Tercetos encadenados

Existen universos
más allá de la luz y de los fosos.
Y me pregunto si serán perversos.​

 

Los sueños son ociosos
pero logran matar a mis angustias
que me causan efectos perniciosos.​

 

Te veo y solo veo flores mustias
que invaden tus pupilas y las mías.
Es hora de enterrar estas angustias.​

 

La vida es un diapasón
que a veces notarás fuera de tono.
Haz silencio y escucha el corazón.​

 

De poemas leídos
son pocos recordados y aprendidos.
Aun los muy bellos caen en olvidos.​

 

Dijiste que hay amores
que nunca esperan flores y champaña,
ni pompas de jabón multicolores.​

 

La pradera se baña
con los rayos del sol y nos deslumbran
las gotas de rocío en telaraña.

​

 

Ocurre en pleamar,
un raro monstruo marino en la orilla
se relame en deseos de matar.​

No, no me fumé nada.

 

Amo del mar la orilla.
Ahí las olas besan y acarician
nuestros pies y la luna, mientras, brilla.

​

 

Hoy ya tengo muy pocas
chances de ver un mar en su esplendor.
Solo veo montaña y grises rocas.​

 

Noche de luna clara
como un pálpito el sueño viene y va.
Tu imagen sin memoria no se aclara.

Tu mirada no está.
Esa boca que sueño no la he visto
tan solo tu palabra viene y va.

Si me menciona existo,
mas si calla no soy más que una sombra.
De hilachos de palabra me revisto.

Cuando viene me asombra.
Es líquida su voz que fluye suave
y el gozo me estremece si me nombra.

Entonces soy como ave
y mi canto es sonoro, de mil voces
y vuelo sobre el viento que es mi nave.​

 

Experiencias precoces
a los catorce yo experimenté.
Tiempos de lupanares muy atroces.​

 

Hoy recibo sartenes
de ti, por la cabeza y sin piedad,
¡feliz que con aceite no los llenes!​

 

Bendita soledad
me lanza a poesía y sin recato
yo ruedo por su abismo, gravedad.​

 

Si el odio es cierto y la pasión presunta,
no existe relación que se rescate.
Mas por qué insistirán es la pregunta.​

 

Por Dios, no se arrebate,
no tome decisiones al vapor,
enojado no empiece ni un debate.​

 

Recuerdo a una condesa
de tierras que no puedo pronunciar.
Mi más pícara fue esa gran diablesa.​

 

Observo las iglesias
en su silencio, salvo el campanario.
Son, en plena ciudad, sus anestesias.​

 

No tienen campanario
las iglesias que se hacen actualmente
la electrónica lo hace innecesario.​