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Romance do Douro
Rio Douro, rio Douro
ninguém pra te acompanhar baixa:
ninguém se detém pra ouvir
tua eterna estrofe de água.
Indiferente ou covarde
volta a cidade a mirada.
Não quer ver no teu espelho
sua muralha desdentada.
Tu, velho Douro, sorris
entre tuas barbas de prata,
moendo com seus romances
as colheitas desgraçadas.
E entre os santos de pedra
e as alamedas mágicas
passas levando nas ondas
palavras de amor, palavras.
Quem pudesse, tal qual tu,
quieto deixar as pegadas,
cantar sempre o mesmo verso
mas com diferente água.
Rio Douro, rio Douro,
ao teu lado ninguém baixa,
já ninguém quer atender
tua eterna estrofe que passa,
se não os apaixonados
que perguntam por suas almas
e semeiam nas espumas
palavras de amor, palavras.
Gerardo Diego
(1896-1986)
Tradução e adaptação do poema original em espanhol, Salvador González Moles y Geny Pereira.A malco le gusta esto. -
Tango de invierno
Sola está la noche.
Solo está el invierno.
Sola la tristeza.
Solo el color negro.
Un vaho caliente
acaricia el cuello.
Hoy son las miradas
de fiebre y de fuego.
La espalda se arquea,
se elevan los senos,
hoy todo está curvo
como en el océano.
Hay lágrimas secas
y amor en los celos,
besos de amargura
que roban alientos.
El vino y el tango
derriten el hielo.
Sola melodía:
“Invierno Porteño”.*
* “Invierno Porteño” de Astor Piazzolla -
José María Pemán (1897-1981) escribió este poema a la Virgen del Carmen de Cádiz, que en 1940 volvió a salir en procesión después del periodo en el que el culto cristiano público en España había estado prohibido.
¡Cargadores de la Isla,
mecedla con suavidad,
que lleváis sobre los hombros
a la Reina de la Mar!
Cargadores de la Isla:
esa que vais a sacar
es la Virgen marinera,
que huele a marisco y sal;
la que llamaban Señora
y Capitana, al rezar,
los abuelos que tenían
claras almas de cristal
bajo la recia envoltura
de sus capotes de mar;
la que apacienta las olas
los días de tempestad;
la que esta tarde de julio
el crepúsculo honrará
colgando nubes de grana
por los balcones del mar.
Yo la vi que estaba triste
la Señora en el altar.
Su rostro llenaba el lirio
de una palidez mortal.
–¿Qué te pasa, mi Señora,
Capitana de la mar,
que más que Virgen del Carmen,
pareces de la Piedad?
–Tres años hace, tres años,
que me estoy sin ver la mar,
sin oler las algas verdes
y sin ver la claridad.
¡Mis hijos, los de la Isla,
ya no me quieren sacar!
–No lloréis, Señora mía,
que dice un viejo refrán,
que la fortuna y el sol
igual vuelven que se van.
¡Cargadores de la Isla,
marineros de la mar!:
La Señora estaba triste:
si la queréis consolar,
cuando la saquéis, mecedla
de esa manera especial,
hecha de tango y ternura
y de vaivenes de mar,
como se mecen los santos
desde los Puertos a acá,
¡como no saben mecerlos
en ninguna parte más!
Tú, cargador, que no sabes
rezar la Salve, quizás:
si cuando la saques, meces
el paso, con buen compás,
aunque no sepas la Salve,
Dios te lo perdonará...,
¡que mecer así a la Virgen,
ya es un modo de rezar!A malco, E.Fdez.Castro y El regreso de Alfonsina les gusta esto. -
IA Galo, mi perro, siempre pendiente de mis tristezas.
A Galo que nos ha dejado
La chispa de tu mirada
se te apagó compañero,
ni siquiera ya jugabas
entre el verdor de los henos;
y en una buena mañana
te marchaste sin saberlo
y nos dejaste en el alma
la blancura de tu hueco.
Ahora si me acordara
de tus dos ojos atentos
de cuando yo te llamaba
tendré que mirarme dentro.
II
A Galo, siempre atento a mi gesto
Dónde fuiste con hora tan temprana
apenas caminando de dolores,
sin quejido, tal vez los estertores
de acabar de una vez con la desgana.
Escuchar el silencio es cosa vana
pues no dejas siquiera los rumores
y entre el vago recuerdo de las flores
el tuyo emergerá por la mañana.
Fiel eras, compañero, no importuno,
cada larga jornada solitaria
pendiente de mi gesto entristecido.
Le has devuelto el suspiro, solo y uno,
el divino suspiro, y sin contraria
como siempre obediente te me has ido.
A E.Fdez.Castro, malco y pepesori les gusta esto. -
Me faltan las palabras
para hablar de sus ojos,
negros como la noche
y grandes como un pozo.
También era tan niño
que si lo pienso lloro,
un cuerpo muy pequeño
con su pelito corto.
Cabía en solo un brazo
y pesaba tan poco
que a mí me daba miedo
de darle un beso solo.
¿Dónde se fue ese niño
que ahora apenas noto?,
¿y aquel cuerpo menudo
por qué creció tan pronto?