Los zapatos

Sol de mañana · 5 de Agosto de 2011

BELLISIMO, una sopa de su propio chocolate, siempre escribes cosas super interesantes, muy reflexivas, genial, abrazos, estrellas y reputacion.

E.Fdez.Castro · 5 de Agosto de 2011

Pues sí que le dieron de lo mismo.
Gracias por compartir tu relato.
Un placer leerte.
Castro.

E.Fdez.Castro · 5 de Agosto de 2011

Pues sí que le dieron de lo mismo.
Como siempre unn placer leerte.
Castro.

GiunoneGiove · 5 de Agosto de 2011

Interesante el mensaje, me encanto tu relato, bravissimo. Gracias y saludos

dulcinista · 5 de Agosto de 2011

Muchas gracias por tu comentario mi estimado Fabian poe. Un abrazo de amido.

Sol de mañana · 5 de Agosto de 2011

BELLISIMO, le dieron una sopa de su propio chocolate, siempre escribes cosas muy interesantes y reflexivas, abrazos y estrellas y reputacion si me dejan.

El Reverendo · 5 de Agosto de 2011

Asombroso amigo como siempre hilas al lector
hasta el final con un final asombroso vaya mi
reputación y *****estrellas por ser ¡Un genial -
maestro del relato! sioempre, siempre es un gran
placer leerte Eladio ¡Muchas gracias por este regalo!

Brais Cean · 5 de Agosto de 2011

no me gusto porque me indentifico mas con el de los zapatos rotos, los mios tambien lo estan

Filan · 5 de Agosto de 2011

Muy buen relato, Dulcinista! La estocada final es grandiosa.
Dos amigos, como espejos, de sus mismas miserias.
Un placer leer todas tus obras.
Abrazos y aplausos a tu ingenio.

akiresilva · 5 de Agosto de 2011

dulcinista dijo: ↑

Ayrton Bailey era lo que podríamos llamar un inconsciente. Dueño de un temperamento impulsivo, para él no existía el futuro, ni temía a esos problemas económicos que amargan la vida a algunas personas. A sus veinticinco años podía vanagloriarse de haber dilapidado la fortuna heredada de una de las hermanas de su madre. Gran amante de la buena vida, nadie podía decir que lo había visto trabajar. Entre sus amigos tenía fama de calavera y embustero. Si su madre hubiese visto las zapatos con los que se paseaba por la ciudad, le hubiese dado, sin ninguna duda, un ataque de histeria, pues la buena mujer, desde la muerte de su marido, padecía de los nervios, y pertenecía a esa clase de personas para las que aparentar es tan importante como ser. Para una mujer de comportamiento intachable durante toda su vida, era difícil soportar a un hijo así.
La verdad es que pasearse por la ciudad con unos zapatos rotos no es lo más apropiado para el clima frío y lluvioso de la región el la que vivía.
Un viernes, probablemente el más lluvioso de la década, se encontraba parado frente al escaparate de una zapatería, resguardado de la lluvia por un paraguas, con tan solo diez libras en el bolsillo del pantalón. Esas diez libras eran su única fortuna hasta que consiguiera embaucar a alguno de sus amigos o a algún transeúnte cándido. A su lado, se paró Abigail Griffin, casi de su misma edad y llegado a la ciudad esa misma mañana.
-Puede usted resguardarse bajo mi paraguas mientras decide si entra en la tienda o no- dijo Ayrton.
-No suelo comprar en esta clase de tiendas. Aquí los zapatos no son de buena calidad- contestó Abigail poniéndose bajo el paraguas.
-Lo mismo opino yo. Está bien claro que esta tienda no es de fiar-contestó Ayrton.
-No me cabe la menor duda de que usted ha recibido una educación exquisita-habló Abigail.
-Estrictas institutrices me educaron hasta que tuve edad para ir a uno de los mejores colegios de Inglaterra. Mis padres no descuidaron esa faceta de mi vida, conocedores de que la buena educación es la puerta del éxito-contestó Ayrton.
-Siempre he pensado que quien ha sido educado en la rectitud desprende una luz especial, y esa luz la veo en usted-dijo Abigail.
-Creo que está usted en lo cierto, aunque estará de acuerdo conmigo en que es posible que ciertos imponderables puedan lograr que una persona de la mejor familia parezca que se ha criado en el arroyo-dijo Ayrton.
-Por supuesto, nadie está libre de los caprichos del azar-contestó Abigail.
-Para ilustrar las tropelías del azar, nada mejor que mi propio caso. Despojado de todo mi dinero por un familiar, que abusando de mi candidez, me ha dejado sin nada, con tan solo diez libras en el bolsillo del pantalón. Esa es mi única riqueza hasta que mi padre llegue de viaje y pueda socorrerme-dijo Ayrton.
-La verdad es que su caso es doloroso-dijo Abigail-.Este año parece que no quiere dejar de llover. Y se quedó mirando fijamente los zapatos de Ayrton.
-Más que penoso es humillante. Imagínese a una persona de mi educación y posición paseando bajo la lluvia con estos zapatos. Si me gasto las diez libras en unos nuevos no podré comer, y no sé el tiempo que mi padre tardará en llegar-dijo Ayrton.
-No se preocupe por los zapatos. Yo podría dejarle el dinero, y cuando su padre vuelva, me lo devuelve. Las personas educadas y de buena familia debemos ayudarnos entre nosotros-dijo Abigail dándole un golpe en la espalda.
Se estrecharon la mano. Seguía lloviendo. Ayrton pensó en lo que se iva a reir cuando se lo contase a sus amigos; tanto o más que cuando consiguió que una mujer le comprase un bastón con una artimaña parecida.
-Vayamos a mi casa a por dinero. Compraremos los zapatos en la mejor tienda de la ciudad. Cogeremos un coche, así evitaremos que sus pies se humedezcan más-dijo Abigail.
Pararon un coche de caballos y se subieron a él.
-Le voy a pedir un favor-le dijo Abigail a su acompañante-déjeme sus diez libras para pagarle al cochero. Yo no tengo suelto y quizás el buen hombre no tenga cambio. Después le devolveré su dinero.
Ayrton sacó su billete de diez libras y se lo dio.
Al pasar por Regent Street Abigail ordenó al cochero que parara. Se bajó del coche como alma que lleva el diablo y entró en una zapatería. Al cabo de un rato volvió calzando un par de zapatos nuevos.
-Sientan bien unos zapatos comprados con el dinero de un embaucador-le dijo a Ayrton, que había esperado su vuelta dentro del coche.
Ayrton estaba mudo, incapáz de articular palabra. Le habían dado de su propia medicina, y eso además de doloroso era humillante.
-Los dos somos unos embaucadores mentirosos. Pero yo además soy inteligente-dijo Abigail.
-Mi amigo le pagará-le dijo al cochero.
-Han sobrado cinco chelines de la compra de los zapatos-le dijo a Ayrton.
Le entregó los cinco chelines y se marchó paseando bajo la lluvia con sus zapatos nuevos.

Eladio Parreño Elías

24-Julio-2011

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Buen cuento, uno nunca sabe con quien esta conversando y si lo conocen o no. Esto se aplica mas ahora con la tecnologia actual, donde solo basta apretar un boton y sale toda tu vida tras la pantalla. Grato leerte amigo Dulcinista, un gran abrazo y miles de bsos.

ludmila · 5 de Agosto de 2011

Una encantadora reflexión, una dulce venganza, tan dulce que regodea...mis estrellas.

PITEIRA · 5 de Agosto de 2011

Muy bien construido, Dulcinista. Ha sido un verdadero placer, renglón tras renglón. Gracias por tu invitación, lo disfruté.
Aplausos y estrellas, amigo.
Un saludo.
Xosé.

Mireidy · 5 de Agosto de 2011

wouuuu maravilloso relato
y vaya que le dieron de su propia medicina
eso le pasa por embaucador ...
a sido un placer poder leerle
dulcinista mis felicitaciones
acompañadas de un muy cordial abrazoo

buen fin de semana

mary mura · 5 de Agosto de 2011

Estimado poeta,dejando de lado el placer de lerte,te has puesto a pensar cuanta gente como esa circulapor nuestro planeta envaucando y siendo envaucado porque en algun momento ellos caen en su propia trampa.Yo conosco personalmente a uno de ellos esta en una esquina famosa de Argentina,este va con traje y un maletin bajo su brazo,siempre le dice a la gente que acaban de robarle,tengo entendido que haciendo eso durante lo largo de su vida tiene una pequeña fortuna y algonos golpes en su cuerpo cuando alguien lo ha descubierto,alguna vez reciben de su propia medicina.Felicitaciones por el relato

hasta pronto no te pude dejar estrellas

dulcinista · 5 de Agosto de 2011

Tatianita dijo: ↑

Para reflexionar tu texto, está perfecto. Felicitaciones
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Gracias mi querida amiga por tu comentario. Un beso, Tatianita.

dulcinista · 5 de Agosto de 2011

Rosario de Cuenca Esteban dijo: ↑

Amigo mio, te mando Reputación y mi agradecimiento por este relato que me ha encantado, como todo lo que escribes.
Un abrazo y feliz fin de semana
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Gracias mi estimada Rosario. Un beso, amiga.

dulcinista · 5 de Agosto de 2011

Osa dijo: ↑

Eladio, mi perrito ha salido corriendo detrás de Abigail
y ha atrapado a la sinvergüenza! ... jejeje
Decirte que me gusta leerte es mentirte: realmente
me encanta mi amigo. Abrazos a tu alma con mucho
cariño. Osa.:::hug:::

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Gracias amiga por leerme y comentar mis escritos. Siempre me haces reir con tus ocurrencias. Es muy lindo el perrito, y el zapato que le ha quitado a Abigail, también. No me extraña que lo haya atrapado el perrito, con ese tacón le sería muy difícil correr, jejeje. Gracias por tu simpatía, tienes el poder de alegrarme. Un beso de amigo.

Susana Rodrigues Tuegols · 5 de Agosto de 2011

Es un relato entretenido que se desea desde un principio llegar hasta el final.La primer parte mantuvo mi interés más que la última donde me costó un poco seguir los acontecimientos, tuve que releer para darme cuenta del diálogo , no así de la intención y la enseñanaza.Me ha gustado, felicitaciones

ALBUJA BRAVO GUILLERMO · 5 de Agosto de 2011

dulcinista dijo: ↑

Ayrton Bailey era lo que podríamos llamar un inconsciente. Dueño de un temperamento impulsivo, para él no existía el futuro, ni temía a esos problemas económicos que amargan la vida a algunas personas. A sus veinticinco años podía vanagloriarse de haber dilapidado la fortuna heredada de una de las hermanas de su madre. Gran amante de la buena vida, nadie podía decir que lo había visto trabajar. Entre sus amigos tenía fama de calavera y embustero. Si su madre hubiese visto las zapatos con los que se paseaba por la ciudad, le hubiese dado, sin ninguna duda, un ataque de histeria, pues la buena mujer, desde la muerte de su marido, padecía de los nervios, y pertenecía a esa clase de personas para las que aparentar es tan importante como ser. Para una mujer de comportamiento intachable durante toda su vida, era difícil soportar a un hijo así.
La verdad es que pasearse por la ciudad con unos zapatos rotos no es lo más apropiado para el clima frío y lluvioso de la región el la que vivía.
Un viernes, probablemente el más lluvioso de la década, se encontraba parado frente al escaparate de una zapatería, resguardado de la lluvia por un paraguas, con tan solo diez libras en el bolsillo del pantalón. Esas diez libras eran su única fortuna hasta que consiguiera embaucar a alguno de sus amigos o a algún transeúnte cándido. A su lado, se paró Abigail Griffin, casi de su misma edad y llegado a la ciudad esa misma mañana.
-Puede usted resguardarse bajo mi paraguas mientras decide si entra en la tienda o no- dijo Ayrton.
-No suelo comprar en esta clase de tiendas. Aquí los zapatos no son de buena calidad- contestó Abigail poniéndose bajo el paraguas.
-Lo mismo opino yo. Está bien claro que esta tienda no es de fiar-contestó Ayrton.
-No me cabe la menor duda de que usted ha recibido una educación exquisita-habló Abigail.
-Estrictas institutrices me educaron hasta que tuve edad para ir a uno de los mejores colegios de Inglaterra. Mis padres no descuidaron esa faceta de mi vida, conocedores de que la buena educación es la puerta del éxito-contestó Ayrton.
-Siempre he pensado que quien ha sido educado en la rectitud desprende una luz especial, y esa luz la veo en usted-dijo Abigail.
-Creo que está usted en lo cierto, aunque estará de acuerdo conmigo en que es posible que ciertos imponderables puedan lograr que una persona de la mejor familia parezca que se ha criado en el arroyo-dijo Ayrton.
-Por supuesto, nadie está libre de los caprichos del azar-contestó Abigail.
-Para ilustrar las tropelías del azar, nada mejor que mi propio caso. Despojado de todo mi dinero por un familiar, que abusando de mi candidez, me ha dejado sin nada, con tan solo diez libras en el bolsillo del pantalón. Esa es mi única riqueza hasta que mi padre llegue de viaje y pueda socorrerme-dijo Ayrton.
-La verdad es que su caso es doloroso-dijo Abigail-.Este año parece que no quiere dejar de llover. Y se quedó mirando fijamente los zapatos de Ayrton.
-Más que penoso es humillante. Imagínese a una persona de mi educación y posición paseando bajo la lluvia con estos zapatos. Si me gasto las diez libras en unos nuevos no podré comer, y no sé el tiempo que mi padre tardará en llegar-dijo Ayrton.
-No se preocupe por los zapatos. Yo podría dejarle el dinero, y cuando su padre vuelva, me lo devuelve. Las personas educadas y de buena familia debemos ayudarnos entre nosotros-dijo Abigail dándole un golpe en la espalda.
Se estrecharon la mano. Seguía lloviendo. Ayrton pensó en lo que se iva a reir cuando se lo contase a sus amigos; tanto o más que cuando consiguió que una mujer le comprase un bastón con una artimaña parecida.
[COLOR=black]-Vayamos a mi casa a por dinero. Compraremos los zapatos en la mejor tienda de la ciudad. Cogeremos un coche, así evitaremos que sus pies se humedezcan más-dijo Abigail.[/COLOR]
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[SIZE=3][FONT=Franklin Gothic Medium][COLOR=black]-Le voy a pedir un favor-le dijo Abigail a su acompañante-déjeme sus diez libras para pagarle al cochero. Yo no tengo suelto y quizás el buen hombre no tenga cambio. Después le devolveré su dinero.[/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Franklin Gothic Medium]
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[SIZE=3][FONT=Franklin Gothic Medium][COLOR=black]Eladio Parreño Elías[/COLOR][/FONT][/SIZE][FONT=Franklin Gothic Medium]

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30-09-13 · 6 de Agosto de 2011

Sorprendente -como siempre- y aleccionador el mensaje que se desprende de tu excelente relato. Ya estoy deseando leer el próximo, porque es una garantía de que atraerá mi atención hasta el final.

Mis estrellas y un abrazo.

JL

elyon · 6 de Agosto de 2011

Gracias por compartir este gran relato amigo, me recuerda mucho a Tom Sawyer jeje
un abrazo amigo, felicidades!

dulcinista · 6 de Agosto de 2011

natzume dijo: ↑

Creer que era el único que tenía habilidad de timar fue su gran pecado y no por ello aprende la lección, sino que lo toma como una arista que debe mejorar al elegir sus víctimas y aprendió que aún en el existe la inocencia, traslapada por su codicia.

Cariños
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Cierto, mi querida natzume, ahora mismo está buscabdo su próxima víctima. Gracias por tu comentario. Un beso.

dulcinista · 6 de Agosto de 2011

Gracias por tu comentario mi estimada mariposa. Un beso.

dulcinista · 6 de Agosto de 2011

Gracias Samuel por tu comentario. Abrazos.

dulcinista · 6 de Agosto de 2011

Gracias por adentrarte por la tenebrosa senda de mis relatos. Un beso, amiga azulaurora.

dulcinista · 6 de Agosto de 2011

Gracias mi querida poetisa Rosa Reeederpor tu amabilidad al comentar mis relatos. Besos.

dulcinista · 6 de Agosto de 2011

Gracias, Césarfco por tu comentario. Un abrazo.

dulcinista · 6 de Agosto de 2011

Gracias, amiga Tinne, un beso.

dulcinista · 6 de Agosto de 2011

Mi estimado Victor, gracias por tu comentario. Un abrazo.

dulcinista · 6 de Agosto de 2011

Gracias querida poetisa lomafresquita por tu comentario. Un beso de amigo.

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