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MALCO
MANUEL LÓPEZ COSTA
©Todos los Derechos Reservados

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    A Alizée, Anamer y Manuel Bast les gusta esto.
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    En homenaje a
    Denzil Romero
    en

    El Invencionero.

    Barroco

    Cercano al castillo de Marueth en los campos de Perigord
    bajo un bochornoso calor vagabundeando un verano
    bajo un sol tirano a una taberna entré,
    de románica hechura y empedrada pared
    su techumbre abovedada de cañón seguido
    con arcos de medio punto y germinadas columnas sostenido
    hiciéronme sentir ilusorio a muchos siglos de distancia
    hasta percibí las fragancias de bálsamos sanatorios.

    Gonfalones y arambeles de colores desvaídos
    ornaban inánimes los muros, en volátiles hilachas raídos,
    una anciana chimenea de años sempiternos,
    a la espera del invierno,
    aguardando a su lado, en bultos acomodados,
    podaduras de naranjos, olivos y castaños
    arderán con fuegos francos como en tiempos antaños.

    En repisas de madera de troncos añosos,
    descansan in illo tempore,
    innumerables cacharros, de cobre patinoso
    cerámicas de Beauvais, lamparas de peltre,
    de mármol, figuras ecuestres,
    llevaronmé
    en el viento a épocas rupestres.

    Mohosas tiras de embutidos,ristras de ajos apergaminadas,
    vejigas llenas de manteca con cuerdas se hallan colgadas,
    banderas amarillas, indigas y azules con enseñas feudales
    pendían en el techo como en tiempos medievales.

    Pareciamé un brumoso sueño, aquél encantado lugar,
    que no quisiera despertar, de este barroco ensueño,
    en presencia del tabernero, un anciano barbilimpio,
    de largo cabello cano, en sus ojos radiante brillo,
    bonete de colorada lana,almilla de bayeta verde,
    ajustados calzones de punto, no hay nada, que en él concuerde,
    recostado indolente, sobre uno de los mesones, pareciendo estar ausente,
    se dedica a pasar el tiempo con desaire displicente
    sin esperar a nadie, ver pasar las horas, simplemente.

    Quizás para ahuyentar su propia modorra
    con súbito azoro y cansada ajorra
    vino a darme la bienvenida y con mirada perdida
    estrechándome la mano en actitud agradecida,
    dijo que en muchos años, difíciles de recordar
    ningún pasante había entrado, ni por asomo, en aquél lugar,
    en contenta ceremonia y a largos trancos,
    buscó una hogaza, de pan blanco y enseguida me previno,
    en un instante le consigo una jarra de espumante vino,
    sentados sobre escabeles nos dimos a la conversa
    con voz aguardentosa,milenaria y añosa de gruesos cascabeles,
    fue tartajeando una historia del antiguo lugar,
    antes si que era éste un sitio concurrido
    poetas,trovadores y auténticos juglares
    de apartadas regiones y distantes pejugares
    y en competidas justas de interminables noches
    y frenéticas embeodadas, como cosa encantada, eran grandes los derroches.

    Ante el compartido embeleso de reyes y señores
    hidalgos de gotera,burgueses lombardos y nobles redentores,
    garrulos,rufianes y artesanos menores,
    damas de linaje,pelanduscas, militares,
    soldados mercenarios, crueles, sanguinarios
    entre otros los peores, dispuestos en francachelas,
    dejar la cruz de sus pagas, entre vino y mujerzuelas.

    Danzas y baladas,cantigas y sonetos,
    coplas,desacuerdos, razós y cuartetos,
    saludos de amor,serventesios y tercetos,
    en torneos de veranos, en sus noches con sus días,
    las horas transcurrían, en interminables retos.

    Barricas de generoso vino del Ródano y la Provenza
    vinos blancos burbujeantes y exquisitos entremeses
    entre bombos y platillos el gran festín comienza,
    perdices trufadas de Burdeos,arenques ahumados de Borgoña
    erizos del mar Cantábrico,jamones de Paderbon
    salchichones de Gotinga,vinos de graduación
    hongos de Alsacia,embutidos de Lorena
    foie-gras de cebados ganzos,finos pates de morenas,
    asados de ternera,faisanes y gacelas
    lechones,jabalies y venados en cazuelas.

    Alojados en las ventas y posadas o en simples tarantines
    en improvisadas tiendas o sucios carromatos
    participes y mirantes van llegando de ha por ratos,
    de Aquitania, de Turena, de Barcelona o Lombardia
    se llegan sea de noche se llegan sea de día o de cualquier rincón,
    de lejuras o cercanías o más allá del Rubicón,
    los grandes señores, en altos corceles
    seguidos de cohortes y avivados lebreles
    con armas enhiestas,
    recubiertas todas, con alardosas sobrevestas
    y una caterva de heraldos, trompeteros y bufones
    entre danzas y canciones
    anunciaban la llegada de sus amos señorones.

    Y yo vulgar mesero, moviéndome muy orondo,arduo y vaporoso
    con mi jofaina repleta de vino espumoso que algún mozo generoso,
    haya dejado al descuido, codeándome con la flor y nata de la realeza
    y la nobleza de la más alta alcurnia y con damas de linaje,
    en súbito viraje bajo la luna y las estrellas,
    compartían, su nobleza entre colchas del follage.
































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    En homenaje a
    Denzil Romero
    en

    El Invencionero.

    Barroco

    Cercano al castillo de Marueth en los campos de Perigord
    bajo un bochornoso calor vagabundeando un verano
    bajo un sol tirano a una taberna entré,
    de románica hechura y empedrada pared
    su techumbre abovedada de cañón seguido
    con arcos de medio punto y germinadas columnas sostenido
    hiciéronme sentir ilusorio a muchos siglos de distancia
    hasta percibí las fragancias de bálsamos sanatorios.

    Gonfalones y arambeles de colores desvaídos
    ornaban inánimes los muros, en volátiles hilachas raídos
    una anciana chimenea de años sempiternos
    a la espera del invierno
    aguardando a su lado, en bultos acomodados
    podaduras de naranjos, olivos y castaños
    arderán con fuegos francos como en tiempos antaños.

    En repisas de madera de troncos añosos
    descansan in illo tempore
    innumerables cacharros, de cobre patinoso
    cerámicas de Beauvais, lamparas de peltre,
    de mármol, figuras ecuestres, llevaronmé
    en el viento a épocas rupestres.

    Mohosas tiras de embutidos,ristras de ajos apergaminadas,
    vejigas llenas de manteca, con cuerdas se hallan colgadas,
    banderas amarillas, indigas y azules con enseñas feudales
    pendían en el techo como en tiempos medievales.

    Pareciamé un brumoso sueño aquél encantado lugar
    que no quisiera despertar de este barroco ensueño,
    en presencia del tabernero un anciano barbilimpio,
    de largo cabello cano, en sus ojos radiante brillo,
    bonete de colorada lana,almilla de bayeta verde,
    ajustados calzones de punto, no hay nada que en él concuerde,
    recostado indolente, sobre uno de los mesones, pareciendo estar ausente
    se dedica a pasar el tiempo, con desaire displicente,
    sin esperar a nadie, ver pasar las horas, simplemente.

    Quizás para ahuyentar su propia modorra
    con súbito azoro y cansada ajorra
    vino a darme la bienvenida y con mirada pérdida,
    estrechándome la mano, en actitud agradecida
    dijo que en muchos años, difíciles de recordar,
    ningún pasante había entrado, ni por asomo, en aquél lugar,
    en contenta ceremonia y a largos trancos
    buscó una hogaza de pan blanco y enseguida me previno
    en un instante le consigo una jarra de espumante vino,
    sentados sobre escabeles nos dimos a la conversa
    con voz aguardentosa,milenaria y añosa, de gruesos cascabeles
    fue tartajeando una historia del antiguo lugar,
    antes si que era éste un sitio concurrido
    poetas,trovadores y auténticos juglares
    de apartadas regiones y distantes pejugares
    y en competidas justas de interminables noches
    y frenéticas embeodadas, como cosa encantada, eran grandes los derroches.

    Ante el compartido embeleso de reyes y señores
    hidalgos de gotera,burgueses lombardos y nobles redentores
    garrulos,rufianes y artesanos menores
    damas de linaje,pelanduscas, militares
    soldados mercenarios crueles sanguinarios
    entre otros los peores dispuestos en francachelas
    dejar la cruz de sus pagas, entre vino y mujerzuelas.

    Danzas y baladas,cantigas y sonetos
    coplas,desacuerdos, razós y cuartetos
    saludos de amor,serventesios y tercetos
    en torneos de veranos, en sus noches con sus días
    las horas transcurrían, en interminables retos.

    Barricas de generoso vino del Ródano y la Provenza
    vinos blancos burbujeantes y exquisitos entremeses
    entre bombos y platillos el gran festín comienza,
    perdices trufadas de Burdeos,arenques ahumados de Borgoña,
    erizos del mar Cantábrico,jamones de Paderbon,
    salchichones de Gotinga,vinos de graduación,
    hongos de Alsacia,embutidos de Lorena,
    foie-gras de cebados ganzos,finos pates de morenas,
    asados de ternera,faisanes y gacelas
    lechones,jabalies y venados en cazuelas.

    Alojados en las ventas y posadas o en simples tarantines,
    en improvisadas tiendas o sucios carromatos
    participes y mirantes van llegando de ha por ratos,
    de Aquitania,de Turena,de Barcelona o Lombardia
    se llegan sea de noche se llegan sea de día, o de cualquier rincón,
    de lejuras o cercanías o más allá del Rubicón,
    los grandes señores en altos corceles,
    seguidos de cohortes y avivados lebreles,
    con armas enhiestas
    recubiertas todas,
    con alardosas sobrevestas
    y una caterva de heraldos trompeteros y bufones
    entre danzas y canciones
    anunciaban la llegada de sus amos señorones.

    Y yo vulgar mesero moviéndome muy orondo,arduo y vaporoso
    con mi jofaina repleta de vino espumoso que algún mozo generoso
    haya dejado al descuido codeándome con la flor y nata de la realeza
    y la nobleza de la mas alta alcurnia y con damas de linaje
    en súbito viraje bajo la luna y las estrellas
    compartían
    su nobleza entre colchas del follage.
































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    [​IMG]
    Andrés Eloy Blanco

    Información personal
    Nacimiento 6 de agosto de 1896
    [​IMG] Cumaná, Venezuela
    Fallecimiento 21 de mayo de 1955 (58 años)
    [​IMG] Ciudad de México, México
    Causa de la muerte Accidente [​IMG]
    Lugar de sepultura Panteón Nacional de Venezuela
    Nacionalidad Venezolana [​IMG]
    Lengua materna Español [​IMG]
    Religión Catolicismo [​IMG]
    Partido político Acción Democrática
    Familia
    Cónyuge Angelina (Lilina) Iturbe
    Educación
    Alma máter Universidad Central de Venezuela
    Información profesional
    Ocupación Diplomático, poeta y político [​IMG]
    Obras notables

    Poemas

    * La Renuncia

    He renunciado a ti. No era posible
    Fueron vapores de la fantasía;
    son ficciones que a veces dan a lo inaccesible
    una proximidad de lejanía.

    Yo me quedé mirando cómo el río se iba
    poniendo encinta de la estrella...
    hundí mis manos locas hacia ella
    y supe que la estrella estaba arriba...

    He renunciado a ti, serenamente,
    como renuncia a Dios el delincuente;
    he renunciado a ti como el mendigo
    que no se deja ver del viejo amigo;

    Como el que ve partir grandes navíos
    como rumbo hacia imposibles y ansiados continentes;
    como el perro que apaga sus amorosos brios
    cuando hay un perro grande que le enseña los dientes;

    Como el marino que renuncia al puerto
    y el buque errante que renuncia al faro
    y como el ciego junto al libro abierto
    y el niño pobre ante el juguete caro.

    He renunciado a ti, como renuncia el loco a la palabra que su boca pronuncia;
    como esos granujillas otoñales,
    con los ojos estáticos y las manos vacías,
    que empañan su renuncia, soplando los cristales en los escaparates de las confiterías...

    He renunciado a ti, y a cada instante
    renunciamos un poco de lo que antes quisimos
    y al final, !cuantas veces el anhelo menguante
    pide un pedazo de lo que antes fuimos!

    Yo voy hacia mi propio nivel. Ya estoy tranquilo.
    Cuando renuncie a todo, seré mi propio dueño;
    desbaratando encajes regresaré hasta el hilo.
    La renuncia es el viaje de regreso del sueño...

    ***

    * Las uvas del tiempo

    Madre: esta noche se nos muere un año.
    En esta ciudad grande, todos están de fiesta;
    zambombas, serenatas, gritos, ¡ah, cómo gritan!;
    claro, como todos tienen su madre cerca...
    ¡Yo estoy tan solo, madre,
    tan solo!; pero miento, que ojalá lo estuviera;
    estoy con tu recuerdo, y el recuerdo es un año
    pasado que se queda.
    Si vieras, si escucharas esta alboroto: hay hombres
    vestidos de locura, con cacerolas viejas,
    tambores de sartenes,
    cencerros y cornetas;
    el hálito canalla
    de las mujers ebrias;
    el diablo, con diez latas prendidas en el rabo,
    anda por esas calles inventando piruetas,
    y por esta balumba en que da brincos
    la gran ciudad histérica,
    mi soledad y tu recuerdo, madre,
    marchan como dos penas.

    Esta es la noche en que todos se ponen
    en los ojos la venda,
    para olvidar que hay alguien cerrando un libro,
    para no ver la periódica liquidación de cuentas,
    donde van las partidas al Haber de la Muerte,
    por lo que viene y por lo que se queda,
    porque no lo sufrimos se ha perdido
    y lo gozado ayer es una perdida.

    Aquí es de la tradición que en esta noche,
    cuando el reloj anuncia que el Año Nuevo llega,
    todos los hombres coman, al compas de las horas,
    las doce uvas de la Noche Vieja.
    Pero aquí no se abrazan ni gritan: ¡FELIZ AÑO!,
    como en los pueblos de mi tierra;
    en este gozo hay menos caridad; la alegría
    de cada cual va sola, y la tristeza
    del que está al margen del tumulto acusa
    lo inevitable de la casa ajena.

    ¡Oh nuestras plazas, donde van las gentes,
    sin conocerse, con la buena nueva!
    Las manos que se buscan con la efusión unánime
    de ser hormigas de la misma cueva;
    y al hombre que está solo, bajo un árbol,
    le dicen cosas de honda fortaleza:
    «¡Venid compadre, que las horas pasan;
    pero aprendamos a pasar con ellas!»
    Y el cañonazo en la Planicie,
    y el himno nacional desde la iglesia,
    y el amigo que viene a saludarnos:
    «feliz año, señores», y los criados que llegan
    a recibir en nuestros brazos
    el amor de la casa buena.

    Y el beso familiar a medianoche:
    «La bendición, mi madre»
    «Que el Señor la proteja...»
    Y después, en el claro comedor, la familia
    congregada para la cena,
    con dos amigos íntimos, y tú, madre, a mi lado,
    y mi padre, algo triste, presidiendo la mesa.
    ¡Madre, cómo son ácidas
    las uvas de la ausencia!

    ¡Mi casona oriental! Aquella casa
    con claustros coloniales, portón y enredaderas,
    el molino de viento y los granados,
    los grandes libros de la biblioteca
    —mis libros preferidos: tres tomos con imágenes
    que hablaban de los reinos de la Naturaleza—.
    Al lado, el gran corral, donde parece
    que hay dinero enterrado desde la Independencia;
    el corral con guayabos y almendros,
    el corral con peonías y cerezas
    y el gran parral que daba todo el año
    uvas más dulces que la miel de las abejas.

    Bajo el parral hay un estanque;
    un baño en ese estanque sabe a Grecia;
    del verde artesonado, las uvas en racimos,
    tan bajas, que del agua se podría cogerlas,
    y mientras en los labios se desangra la uva,
    los pies hacen saltar el agua fresca.

    Cuando llegaba la sazón tenía
    cada racimo un capuchón de tela,
    para salvarlo de la gula
    de las avispas negras,
    y tenían entonces
    una gracia invernal las uvas nuestras,
    arrebujadas en sus talas blancas,
    sordas a la canción de las abejas...

    Y ahora, madre, que tan sólo tengo
    las doce uvas de la Noche Vieja,
    hoy que exprimo las uvas de los meses
    sobre el recuerdo de la viña seca,
    siento que toda la acidez del mundo
    se está metiendo en ella,
    porque tienen el ácido de lo que fue dulzura
    las uvas de la ausencia.

    Y ahora me pregunto:
    ¿Por qué razón estoy yo aquí? ¿Qué fuerza pudo
    más que tu amor, que me llevaba
    a la dulce aninomia de tu puerta?
    ¡Oh miserable vara que nos mides!
    ¡El Renombre, la Gloria..., pobre cosa pequeña!
    ¡Cuando dejé mi casa para buscar la Gloria,
    cómo olvidé la Gloria que me dejaba en ella!

    Y esta es la lucha ante los hombres malos
    y ante las almas buenas;
    yo soy un hombre a solas en busca de un camino.
    ¿Dónde hallaré camino mejor que la vereda
    que a ti me lleva, madre; la verdad que corta
    por los campos frutales, pintada de hojas secas,
    siempre recién llovida,
    con pájaros del trópico, con muchachas de la aldea,
    hombres que dicen: «Buenos días, niño»,
    y el queso que me guardas siempre para merienda?
    Esa es la Gloria, madre, para un hombre
    que se llamó fray Luis y era poeta.

    ¡Oh mi casa sin cítricos, mi casa donde puede
    mi poesía andar como una reina!
    ¿Qué sabes tú de formas y doctrinas,
    de metros y de escuela?
    Tú eres mi madre, que me dices siempre
    que son hermosos todos mis poemas;
    para ti, soy grande; cuando dices mis versos,
    yo no sé si los dices o los rezas...
    ¡Y mientras exprimimos en las uvas del Tiempo
    toda una vida absurda, la promesa
    de vernos otra vez se va alargando,
    y el momento de irnos está cerca,
    y no pensamos que se pierde todo!
    ¡Por eso en esta noche, mientras pasa la fiesta
    y en la última uva libo la última gota
    del año que se aleja,
    pienso en que tienes todavía, madre,
    retazos de carbón en la cabeza,
    y ojos tan bellos que por mí regaron
    su clara pleamar en tus ojeras,
    y manos pulcras, y esbeltez de talle,
    donde hay la gracia de la espiga nueva;
    que eres hermosa, madre, todavía,
    y yo estoy loco por estar de vuelta,
    porque tú eres la Gloria de mis años
    y no quiero volver cuando estés vieja!...

    Uvas del Tiempo que mi ser escancia
    en el recuerdo de la viña seca,
    ¡cómo me pierdo, madre, en los caminos
    hacia la devoción de tu vereda!
    Y en esta algarabía de la ciudad borracha,
    donde va mi emoción sin compañera,
    mientras los hombres comen las uvas de los meses,
    yo me acojo al recuerdo como un niño a una puerta.
    Mi labio está bebiendo de tu seno,
    que es el racimo de la parra buena,
    el buen racimo que exprimí en el día
    sin hora y sin reloj de mi inconsciencia.

    Madre, esta noche se nos muere un año;
    todos estos señores tienen su madre cerca,
    y al lado mío mi tristeza muda
    tiene el dolor de una muchacha muerta...
    Y vino toda la acidez del mundo
    a destilar sus doce gotas trémulas,
    cuando cayeron sobre mi silencio
    las doce uvas de la Noche Vieja.

    ***

    * Canto de los hijos en marcha


    Madre, si me matan,
    que no venga el hombre de las sillas negras;
    que no vengan todos a pasar la noche
    rumiando pesares, mientras tú me lloras;
    que no esté la sala con los cuatro cirios
    y yo en una urna, mirando hacia arriba;
    que no estén las mesas llenas de remedios,
    que no esté el pañuelo cubriéndome el rostro,
    que no venga el mozo con la tarjetera,
    ni cuelguen las flores de los candelabros
    ni estén mis hermanas llorando en la sala,
    ni estés tú sentada, con tu ropa nueva.
    Madre, si me matan,
    que no venga el hombre de las sillas negras.

    Lléname la casa de hombres y mujeres
    que cuenten el último amor de su vida;
    que ardan en la sala flores impetuosas,
    que en dos grandes copas quemen melaleuca,
    que toquen violines el sueño de Schuman;
    los frascos rebosen de vino y perfumes;
    que me miren todos, que se digan todos
    que tengo una cara de soldado muerto.

    Lléname la casa
    de flores regaladas, como en una selva.
    Déjame en tu cuarto, cerca de tu cama;
    con mis cuatro hermanas, hagamos consejo;
    tenme de la mano, tenme de los labios,
    como aquella noche de mi padre muerto,
    y al cabo, dormidos iremos quedando,
    uno con su muerte y otro con su sueño.

    Madre, si me matan,
    que no venga el coche para los entierros,
    con sus dos caballos gordos y pesados,
    como de levita, como del Gobierno.

    Que si traen caballos, traigan dos potrillos
    finos de cabeza, delgados de remos,
    que vayan saltando con claros relinchos,
    como si apostaran cuál llega primero.
    Que parezca, madre,
    que voy a salirme de la caja negra
    y a saltar al lomo del mejor caballo
    y a volver al fuego.
    Madre, si me matan,
    que no venga el coche para los entierros.

    Madres, si me matan,
    y muero en los bosques o en mitad del llano,
    pide a los soldados que te den tu muerto;
    que los labradores y las labradoras
    y tú y mis hermanas, derramando flores,
    hasta un pueblo manso se lleven mi cuerpo;
    que con unos juncos hagan angarillas,
    que pongan mastranto y hojas y cayenas
    y que así me lleven hasta un cementerio
    con cerca de alambres y enredaderas.
    Y cuando pasen los años
    tráeme a mi pedazo, junto al padre muerto
    y allí, que me pongan donde a ti te pongan,
    en tu misma fosa y a tu lado izquierdo.
    Madre, si me matan,
    pide a los soldados que te den tu muerto.

    Madre, si me matan, no me entierres todo,
    de la herida abierta sácame una gota,
    de la honda melena sácame una trenza;
    cuando tengas frío, quémate en mi brasa;
    cuando no respires, suelta mi tormenta.
    Madre, si me matan, no me entierres todo.

    Madre, si me matan,
    ábreme la herida, ciérrame los ojos
    y tráeme un pobre hombre de algún pobre pueblo
    y esa pobre mano por la que me matan,
    pónmela en la herida por la que me muero.

    Llora en un pañuelo que no tenga encajes;
    ponme tu pañuelo
    bajo la cabeza, triste todavía
    por las despedida del último sueño,
    bajo la cabeza como casa sola,
    densa de un perfume de inquilino muerto.

    Si vienen mujeres, diles, sin sollozos:
    -¡Si hablara, qué lindas cosas te diría!
    Ábreme la herida, ciérrame los ojos…
    Y una palabra: JUSTICIA
    escriban sobre la tumba
    Y un domingo, con sol afuera,
    vengan la Madre y las Hermanas
    y sonrían a la hermosa tumba
    con nardos, violetas y helechos de agua
    y hombres y mujeres del pueblo cercano
    que digan mi nombre como de su casa
    y alcen a los cielos cantos de victoria,
    Madre, si me matan.

    (Mayo de 1929)

    ***
    Autorretrato

    Nací en una revuelta,
    y me voy por la puerta de un idilio,
    viví una Revolución.

    Estoy de píe en los campos
    que mi calor maduró al fin para los hombres.

    Ante mis ojos,
    las llanuras que sabían a sangre
    están teñidas, puestas a secar.

    De la montaña ideológica
    quedó una frase de divinidad sustantiva:
    el Hombre es una fuerza que ama.

    Ayer fueron los lobos a comer a mi puerta
    y el lobo es el hombre del lobo.

    La tierra está calmada como después de un cuento.
    Quien menos oye, oye amar a la semilla.

    El caliente ecuador
    es una rueda de amigos
    y una espiral de voces acuatiza en las nubes.

    Yo vi el día solar en que murió la guerra
    y puse mi reloj en el primer minuto.

    Soy magro. La calavera
    asoma a flor de piel;
    dos hilachas de nieve atraviesan la calva;
    tengo el amarillento de las hojas de octubre
    y mucho escrito en el pergamino de las manos.

    Pero siento elásticos los tendones
    y tengo una legua de mirada.
    Aquí estoy en los campos.

    Bebí el último trago romántico
    y el primer sorbo ultraísta.

    Le di a la vida instante por instante,
    todo, todo y la noche extra sobre el cuadrante.
    Con la voz de mis horas cantó ella;
    lo que el camino me iba sembrando por los pies,
    me florecía en la cabeza.

    Amor: viví bastante
    para encontrar de nuevo a mi primera novia
    y tomarla otra vez en su primera nieta.

    Tuve un archivo;
    lo he ido quemando.

    Amo al arte en el Poeta de Hoy,
    bello como el atleta griego,
    tallado de deportes,
    que salta de la cama al estadio
    y va a la plaza pública, donde el pueblo lo usa
    para lanzarlo como un disco en la armonía de la mañana.

    Creo en el poeta útil,
    soberanamente altruista,
    y aladamente extraterritorial,
    cuyo canto higienizado
    sea un surtidor de salud
    que se respire como un temperamento.

    Tengo 103 años,
    firmes, como erecciones.

    Recuerdo el día
    en que me fui injertando de la glándula taumaturga.
    El cirujano sembró en mí la astilla de eternidad.

    Para injertarme
    trajeron un gorila de timidez resuelta,
    como la que da el ojo de un inmigrante joven.

    Era un hermoso cuadrumano,
    un segundón de selva
    el hermano de leche de mi resurrección.

    Al concluir el injerto,
    quedé dormido.
    Pero aquella misma noche
    empecé a sentir a mi huésped moverse.

    Se aclimataba a mis vías urbanas
    con torpeza de criado pueblero.
    Lo sentía saltar de rama en rama
    hasta la copa de mi árbol circulatorio.
    Lo sentía colgado por el rabo en mis nervios;
    y al fin se fue asomando al sabor de mi boca
    cuando la carne del balneario se desgajó sobre la arena.

    Tengo 103 años
    firmes como erecciones
    y digo que la vida es buena de beberla.

    Tengo cien hijos míos
    y en mi próximo plano
    seré el mejor logrado de mis nietos.

    Tengo cien hijos míos
    y uno que tuve en nombre de mi hermano el gorila,
    porque puse en tenerlo mi pedazo de él.

    Estoy de píe en los campos, esperando a mis hijos
    para darles el santo y seña de mi vuelta.

    Soy un siglo con erección de antena
    y gozaré al sembrarme en surco caliente.
    Ese día -¡por fin!- la amada tierra y yo
    acabaremos juntos.

    Regresaré. El amor estará cosechado.
    Encontraré plantada una selva de madres
    y dar mi canto nuevo a los cuatro horizontes
    regresarán mis hijos, eternos de esperarme.

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  8. R
  9. [​IMG]

    Renombrarte

    Renombraré
    tu nombre,
    en la acallada
    oquedad del silencio,
    en la resedad
    inevitable de la lejanía,
    en las perdidas voces
    de los ecos,
    en la imagen elíptica
    de los sueños.

    Renombraré
    tu nombre,
    en la redondez
    plena de la luna,
    en la inmensidad absoluta
    del desencuentro,
    en la incógnita
    verdad del origen,
    en la aquietada
    linea del horizonte.

    Renombraré
    tu nombre,
    en el espacio latente
    del tiempo por llegar,
    en el filo cortante
    de la duda,
    en las
    oscuras grietas
    de los olvidos,
    en los
    enredados hilos
    de la espera.

    Renombraré
    tu nombre,
    en la vaguedad oculta
    de la incertidumbre,
    en los escasos momentos
    de la certeza,
    en las diáfanas
    tardes del encuentro,
    en las ensombrecidas noches
    de la desdicha.
    en la áspera piel
    de la desesperanza,
    en la inoportuna palabra
    del adiós.

    Renombraré
    tu nombre
    sin nombrarte
    en la metálica voz
    de mis adentros,
    en la sospecha cierta
    del temor inacabado.

    Renombraré
    tu nombre,
    sin pensar que te nombro
    en los latidos lejanos
    del misterio de tu ausencia,
    en el caudal incontenible
    de tu recuerdo,
    en los bordes inalcanzables
    de tu cuerpo,
    en tu silueta
    tatuada por la afiebrada
    inquietud de los insomnios.

    Renombraré
    tu nombre,
    en la respiración cansada
    del anhelo,
    en la indetenible tempestad
    de la soledad,
    en el plenilunio del final
    de la nada,
    en el comienzo eterno
    del todo.

    Renombaré
    tu nombre,
    palabra a palabra
    hasta la fatiga de mi voz,
    en la perdida búsqueda
    de tu huella,
    en la temblorosa incógnita
    de tu existencia,
    en la pálida esperanza
    del encuentro,
    en el
    inmenso vacío
    que nos separa,
    en la dilatada anchura
    que nos envuelve,
    en la linea frágil
    que me sostiene.

    Renombraré
    tu nombre,
    desde las tinieblas
    del desasosiego,
    entre los cardos y las espinas
    de tu silencio,
    en los calcinados rastros
    que conducen a la nada.

    Renombraré
    tu nombre,
    en la inquietante sombra
    de los lamentos,
    en el oscuro umbral
    de la desdicha,
    en la adormecida
    quietud del ocaso,
    en la inalcanzable frase
    de tu retorno,
    en la penitencia permanente
    de la lejanía,
    en el desencuentro febril
    de tu recuerdo.

    Renombraré
    tu nombre,
    en la certeza de tu existencia,
    en lo impalpable
    de tu presencia,
    en la inmensidad del firmamento,
    en las desechas convergencias
    del pensamiento,
    en el
    relieve de fuego
    sobre
    la roca perenne del tiempo.

    Renombraré
    tu nombre,
    en el mas allá
    de mi
    existencia.








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    Malco
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    Reclamo Místico

    Mi alma gorjea a borbotones
    reclamos místicos sin césares
    materia inerme de sederias
    en espacios abismales,
    nadie entiende los clamores
    que con ungidos fervores
    de mi alma ígnea lava brota
    de la fragua de sus resquemores.
    Salve mar embravecida
    de tu furia los temores
    cuando recalas en la orilla
    hecha ola, hecha espuma,
    calmada y quieta de temblores.
    Elevadas pretensiones de ascensión
    no son posibles sin suficientes candiles
    para alumbrar el camino eterno,
    en la oscuridad del averno
    están las almas hostiles
    al acecho,
    sedientas,
    con sus garras febriles
    destilando veneno de sus fauces
    a los espíritus pueriles.

    De las riberas invernales
    suelta el infinito sus lluvias
    tormenta de los males
    de las crestas rubias otoñales
    aguas de ásperos rigores
    en inmarcesibles cumbres solares.

    De las cavernas barbadas del tiempo
    se desgajan fragmentadas
    intangibles bofetadas
    castigos que como pedradas,
    van a los que no se arrepienten
    y sombras azules danzan, en crepuscular esfera
    al compás de los fausticos arrullos, de seres alados
    portadores de los clavos de tortuosos sufrimientos
    desgarrando las carnes de los crueles avarientos.

    Y del centro de las grietas
    de las emociones umbrías
    fraccionados cristales
    estallados por la energía
    de espíritus puros
    que habitaron libres
    en días temporales ,
    convergen silenciosos
    en místicos marjales
    recorriendo los sueños
    de los pobres mortales.

    Noche que brotas de la nada,escondiéndote en las sombras
    en el rito que me nombras mi poder tu voz silencia
    y no permite que ofrendes mi espíritu sereno
    y ante mi presencia con denuedo, te vuelvo claridad
    y en la mies de los candeales,, presuroso y certero
    conjurando la maldad que en ti hace residencia,
    te arrojo en conjuro,
    la blancura de mi conciencia.












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