las mariposas -habían demasiadas y en ocasiones no me dejaban dormir-. Un día me di cuenta que se había vuelto innecesario el gesto. Dejaron de revolotear. Perdí la cuenta de cuantas lunas pasaron para poder sentirlas de nuevo. Volvieron sin previo aviso, un día en el que ya estaba acostumbrada a la calma. Me sorprendí al reconocerme emocionada por sentir sus alitas batiendo dentro. Costaba creerlo, pero las sentía. Estaban allí, vivas, quizá polinizando flores; quizá finalmente me habían devuelto la primavera.
Así que me abrí una vez más, esperando ver salir pétalos y alas coloridas de mi pecho, sonriendo con esa sonrisa de quienes encuentran un tesoro perdido. Feliz. Me desgarré hasta los huesos
pero sólo volaron polillas. -
A un (des)conocidoDesesperada, supe que no sé quien eres. Le intenté poner a tu rostro vacío todos los rostros que conozco y no calzaron. Parecías ser nadie, y me sentí confundida en la persistencia de.quien si juega al rompecabezas blanco, segura de que la pieza que buscaba estaba allí en alguna parte, en algún rincón, en algún recuerdo, en algún amigo quizá. Tu existencia fue tan cuestionable entonces, pero aún así deseaba estar en el sofá, acurrucada contigo, compartiendo alguna película hasta que nos quedáramos dormidos como un par de niños. Pero no estabas aquí, y ni aunque lo hubieses estado hubiésemos podido acurrucarnos en paz, porque la vida es así, a veces se desincroniza del ritmo de nuestros corazones y no hace realidad los sueños, ni aún los más sencillos.Tom Cabrera 2013
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Sobre cabelleras
Se balancea, rebota, se enrolla, cae pesado y se estira. Hace lo que quiere cuando quiere. Bastante molesto a veces. Insiste en calentar mi nuca, me obliga a amarrarlo, a contenerlo, a retorcerlo. Otras tantas, cuando siento frío, me abraza por los hombros, me protege, me conforta. Es desobediente por naturaleza, pero vaya que sabe ser irresistible, como cuando me acaricia la espalda desnuda con esa suavidad que recuerda a los animales bebés, o cuando se balancea detrás de mi siguiendo el ritmo de mis caderas en síncopa. Me desarma en su contra, me enamora, me hace feliz. Al mirarlo encuentro entre sus hebras los besos de Afrodita.A Eratalia, BARDO, Emp y 1 persona más les gusta esto. -
Androgenismo
Me gustan los zapatos de hombre, esos de color sobrio y cómoda suela baja que no tienen intención de ser elegantes ni mucho menos femeninos; Me gustan sus camisas, usarlas cuan anchas son, ver como caen en mi diminuta figura de mujer los rectos pliegues sobre las curvas naturales. Me gusta como llevan el cabello largo, liso y despeinado, o en rizos pequeños y juguetones, o en ondas principescas sobre los hombros anchos. También gusto de llevarlo así, rebelde como ellos. Me gustan sus músculos, la forma en que sus brazos se definen con curvas poderosas, o cómo la espalda se articula como un mecanismo de intrincadas cerraduras al estirarse y contraerse. Me encantan su comodidad, su simplicidad y su andar despreocupado, pero lo que más les admiro, les envidio y me asombra es que lo que necesitan para vivir les cabe en el bolsillo.
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"You can’t breathe — so you write."
-Mindy NettifeeEl juego del ahogado
Sobrepienso y el tifón que se deshilvana dentro de mi cráneo se escapa por los oídos. Inundo el mundo. Mis pensamientos conforman una marea que retuerce todo lo que existe, todo lo que cubren estas aguas turbulentas. Una dosis aleatoria de asfixia de la que puedo librarme sólo yo, y tan inconsistente como una luna caprichosa, hace que la marea suba y baje hasta la cintura, hasta el cuello, hasta los tobillos, hasta que mis cabellos sean como algas en el fondo. Así voy jugando a ahogarme
combatiendo por dejarme respirar. -
"All places are temporary places"
-Robert Montgomery
TV Estática
Enciendes la televisión para no sentirte sola, y así pasas la tarde. Sin verla. La estática inunda la casa y tus ojos se sostienen fijos en el vacío de una pantalla que emula compañía. La misma compañía que tanto te esforzaste en exorcizar de tus brazos, como hiciste conmigo. Te miro, miro tu casa y ya no encuentro familia ni hogar, sólo encuentro un cuadro modernista de desolación. Te miro.Ya no siento el piso.
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Desiluminadora
Te levantas del sofá para hacer tu ronda desiluminadora, apagando una a una las luces de la casa, quejándote de mi por dejar encendido el bombillo de la habitación, excusando tus molestias detrás del un papel de recibo eléctrico, y yo por dentro me río, preguntándome si no te has dado cuenta de que vivimos en un país populista; me río por lo hipócrita de apagar la luz por la factura en vez de hacerlo por los escasos cascos polares que nos quedan. Regresas al sofá cansada de mi (y de todo) y me pregunto si lo sabes, si estas consciente del por qué de tu propia tristeza, o si sólo la vives y la disfrutas sumergiéndote en ella como en un eterno bautizo de desolación para expiar tu pasado, apagando las luces de ti misma con cada día que pasa.
Allí te dejo. Yo ya no quiero intentar encenderlas. Cada vez que me acerqué tus obsesiones te impulsaron a apagar las mías.
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