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MALCO
MANUEL LÓPEZ COSTA
©Todos los Derechos Reservados

Queda prohibida la reproducción total o parcial
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Copyright © Todos los Derechos Reservados.

http://www.mundopoesia.com/foros/blogs/malco.101138



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  1. [​IMG]

    Delirio

    Sahúmas de embriagantes aromas
    impasible y distante los percibo
    invadiendo el espacio donde asomas

    en sus esencias me siento perdido,
    de humo son tus pasos, tras ellos me desvivo
    hilos de seda tus abrazos en la lluvia de tus ojos vivo,
    tu risa cantarina
    cristalina cascada
    libélulas azules
    semejan tu mirada,
    y como el Sol del poniente
    de encendidos rubores
    tu rostro es ocaso
    de encarnados fulgores.
    Despierto en los bordes de la espesa noche
    lo oscuro se aparta al renombrar tu nombre
    en ecos tardíos el temor se esconde
    y un grito que clama tu amor responde,
    vuelo sobre mi mismo ,vuelo raudo, vuelo lento
    vuelo en mis adentros, en central mutismo
    persigo tu voz en el vital latido
    poro a poro por tu piel me deslizo
    me siento en la nada y no te consigo
    y un remanso de versos tu rumor me ha traído
    temblando de amor te he conseguido
    abrazo tu sombra y se desvanece
    traslucida y clara tu cuerpo aparece
    tu rostro en rubores en mi alma refunde
    y en pasión y delirio nuestro amor se confunde.




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    No sé.

    No sé si fue en solsticio no se si en plenilunio
    no sé si fue en otoño o cuando este infortunio
    no sé si me desgarra no se si me devora
    no sé si me conmueve no se si mi alma llora,
    no sé si es precipicio no se si es mala hora
    no sé si honda brecha o mi voz que triste implora.

    Porque si en las soledades se esconde el desespero

    sufrir así no quiero en estas tempestades
    y si olvidar no puedo y llénome de amargura
    no se si es locura o permanente ruego.

    Oscurecidos quedaron sombríos los momentos
    en cavernas del Averno yermos y baldíos
    arrancaste de mi pecho lo mas puro y tierno
    y en su lugar dejaste un gélido vacío,
    esa oscura noche sin luna en mi penar
    dejaste al marchar con tus pasos veleidosos
    tras de ti un hondo foso donde enterrados quedaron
    el amor y la ilusión y mi pobre corazón de latidos desolado,
    y en el frío mármol de la solitaria huesa
    cargado de tristeza llevo a diario flores
    lirios,claveles y azahares y sin rencores mis pesares
    las flores no guardan penares
    las flores guardan amores.




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  3. [​IMG]
    Rara ave.
    Cumbre de inaccesible cima, morada de la inquieta luna
    númen de suave soplo, inflama el estro de mi pluma
    cincela las letras de mis versos, aleja la espesa bruma
    vuelve claridad y esfuma las espinas y los cierzos.
    Vierte en su candor las castálidas aguas, aposenta en sus honduras
    el cristal de mis lágrimas, vuélvela sensible al clamor que me tortura
    abre su corazón a mi desventura.

    Si he de padecer en lejana indiferencia, el horrísono sentir de no tenerla
    se sufre mas que en alejada ausencia con breve cercanía no poseerla.
    Giran las deshoras de mi tiempo, senderos pedregosos he pasado
    siento el vendaval sosegado, llegando la calma a mi tormento,
    ásperos momentos han partido, habitan en el reino del olvido
    son hojas amarillas, tristes pergaminos, atadas con las cintas del destino.

    El amor es rara ave que repentina emigra
    dejando soledades y cruentas amarguras
    y con distinto plumaje a otro rumbo arriba
    posando con sus alas sus frágiles ternuras,
    sufre el que sigue amando, cuando al que quiere ha partido
    sin resignarse a que no es querido, niégase a darle olvido,
    y en su cardinal tristeza, rechaza ser querido
    pero tampoco quiere por lo tanto que ha sufrido.

    Mas pasada la conmoción de otrora
    restañados los pesares por el tiempo
    devuelta el ave en su demora
    imperceptible vuelve a su aposento
    y de las briznas de paja en el viento
    recógelas con su frágil pico
    y vuelve en renovado encuentro
    a traer su amor melifluo.

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    Rara ave.
    Cumbre de inaccesible cima, morada de la inquieta luna
    númen de suave soplo, inflama el estro de mi pluma
    cincela las letras de mis versos, aleja la espesa bruma
    vuelve claridad y esfuma las espinas y los cierzos.
    Vierte en su candor las castálidas aguas, aposenta en sus honduras
    el cristal de mis lágrimas, vuélvela sensible al clamor que me tortura
    abre su corazón a mi desventura.

    Si he de padecer en lejana indiferencia, el horrísono sentir de no tenerla
    se sufre mas que en alejada ausencia con breve cercanía no poseerla.
    Giran las deshoras de mi tiempo, senderos pedregosos he pasado
    siento el vendaval sosegado, llegando la calma a mi tormento,
    ásperos momentos han partido, habitan en el reino del olvido
    son hojas amarillas, tristes pergaminos, atadas con las cintas del destino.

    El amor es rara ave que repentina emigra
    dejando soledades y cruentas amarguras
    y con distinto plumaje a otro rumbo arriba
    posando con sus alas sus frágiles ternuras,
    sufre el que sigue amando, cuando al que quiere ha partido
    sin resignarse a que no es querido, niégase a darle olvido,
    y en su cardinal tristeza, rechaza ser querido
    pero tampoco quiere por lo tanto que ha sufrido.

    Mas pasada la conmoción de otrora
    restañados los pesares por el tiempo
    devuelta el ave en su demora
    imperceptible vuelve a su aposento
    y de las briznas de paja en el viento
    recógelas con su frágil pico
    y vuelve en renovado encuentro
    a traer su amor melifluo.

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  5. [​IMG]

    Rosas sangrantes.


    Era la hora de la existencia, hora de la víbora oculta
    hora de emerger las culpas, hora de la permanencia
    era vital consecuencia, razón y causa del todo
    sumergido hondo en el lodo, ocultando las apariencias.

    Era un rasgo perdido, era una seña de olvido
    era un grito anhelante, entre rosas sangrantes
    incierta certeza desnuda, verdad en la cuesta escarpada
    cimera y falsa mentira, espejo que al alma acíbara.

    Era perenne nieve del tiempo, espacio y lugar sagrado
    era el eco callado, silencio de voz sin aliento
    rostro de gesto anunciado, presagio de acierto fallido
    camino de rumbo perdido, sendero de paso extraviado.

    Era leño ardido y quemado, era sombra de talle alargado
    era predica al vacio caída, era abierta y húmeda herida
    era fuego de grana encendido, huella latente perdida
    verbo y palabra en hilachas, fosa de sueños y olvido.

    Era un lejano horizonte, noche de insomnes desvelos
    ocaso de sol poniente, reflejos del desconsuelo
    pasos de un caminante, rumores de un aluvión
    penares de un corazón latiendo entre rosas sangrantes.






  6. [​IMG]

    Rosas sangrantes.


    Era la hora de la existencia, hora de la víbora oculta
    hora de emerger las culpas, hora de la permanencia
    era vital consecuencia, razón y causa del todo
    sumergido hondo en el lodo, ocultando las apariencias.

    Era un rasgo perdido, era una seña de olvido
    era un grito anhelante, entre rosas sangrantes
    incierta certeza desnuda, verdad en la cuesta escarpada
    cimera y falsa mentira, espejo que al alma acíbara.

    Era perenne nieve del tiempo, espacio y lugar sagrado
    era el eco callado, silencio de voz sin aliento
    rostro de gesto anunciado, presagio de acierto fallido
    camino de rumbo perdido, sendero de paso extraviado.

    Era leño ardido y quemado, era sombra de talle alargado
    era predica al vacio caída, era abierta y húmeda herida
    era fuego de grana encendido, huella latente perdida
    verbo y palabra en hilachas, fosa de sueños y olvido.

    Era un lejano horizonte, noche de insomnes desvelos
    ocaso de sol poniente, reflejos del desconsuelo
    pasos de un caminante, rumores de un aluvión
    penares de un corazón latiendo entre rosas sangrantes.






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  8. [​IMG]

    Sepias hojas

    En el solar silencio del central boscaje
    pasado el tiempo de húmedos verdores
    pleno de luz en sus áureos clarores
    caen de sus frondas el reseco ropaje,
    pierden sin demora sus ocres hojas
    dejando en la desnudez al arbolar ramaje
    el suave viento de su marchitez las despoja
    cubriendo de otoño al arbolado paraje.

    Un manto bronzino deja tendido
    ofrenda ritual de perpetuo signo
    morir y nacer mandato divino
    anuncio vital complejo acertijo,
    eterno girar de acendrado destino
    que nada es eterno renovarse es su sino.

    Es breve el tiempo que hayamos vivido
    sea una centuria lo permanecido
    no es sino un soplo un leve suspiro
    del infinito espacio
    en el universo expandido,
    somos barro, somos polvo
    somos huesos, cenizas somos
    somos puntos suspensivos
    anverso y reverso confundidos
    fuego candente, gélido frío
    aguas que caen a un mismo río.

    Somos apenas un breve instante
    un punto de luz de existencia vaga
    un vaho de humo esfumado y distante
    rescoldo encendido que al momento se apaga.

    Somos la vida somos la muerte
    atados con hilos de trama muy fuerte
    somos vestigios de antiguos presentes
    habitantes efímeros a su tiempo ausentes.
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  9. [​IMG]
    Humo.

    Colmas lo íntimo lo inmenso, plenas de luz los espacios
    siento en el vibrar lo intenso, en el roce de tus cálidos labios
    percibo de callada manera, el silencio de tus frágiles pasos
    deslizándose sin fronteras, recorrer sigilosos despacio
    con pies de fuego inmutable, calcinar mi raíz y mis tallos,
    fulgente claror misterioso, intimo clamor confundido
    rielo que invades de acoso, inquietando mis calmos sentidos
    emerges en ignoto momento y me envuelve el tupí de tus brazos
    y con aromado vaho tu aliento, me sume atado a tus lazos.

    Perduran los sueños y ocasos de encuentros de ardor y escondidos
    exhausta de amor en mis brazos y a la pasión de tu amor rendidos
    viertes tus caudalosos quereres, en el aljibe rebosante de mi alma
    desbordando profusos sentires, dejando su alivio la encalma,
    mas luego de pasión encendida con ávidos deseos provocas
    despertando en mis crudos instintos un febril arrebato trastoca,
    mis sentidos enseguida desbocas, sin control en tropel de estampida
    como mar con furia en crecida mi pasión en tu cuerpo se aloja.

    Tienes el sensual aroma, esencias de raros lugares
    misterios que en tu andar asomas, dejando una estela de mares
    gacela ligera semejas de grácil hechura el tormento
    felina criatura que embriagas con la cadencia de tus movimientos.

    Remontas en altura tu vuelo, con alígeros pies de cristales
    y en la cima de tus pedestales permaneces inclemente a mis ruegos,
    desciendes con poses altivas y renovado plumaje
    y en constelados rituales a mis deseos avivas,
    a tus redores perfumo amalgamado en tu aliento
    como humo te siento y en mis adentros te asumo.










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  10. [​IMG]
    Vértigo.

    En sonámbulos andares por caminos siderales
    en el centro de la nada y perdida la mirada
    con el tiempo en sus umbrales, entre rocas y sombrares
    intangible la conciencia, en espacios invisibles
    entre la razón y la demencia, en la línea imperceptible
    que frágil las separa, en demiúrgicos lugares
    de misterios similares, caviloso meditaba.

    Donde el origen se esconde y las voces no responden
    donde nada se mueve y con el tiempo detenido
    donde concurren los destinos por caminos intuidos,
    en laberintos abismales y brumosas soledades
    separado de la carne, de la sangre y de los huesos
    alejado muy distante de espíritus aviesos,
    con inquieta alma quise hacer un seguimiento
    adonde van las almas de codiciosos y avarientos
    y sin poder saber lo que el misterio encierra
    a donde van también los que fomentan las guerras
    en espíritu desnudo sin la piel de mi ropaje
    sobre ese raro mundo di un lento viraje
    y un eco de sombras con ecos ancestrales
    con una voz rotunda de fuerzas vitales
    desde lo profundo en ocultos lugares
    los injustos y malvados se quedan en tu mundo
    son almas que penando de modos singulares
    atrapan otros cuerpos que mueren al nacer
    y con ellos van creciendo ocultos en su ser,
    malignos habitantes de guerras y miserias
    tienen el fuego eterno criaturas del Averno.









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  11. [​IMG]
    Vértigo.

    En sonámbulos andares por caminos siderales
    en el centro de la nada y perdida la mirada
    con el tiempo en sus umbrales, entre rocas y sombrares
    intangible la conciencia, en espacios invisibles
    entre la razón y la demencia, en la línea imperceptible
    que frágil las separa, en demiúrgicos lugares
    de misterios similares, caviloso meditaba.

    Donde el origen se esconde y las voces no responden
    donde nada se mueve y con el tiempo detenido
    donde concurren los destinos por caminos intuidos,
    en laberintos abismales y brumosas soledades
    separado de la carne, de la sangre y de los huesos
    alejado muy distante de espíritus aviesos,
    con inquieta alma quise hacer un seguimiento
    adonde van las almas de codiciosos y avarientos
    y sin poder saber lo que el misterio encierra
    a donde van también los que fomentan las guerras
    en espíritu desnudo sin la piel de mi ropaje
    sobre ese raro mundo di un lento viraje
    y un eco de sombras con ecos ancestrales
    con una voz rotunda de fuerzas vitales
    desde lo profundo en ocultos lugares
    los injustos y malvados se quedan en tu mundo
    son almas que penando de modos singulares
    atrapan otros cuerpos que mueren al nacer
    y con ellos van creciendo ocultos en su ser,
    malignos habitantes de guerras y miserias
    tienen el fuego eterno criaturas del Averno.









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    La Libertad
    “ Deus in nobis”
    ( Un fraile incomodo)




    Hecha a la mar "La Deseada”, queda en soledad "La Libertad” atada al muelle.
    Su carga deshonra su nombre, ominosa y cínica la alegoría de su armazón, en cubierta frente al puente clavado a uno de los palos, inscrito en un tablón se lee de primeras la bienaventuranza:
    “Beate pauperes spiritu”
    “Bienaventurados los pobres en el espíritu”, los que desprecian del mundo sus bienes, porque de ellos es el reino de los cielos; frase bíblica de humildad y desprendimiento que colocada en este nave infame de carga negrera ofende el sentido de enseñanza que transmite.

    Arribó “La Libertad” al puerto en la serenidad de la noche, silenciosa se adentró al muelle como cuando se escabulle de sus malos actos el timador; luego de recorrer de rada en rada las costas occidentales de Africa a la caza de “Piezas de ébano”, eufemismo sórdido para tan penosa carga.
    Sujeta por gruesas cadenas atadas al arganeo, el ancla es echada al fondo del mar, asegurando la nave para que no bornee.

    A bordo los tripulantes se echarán a descansar, al clarear el día se inician las labores y las órdenes son repartidas.

    Un marino abre el tambucho y, desde el portal de entrada de las bodegas donde yacen los esclavos, se cuela la claridad lastimando sus ojos, lóbregos días de silencio han adormecido sus instintos.
    Un olor acre, agraz, indefinible y pestilente penetra cada rincón; un denso vaho nauseabundo hace al aire irrespirable. Encadenados, sudorosos los cuerpos, amontonados, rozando en sus desnudeces sus pieles con purulentas llagas y bubas, como amasijos mal olientes sobre sus propias excresencias, echados a la buena de Dios, parecieran esperar resignados como lazarinos el fin.

    Látigo en mano desde la cubierta, el mayoral les ordena salir, sin entender palabra adivinan el mandato, algunos de puros enfermos y derribados por la fiebre y la debilidad ni siquiera intentan incorporarse, otros a duras penas lo hacen ayudados por los más fuertes. Mujeres y niños van ascendiendo de primeros, los encadenados en una suerte de contorsionismo logran pasar el estrecho pasadizo bajo la voz amenazante del mayoral.

    Abajo quedan tirados a su suerte los desahuciados en un canto fúnebre de lamentos y gemidos, las bodegas serán baldeadas tratando de aplacar la mortecina que todo lo invade.


    En la travesía desde África, treinta y cinco desdichados fueron arrojados en alta mar al no resistir el suplicio del encierro. Aún faltarán muchos que no alcanzaraán a ver el verdor de los bosques ni las azuladas aguas de las costas del “NUEVO MUNDO”, perecerán quizás con el delirio febril de alegres cacerías en las praderas africanas, agazapados bajo la sombra del boabad, en la espera de alguna presa, o quizás sentirán la presencia ilusoria de mujer e hijos de los que fueron separados.

    En cubierta, atontados por el encierro, aspiran las fragancias marinas de primavera que la brisa les regala: como bálsamo sienten aquellos aires dándole un soplo de vida y por instantes desatan la fantasía frustrada de la libertad. Desarraigados de sus tierras y familias no son sino sombras fantasmales que gravitan sin sentido.

    En un descuido fugaz, un negro fornido, con apariencia de guerrero, logra sacar del cinto de uno de los marinos el alfanje que le cuelga y, con un movimiento certero, se degolló; desplomándose, la sangre fluye a borbollones de su cuello y su cabeza rueda sobre el sucio entablado de cubierta; en su rostro, detenido, un rictus tenebroso impresiona.

    Sorprendidos, el resto se alborota, invadidos por el pánico y en la batahola de gritos y llantos el mayoral intenta poner orden con el látigo, en tropel corren arrinconándose en una esquina de popa, de seguidas son cercados por marinos armados, al momento el cuerpo del degollado es arrojado al fondo del mar.

    Asida por los cabellos la cabeza es sostenida por el mayoral y enseñada perversamente a los aterrados esclavos; un murmullo salido del rincón de popa se sobrepone a los gritos de los marinos y en una mezcolanza de lenguas y jergas enrevesadas parecieran salmodiar misteriosas teogonías africanas que encomiendan a sus deidades la pobre alma del desdichado que acaba de morir.

    Un gélido escalofrío recorre al mayoral haciéndole retroceder, inmóvil, la escena se le vuelve borrosa, aterrados por la alucinante visión parecía que la cabeza sostenida por el mayoral no se hubiere desprendido del cuerpo lanzado al mar, como silueta etérea ven el cuerpo acercarse, solo cuando el mayoral soltó la cabeza se desvaneció la alucinación.

    Estáticos sienten la pesadez de sus cuerpos y como la salmodia reposa en sus oídos.

    Un raro aire los envuelve con un olor acre, el mismo que sintieron en los manglares africanos, el mismo que despide la serpiente TAGUR, que le basta con la mirada para matar a quien se le acerque a sus predios, y en un instante la víctima queda enteca al succionarla y se convierte en polvo, no dejando rastro alguno de su presa.

    Las tripulantes aterradas salen despavoridos hacia el puente y un sobrestante en alocada carrera va en procura de algún sacerdote que conjure el misterioso sortilegio.

    Acto seguido un anciano y piadoso clérigo trashumante fraile, andariego de lejanos caminos, sobreviviente de pestes, pelagras y fiebrunas en escondidas aldeas y boscosas regiones de las Indias, peregrino inmutable de la fe, aparece como espectro luminoso; enérgicamente, ordena trasladar a cubierta al resto de los esclavos que se encuentran en la bodega, cientos de estos desdichados han asistido y curado en la Plaza de la Cebada y en la amurallada Cartagena de Indias y defendido de las tropelías a los esclavizados.

    Contrariados y bajo protesta los aterrados sobrestantes, luego de soltar las cadenas de las bronzas, suben en angarillas los despojos moribundos de esos miserables desamparados, puestos en hileras sobre cubierta en lamentos y retorcimientos sufren sus agonías.

    Con mirada dulce y paterna los consuela, acariciando sus frentes no da muestra alguna de asco, acostumbrado al trato con lazarinos, pestosos y mendigos en recónditos lugares de pobreza, su alma y su cuerpo están curados.

    Con santa abnegación humedece sus labios con un jirón de bayeta embebida en agua y, hablándoles en baja voz, los alienta y reconforta con su misericordia.

    Con los ojos cerrados sienten su suave contacto, no entienden sus palabras pero la poderosa energía y bondad que emanan de sus manos los reanima.

    De su raído talego saca algunas monedas y manda por frutas: naranjas, albérchigos y membrillos son sorbidos con fruición; sus lenguas cárdenas y correosas lamen las pulposas frutas y escurren sus jugos sobre sus arpados pechos.

    Manda asear la bodega de la sentina, el vigor y la autoridad de sus palabras hace que obedezcan inmediatamente, incorporándose se dirige al rincón de popa, temblorosos y agazapados unos contra otros miran con asombro al enérgico fraile, sacando de su talego un pomo de agua bendita recita oraciones en latín y rocía el agua sobre sus cuerpos bendiciéndoles, incrédulos van inclinándose y le muestran adoración, desconocen el ritual pero quizás sientan semejanza con la adoración de sus dioses; milagrosamente los que están echados sobre cubierta que momentos antes eran despojos, comienzan débilmente a incorporarse e imitan al resto en su adoración.

    La mayoría de los tripulantes han abandonado la nave temerosos y cuentan en el muelle que el fraile exorciza la embarcación pues Belcebú o Bucirago había poseído los cuerpos y las almas de los esclavos.

    Baja a la bodega, abre los cerrojos de las puertas de camaranchón y sahúma de ámbar y mirra todo el lugar, esparce aguas de olor e inmóvil piensa en las miserias humanas. Absorto en sus pensamientos, se arrodilla y comienza a orar, se avergüenza de la codicia y la crueldad de sus semejantes y como se profana la fe, muchos inhumanos tratos han visto sus cansados ojos. Así en la clerical Tunja, desde la celda de la buhardilla del convento, una fría tarde de cortantes vientos de Páramo, ante el repentino barullo, asomase a la ventanilla y ve como atado a las grupas de dos caballos por los brazos era desmembrado hasta morir un negro esclavo capturado, luego de tres días de persecución por haber huido de los maltratos del mayoral, y su cabeza colgada a un árbol en una jaula en el camino real, como macabro anuncio para que sirviera de escarmiento; o como en Portobelo, otro negro esclavo era echado a una jauría de furiosos perros, destrozándolo hasta perder la humana forma, acusado de hurtar del tabernáculo del “Santísimo Sacramento” un collar perlado, trágica injusticia, pues al siguiente día aparecía la prenda dejada al descuido, por olvido del senil sacerdote, en el sagrario, sin causar remordimiento alguno. Y un tercero en Chuquisaca, quemado vivo junto a su mujer en la hoguera de la inquisición, ante los ojillos de vulpeja del inquisidor, que se solaza en su sevicia; torturados en los crueles suplicios del cepo hasta hacerlos confesar lo que el inquisidor quería, acusados de brujos dizque por hacer “Licenciosas ceremonias y ritos diabólicos, en los que preparan cocimientos extraños con sapos, lagartos, pelos de gato negro y misteriosas yerbas y polvos, invocando y adorando imágenes de espantos malignos y hasta al mismo demonio”.
    Vanitas Vanitatis

    Mucho tiempo atrás, en la una visita del cardenal y su comitiva al convento de Tolu, había causado revuelo y los preparativos para su recibimiento fueron arduos, comprobaba la veleidad humana. Luego de acabados los actos religiosos, en agasajo les fue ofrecido un suntuoso banquete; alrededor de una enorme mesa el purpurado y su comitiva, caballeros y damas de la mayor nobleza, ministros del tribunal del santo oficio, priores y personajes opulentos, conversan de frivolidades y vacías pretensiones, obligado a asistir se encuentra sentado como ausente nuestro fraile de marras, en silencio observa y escucha las gotosas conversaciones sobre dinero, poder o simple vanidad.

    Ante grandes copas de vino, los clérigos hablan de las órdenes religiosas, de las propiedades adquiridas y de las rentas que perciben, al serle colocada ante sí una copa de vino recita en voz baja: “Domine, si potest fieri, transeat a me calix iste”, padre mío, si es de tu agrado, aleja de mi este cáliz. Piensa con qué fácil y suma profanidad conversan los encargados de impartir de palabra y obra la humildad y la fe, cómo sus avaricias y codiciosos actos y pensamientos entregados a las debilidades de la carne deshonran sus espíritus. Ve con desprecio cómo devoran con gula insaciable los suculentos manjares y almibarados postres, cómo se deshacen las palabras y el moralizante sermón predicado en el oficio religioso.

    A su lado uno de ellos comenta sobre su próspera renta y del buen negocio hecho por la compra de una enorme casa con un gran solar:

    --A vuestra merced ha de darle gruesas prebendas vuestro magisterio—interroga al fraile.
    --Usía, desnudo como nací, necesito de poquísimas cosas para vivir.

    Sorprendido con un gesto de desaire, lo ignoró el resto de festín.


    Terminadas las oraciones se dispone a subir a cubierta el anciano fraile, un rumor se escurre a la bodega y lo pone alerta, la intuición lo hace pensar en el mayoral, presuroso sube, la tripulación ha regresado a la nave y reinicia sus labores, una sensación lóbrega se siente.

    Sobre un escabel, un malencarado personaje de siniestra figura y curtida piel, ralos y desaseados cabellos y descuidado ropaje, riñe con algunos marinos, un defecto en un ojo acentúa su ruda y terrible estampa.

    --¿ Que ocurre? --pregunta el fraile--
    Dándose vuelta, sorprendido, lanza una mirada fulminante.

    --Han muerto cinco de estos miserables negros y he ordenado lanzarlos al mar .
    --¿Quién es vuesa merced?
    -- El dueño de la carga.--responde ufano.
    --No sentiría tanto orgullo del tráfico infame de un semejante, innoble oficio el de negrero, que imponéis todo el abuso de vuestras desmedidas codicias.
    -- El del rentable oficio querréis decir.

    Enfrentados la bondad y la maldad, se dirige el fraile hacía los desdichados que murieron, los bendice y saca un frasquito con los "santos oleos", unge sus frentes y su oración de extremaunción se esparce por la nave.

    Ordena le traigan mantas y comienza a amortajarlos:

    --¿Qué hacéis"
    -- Aprestarlos para su cristiana sepultura, no permitiré sean arrojados al mar como vulgar carnada.

    La quietud del momento pareciera haber detenido el tiempo.

    Contrariado arroja un escupitajo y una gruesa palabreja entre dientes delata su ira; nunca antes fueron desobedecidos sus mandatos, pero tal era la determinación del fraile y el rigor de sus palabras, que atónito el siniestro personaje se retira sin protestar.

    Pide sean puestos sobre las angarillas los cuerpos amortajados y ordena le sigan, en soledad marcha el cortejo fúnebre, ni un alma se ve en el recorrido.

    Un lúgubre cierzo recorre el puerto, un silencio mineral se impone, medrosos se escabullen todos, presurosos huyen como si fueran a alcanzarlos la peste.

    Ignorantes, los domina sus temores y vivas supersticiones, entienden como trágico mensaje "El entierro de negros".
    Al fin, luego de un buen trecho en un descampado de las afueras, cavan las fosas y les dan sepultura.

    Desde aquél instante el sitio quedó proscrito, unos contaban haber visto a los cinco negros en oscuras noches en extraños bailes con sus cuerpos brillando como espectros luminosos; otros haber escuchado gemidos y lamentos; y unos terceros ruidos de cadenas arratrandose; y aún otros cantos en lenguas desconocidas.


    http://www.mundopoesia.com/foros/blogs/malco.101138/
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    Vital

    Rindes al vital espacio
    confundida en sus madejas
    y a tus pies de amor resascio
    el penar que en tu alma aquejas.

    Si sufrir es un tormento
    un camino de torturas
    procuro con gran aliento
    calmarte las amarguras.

    Ofrezco todo lo inmenso
    de mi alma lo inmarcesible
    de mis quereres lo intenso
    quererte mas imposible.

    Albor de los candeales
    de sus espigas tus besos
    en tus rubiales nidales
    seamos sumisos presos.

    Atados con tersos lazos
    gordiano nudo invisible
    en el tupí de tus brazos
    rendirme a un sueño apasible.

    Eres sol como eres luna
    naranjo en flor suave aroma
    soplo austral de inquieta duna
    sombra fiel de roja abroma.

    Siento el latir de tu pecho
    latir muy dentro del mío
    henchido amor al acecho
    colmar tus noches de frío.


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    Luna y lumbre

    Lumbre que aromando esparces,fragancias de pinares

    aroma los engarces, que avivan mis ansiares,
    orla con luz de luna el fulgor de su mirada
    prende en mi el ardor con pasión desenfrenada.
    Rinde luna tus destellos y en la noche deja estelas
    de zafiros y de espliegos que con candor encelas
    al lucero que te ronda en su eterno andar errante
    y te corteja delirante hasta que tu rostro afonda.

    Espero en impaciencia con vehemencia anhelante
    tu erguida presencia de ribete insinuante
    cristal de astral pureza que en mi centro gravita
    dejando su terneza en mi esencia que palpita.
    Habitante permanente en mi alma su morada
    tormenta, lluvia y trueno clara luz en mi alborada,
    de calandrias, de jilgueros y de inquietos zorzales
    en su arrullante voz semejan sus trinares.

    Luna y lumbre de distintos fuegos
    alumbren los senderos de pinares y cedrales

    muéstrenles las huellas, que dejaron mis penares
    cuando con sus indiferencias, me llenaron de pesares.

    Lumbre que con luz de luna ardes, en las noches infinitas
    y en tu crepitar acuitas, mis sueños en desvelos
    ven y calma mis anhelos, plenos de pasión ignita.


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