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Las hojas apenas eran nada
La hojas de ese camino que se florecía,
eran solo una pizca de lo que la vida le había regalado;
una sensación de calma con él mismo
acompañada de un silencio reflexivo
que le hizo ver lo especial que es vivir.
Esa conversación interna que despierta al niño sin rumbo,
es lo que le hace ser quien es.
Ese niño que camina por un laberinto rocoso con zapatos de oro
improvisando sobre la amargura y el miedo
sobre una sombra infinita que parece brillar.
Tal es la inocencia pobre de ese niño
que no es capaz de ver el fondo del camino.
Ese niño que siente latentes chispazos difíciles de disimular,
viéndose, así, en su gesto, esa parsimonia destructora
que lo consume.
Ese niño controlado por el Tiempo, que desea vencer,
que desea descubrir en silencio qué es la música,
que le invade el ser amado, que está lleno de querer.
Ese, solo, que espera con impaciencia a que la luz
que asoma por debajo de la puerta alcance a iluminar
la habitación entera, llegará a escribir con sus manos
un cuento que nadie leerá; un cuento apartado de la oscuridad
que jamás nadie leerá.
Un cuento que narrará la verdadera historia de su vida.
José María González Alconchel, noviembre de 2019.A malco y E.Fdez.Castro les gusta esto. -
Mi sueño
No hay nada más bonito que volar.
Me refiero a volar contigo, de la mano.
Me miro al espejo todas las mañanas
y pienso en cómo luchar, en cómo ganar mi batalla;
soñando en algún día en que, sin buscarte, aparezcas.
Y aparezcas para quedarte. Siempre.
Pero la verdad no es tan sencilla, no es tan sencillo todo.
La guerra no se gana mirándose uno mismo en el espejo.
La guerra, nuestra guerra, la ganamos mirando al horizonte.
Somos muy ciegos. Todo lo vemos oscuro.
Debemos levantar la mirada, y mirar a quien queremos.
A esa persona con la que volamos.
Es triste volar solo sobre el vacío constante.
Volar solo por odio, por terror, por amargura.
En cambio, volar contigo es el sueño de mis luchas.
Porque no imagino una vida
sin tu olor, sin tu mirada, sin tu gesto, sin tu voz.
Porque no imagino una vida sin ti.
No la imagino.
Por eso, esta mañana..., cuando aparté mis ojos del sueño,
cuando he sentido en mis pies el frío suelo,
cuando me encontré en el espejo, me he prometido una cosa,
jamás te dejaré de mirar. Porque aunque choquemos
lo haremos juntos, nos levantaremos juntos.
Tú y yo, hasta el fin del mundo.
José María González Alconchel es el quinto de mis hijos.A malco le gusta esto. -
Voy a desnudar mi verso
Voy a desnudarme del verso que con caricias me oprime
dejaré de lado los puntos las comas los signos innecesarios
dejaré fluir el verso torrencial de los neveros de abril
para escribir éstos que lleguen junto a tu patria
ahora convulsa ah la patria hermana ah la poeta hermana
y te escribiré recordando las sombras de los días sin fin
recordando aquel pasillo del hospital donde moría
junto a otros más muertos que yo más ausentes que yo
mas ay que tras revivir por instantes aquellos días
he dejado salir mis fantasmas de nuevo al corredor
y en un poema que encuentro a la vera del abismo
y de pronto a la vera del abismo alguien me ha tocado
el hombro asombrado de soledad y se asombró con el roce
y tras el roce unas palabras menos que complacientes
me han hablado de todo pero más que de todo
me han nombrado a ese Ser que se es fin de todo
del principio de la luz de los mares las plantas
que es el medio el camino el final de los los hombres
pero no de esa masa de hombres que no tienen nombre
porque llama uno a uno y les mira a los ojos
como a mí me ha mirado al leer tu poema.