Los zapatos

Ayrton Bailey era lo que podríamos llamar un inconsciente. Dueño de un temperamento impulsivo, para él no existía el futuro, ni temía a esos problemas económicos que amargan la vida a algunas personas. A sus veinticinco años podía vanagloriarse de haber dilapidado la fortuna heredada de una de las hermanas de su madre. Gran amante de la buena vida, nadie podía decir que lo había visto trabajar. Entre sus amigos tenía fama de calavera y embustero. Si su madre hubiese visto los zapatos con los que se paseaba por la ciudad, le hubiese dado, sin ninguna duda, un ataque de histeria, pues la buena mujer, desde la muerte de su marido, padecía de los nervios, y pertenecía a esa clase de personas para las que aparentar es tan importante como ser. Para una mujer de comportamiento intachable durante toda su vida, era difícil soportar a un hijo así.
La verdad es que pasearse por la ciudad con unos zapatos rotos no es lo más apropiado para el clima frío y lluvioso de la región el la que vivía.
Un viernes, probablemente el más lluvioso de la década, se encontraba parado frente al escaparate de una zapatería, resguardado de la lluvia por un paraguas, con tan solo diez libras en el bolsillo del pantalón. Esas diez libras eran su única fortuna hasta que consiguiera embaucar a alguno de sus amigos o a algún transeúnte cándido. A su lado, se paró Abigail Griffin, casi de su misma edad y llegado a la ciudad esa misma mañana.
-Puede usted resguardarse bajo mi paraguas mientras decide si entra en la tienda o no- dijo Ayrton.
-No suelo comprar en esta clase de tiendas. Aquí los zapatos no son de buena calidad- contestó Abigail poniéndose bajo el paraguas.
-Lo mismo opino yo. Está bien claro que esta tienda no es de fiar-contestó Ayrton.
-No me cabe la menor duda de que usted ha recibido una educación exquisita-habló Abigail.
-Estrictas institutrices me educaron hasta que tuve edad para ir a uno de los mejores colegios de Inglaterra. Mis padres no descuidaron esa faceta de mi vida, conocedores de que la buena educación es la puerta del éxito-contestó Ayrton.
-Siempre he pensado que quien ha sido educado en la rectitud desprende una luz especial, y esa luz la veo en usted-dijo Abigail.
-Creo que está usted en lo cierto, aunque estará de acuerdo conmigo en que es posible que ciertos imponderables puedan lograr que una persona de la mejor familia parezca que se ha criado en el arroyo-dijo Ayrton.
-Por supuesto, nadie está libre de los caprichos del azar-contestó Abigail.
-Para ilustrar las tropelías del azar, nada mejor que mi propio caso. Despojado de todo mi dinero por un familiar, que abusando de mi candidez, me ha dejado sin nada, con tan solo diez libras en el bolsillo del pantalón. Esa es mi única riqueza hasta que mi padre llegue de viaje y pueda socorrerme-dijo Ayrton.
-La verdad es que su caso es doloroso-dijo Abigail-.Este año parece que no quiere dejar de llover. Y se quedó mirando fijamente los zapatos de Ayrton.
-Más que penoso es humillante. Imagínese a una persona de mi educación y posición paseando bajo la lluvia con estos zapatos. Si me gasto las diez libras en unos nuevos no podré comer, y no sé el tiempo que mi padre tardará en llegar-dijo Ayrton.
-No se preocupe por los zapatos. Yo podría dejarle el dinero, y cuando su padre vuelva, me lo devuelve. Las personas educadas y de buena familia debemos ayudarnos entre nosotros-dijo Abigail dándole un golpe en la espalda.
Se estrecharon la mano. Seguía lloviendo. Ayrton pensó en lo que se iba a reir cuando se lo contase a sus amigos; tanto o más que cuando consiguió que una mujer le comprase un bastón con una artimaña parecida.
-Vayamos a mi casa a por dinero. Compraremos los zapatos en la mejor tienda de la ciudad. Cogeremos un coche, así evitaremos que sus pies se humedezcan más-dijo Abigail.
Pararon un coche de caballos y se subieron a él.
-Le voy a pedir un favor-le dijo Abigail a su acompañante-déjeme sus diez libras para pagarle al cochero. Yo no tengo suelto y quizás el buen hombre no tenga cambio. Después le devolveré su dinero.
Ayrton sacó su billete de diez libras y se lo dio.
Al pasar por Regent Street Abigail ordenó al cochero que parara. Se bajó del coche como alma que lleva el diablo y entró en una zapatería. Al cabo de un rato volvió calzando un par de zapatos nuevos.
-Sientan bien unos zapatos comprados con el dinero de un embaucador-le dijo a Ayrton, que había esperado su vuelta dentro del coche.
Ayrton estaba mudo, incapáz de articular palabra. Le habían dado de su propia medicina, y eso además de doloroso era humillante.
-Los dos somos unos embaucadores mentirosos. Pero yo además soy inteligente-dijo Abigail.
-Mi amigo le pagará-le dijo al cochero.
-Han sobrado cinco chelines de la compra de los zapatos-le dijo a Ayrton.
Le entregó los cinco chelines y se marchó paseando bajo la lluvia con sus zapatos nuevos.

Eladio Parreño Elías

24-Julio-2011

 

Muy bien Eladio... Me ha gustado en bruto...
Tu mensaje es muy bueno.
Te saludo y te abrazo

 

Dulcinista
¡¡Qué bien!!
me encantó...te reaplaudo...
le dieron de su propia medicina al embustero...jeje
siempre que te leo me transporto a otro tiempo...
Te dejo la repuntuación que mereces
y un abrazo
Ana

 

Gracias por tu comentario mi estimado brolim. Un abrazo de amigo.

 

Gracias mi querida Cisne por tu comentario. Un beso.

 

Vaya golpe, qué bueno, al final algo tuvo que aprender el vividor, que no todos se ablandan de la pena, que alguno hasta se aprovecha de ella, para sustraer lo que le hace falta, buena lección nos dejas, un abrazo fuerte Dulcinista, besitos

 

Muchas gracias por tu comentario mi estimada Mayca. un beso.

 

jajajjajaja dulcinista una dosis de su propia medicina no hace daño. Excelente. Besos y reputación.

 

Mi estimado amigo,tus relatos me fascinan,
y cuando veo alguno voy enseguida ha leerlo,
pues este como todos los que llevo leidos me
gusta mucho ,te doy repu si me dejan y estrellas
un beso celestial

 

Hola Encantada de leerte.
orale, le dieron una cucharada de su propio
chocolate, para que aprenda ese embaucador.
Pero dicen que primero pillan a un embustero
que a un tullido, y es verdad.
Saludos, un gozo tu historia. Estrellas
SONRIE

 

Excelente Relato amigo, me encanta tu forma de escribir, tienes un gran estilo que consigue rapidamente la atención del lector FELICITACIONES!!!!!

 

Felicitaciones amigo un verdadero placer leerte, el relato es exquisito me encanta leerte tienes un gran estilo me encanta

 

Para reflexionar tu texto, está perfecto. Felicitaciones

 

Amigo mio, te mando Reputación y mi agradecimiento por este relato que me ha encantado, como todo lo que escribes.
Un abrazo y feliz fin de semana

 

Eladio, mi perrito ha salido corriendo detrás de Abigail
y ha atrapado a la sinvergüenza! ... jejeje
Decirte que me gusta leerte es mentirte: realmente
me encanta mi amigo. Abrazos a tu alma con mucho
cariño. Osa.:::hug:::

 

Creer que era el único que tenía habilidad de timar fue su gran pecado y no por ello aprende la lección, sino que lo toma como una arista que debe mejorar al elegir sus víctimas y aprendió que aún en el existe la inocencia, traslapada por su codicia.

Cariños

 

Muchas gracias por tu comentario mi estimada Yaneth. Un beso.

 

Muchas gracias por tu fidelidad mi estimada Estrellaesmeralda. Te apunto en la nómina de mis lectores fijos. Un beso.

 

Muchas gracias por tu comentario mujerbonita. Un beso.

 

Gracias por leerme y por comemtar mis escritos. un abrazo, poeta Fabian.

 

jaja se lo busco el mentiroso ayrton por embaucador que bueno que le dieron de su propia medicina,me encanto tu relato,saludos abrazos y estrellas.

 

Un tonto el Ayrton, y el Abigail un tipo pícaro. Un buen relato, aunque Ayrton no mostró su personalidad chupóctera con el hombre, sino todo lo contrario. Y cuando parece que muestra la otra cara de su ser, alguien de su gremio le da en los morros con sus triquiñuelas. Buen relato Eladio. Un saludo de Samuel.

 

Ahora me has sacado, una sonrisa...esta bien un poco de su propia medicina...jajja. besos

 

Dicen que ladrón que roba a ladrón tiene cien años de perdón.

Felicidades amigo dulcinista dejo saludos y estrellas

 

Nuevamente tu capacidad histriónica queda a relieve.

Muy buenas líneas. "Una cucharada de su propio chocolate"

Gracias Dulcinista por compartir tu ingenio.

Un abrazo.

 

Hay muchos embaucadores en está vida, en este tiempo. Menos mal que recibió su medicina... Me gustó tu historia y gracias por invitarme Dulcinista. Eres muy amable y saludos.

Que tengas un buen fin de semana.

 

Mi estimado Eladio, me quedé pensando en undicho que tenemos por acá que se aplica a casos como el de tu narrativa:"Machetazo a caballo de espadas", el burlador salió burlado. Siempre espero ansioso tus relatos. Te felicito.

 

Amigo Dulcinista, excelente relato el que nos muestras, buenísimo como todo lo que escribes. Quien le roba al ladrón, cien años de perdón. Buena lección la que recibió Ayrton.
Besazos, estrellas y reputación muy merecida si me dejan.

 

Querido amigo Eladio. Muy buen relato, donde llevas al lector en ascuas, hasta el final.
Bien merecido, se lo tiene el vividor Ayrton. Ya quiero leerte de nuevo, Felicitaciones
Estrellas Besos y Abrazos Uruguayos Blanca

 

jajaja no hay mejor inteligencia... que las nos da la sorpresa en el momento que más arrecia... es usted todo un artista, Dulcinista. Magnifica obra. Muchas gracias

Un fuerte abrazo