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Telares, guirrios, atropajos, garabatos y cosinas varias

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  1. Las palabras mejores, las precisas,
    no son las más bonitas y sonoras.

    Aplica la semántica si exploras
    el DRAE, no demuestres que improvisas.

    Coteja los sinónimos. Las prisas
    son malas consejeras y traidoras.
    Cuídate de figuras seductoras.
    ¡Que vivan las metáforas concisas!

    No por bella enriquece nuestro texto
    una expresión poética incoherente,
    ¡que siempre encaje dentro del contexto!

    Sugiero contención, mucho repaso
    y un especial cuidado si se siente
    que un poema horroroso es un fracaso.
    A Luis Rubio, Dvaldés, Eratalia y 2 otros les gusta esto.
  2. Una sábana blanca por encima
    de un cadáver no tapa los olores,

    tampoco hediondos ramos de mil flores
    esconden las vergüenzas de la rima.

    A torpes sin complejos, con la estima
    por las nubes, jalean sus horrores
    bienquedas que jabonan por honores
    a su propia y podrida pantomima.

    Quien aplaude al obtuso se retrata
    hipócrita si sabe, si no sabe
    por lo menos alguna excusa cabe.

    Cuando la adulación es más barata
    que la verdad, tenemos un problema:
    encontrar en el fango un buen poema.
  3. Estoy buscando un fósil y no encuentro
    nada antiguo, ya muerto en el almario,

    aún sangran las letras de mi diario
    y tiño con su rojo mi epicentro.

    Se me remueven los fantasmas dentro
    y no acumula polvo mi bestiario:
    un volcán, un instinto temerario
    de faquir cercenado por el centro.

    Están vivos, colean mis gusanos;
    mis fuegos, mis parásitos troyanos,
    mis tenias del dolor que se alimentan

    con lava incandescente y con los rotos
    de espíritus rebeldes y devotos.
    Son versos que se pudren y fermentan.
  4. La callada respuesta, con los ojos
    llorosos, era sí. No estaba escrita,
    ¿cómo ibas a leerla? Por maldita
    sellé mi boca y puse más cerrojos

    a la verdad porque dolía. Flojos
    nos llaman, sin saber que no se grita
    por gritar y llorar no debilita.
    Era imposible huir de los antojos

    del azúcar en vena y de la fruta
    de la pasión almibarada en vano.
    Cuando llegó el final de la disputa

    sabiéndome tan débil como humano,
    cobarde y sin palabras, respondí,
    evitando mirarte: siempre, sí.
  5. ¿Cuándo se va la pena por la ausencia,
    descansan los pulmones, cicatriza
    el desgarro interior y se prioriza
    sobrevivir, ajeno a la carencia?

    No es posible olvidar por conveniencia
    y que muera su fuego. No agoniza
    el recuerdo y escarbo en la ceniza
    ansioso, devorado por la urgencia,

    sin saber si preciso consumir
    el último rescoldo o si me apura
    avivar el brasero y revivir

    en su llama el dolor de la amargura.
    Dilapido mi tiempo elucubrando
    una respuesta a la pregunta: ¿cuándo?
    A Bernardo de Valbuena le gusta esto.
  6. El domingo es tan triste como un llanto
    desconsolado de un bebé perdido.
    Añoro tu presencia, no has venido
    y sin ti, del colchón no me levanto.

    Contigo vaguear tenía encanto
    y la cama revuelta era ese nido
    donde darle a la vida algún sentido.
    No acepto otra semana siendo un santo.

    Solo puedo tenerte en el recuerdo
    y no me ayuda reprimir mis ganas
    de ti ni fabular historias vanas.

    Necesito que el lunes me sature,
    así me olvido de que siempre pierdo.
    Si me pongo a currar quizás me cure.
    A Eratalia y lesmo les gusta esto.
  7. Los sábados ya sé por qué motivo
    soy un pobre infeliz: es la distancia
    que existe entre nosotros. No es vagancia,
    es falta de ilusión por cuanto vivo.

    Con tanta soledad me desinhibo
    y puede parecer que es arrogancia,
    pero solo es el poso de una infancia
    perdida demasiado tarde. Escribo

    por rellenar el tiempo que me sobra
    sin ti, sin compañía, sin amor,
    sin un juego de dos que me divierta.

    Cómo voy a escapar de esta zozobra
    si pasó por mi vida lo mejor,
    lo sabía y dejé la puerta abierta.

  8. El viernes, donde siempre, me esperaba
    como un premio, el remedio a mi pereza,
    el antídoto contra la tristeza,
    la risa que los males me curaba.

    Conseguía frenar mi mala baba
    tomándome a las ocho una cerveza.
    Qué pena haber sentado la cabeza
    y en el combi tener tan solo cava.

    En casa no descanso como antes,
    nunca supo la Estrella tan amarga
    ni sentí a los amigos tan distantes.

    Cada año la semana se me alarga.
    Poco a poco la vida se me va,
    mi corta juventud no volverá.
    A Pessoa le gusta esto.
  9. El jueves es el colmo de lo absurdo,
    hay gente que es feliz, no se entera
    de que cuarenta y ocho horas de espera
    son eternas. Igual de largo y burdo

    es el fin de semana y el palurdo
    sueña que ya está aquí la primavera,
    pero es otra jornada borreguera.
    Entre tanto en el cuarto lloro y urdo

    un aburrido plan para currar
    menos, aunque parezca imposible.
    No es que me juzgue vago, es que lo soy.

    Amanece otro día para dar
    el mínimo de mí, e ineludible
    el tiempo pasará después de hoy.
    A Pessoa le gusta esto.
  10. Por desgracia los miércoles malditos
    se repiten semana tras semana

    en un tedioso ciclo de galbana,
    somnolencia y deberes infinitos.

    La vida se parece a los refritos,
    y me aburre observar por la ventana
    individuos: la plebe ciudadana
    que es el lúgubre gris de mis escritos.

    Viernes feos vestidos de mesura
    tiñen de tinta negra el calendario,
    lejano espera el rojo solitario.

    No se pierde este poso de amargura,
    se estampa un mundo triste en mi retina.
    ¿Mierda o miércoles? Mierda de rutina.
    A Pessoa le gusta esto.
  11. El martes sigue gris como la luna,
    después de lunes vagos sin planetas
    y con sangre de guerras sin poetas
    me recuerda la culpa inoportuna.

    La batalla comienza sin ninguna
    fe por sobrevivir a las puñetas
    del destino, al trabajo y a las dietas
    impuestas por amor. Con esta hambruna

    de fines de semana y soledad,
    de buena poesía, de sonrisas,
    de cine y palomitas, de vivir…

    Con esta hambruna engullo sin piedad
    el hastío, el papel y las repisas
    de expedientes que son mi porvenir.
    A Pessoa le gusta esto.
  12. Me sorprende a través de la ventana
    un individuo igual que un yo postizo
    y me asusta la apática y lejana
    mueca de su semblante. Mi mellizo

    reconoce su rostro y lo desgrana
    como un hipocondríaco enfermizo.
    Sé que toca sufrir esta mañana
    de lunes gris, monótono y plomizo.

    Repica en el cristal la lluvia fría
    con su ritmo constante, gota a gota,
    y el reflejo se expande en cada una

    deformando mi imagen. Qué sería
    de mí si pincelase, en cada mota
    de polvo que agoniza, mi fortuna.
    A Pessoa y Lorelizh Beye les gusta esto.
  13. No son pocos los pelos en la sopa,
    más bien cuesta encontrar un buen fideo.
    Y entre vellos, la mosca —qué mosqueo—,
    tan negra como el vino de la copa.

    Pobre de mí, Mafalda que en Europa
    ha de tragar tal porquería. Leo
    el menú y nada dice —es cachondeo—,
    de sopa peliaguda. Hasta en la ropa

    del camarero queda pelusilla.
    ¿Esto es un restaurante tres estrellas
    o un capítulo atroz de "Pesadilla

    en la cocina"? ¿Fétida papilla
    o caldo espeso? ¡Rayos y centellas!
    De primero, bigotes de chinchilla.
    A BEN. le gusta esto.
  14. En febrero llegó la primavera
    como un sueño florido y soleado.
    Nuestro reloj corría adelantado,
    huyó de la prisión de su pulsera.

    Tus dedos me rozaron, a mi vera
    parecías feliz. Enamorado
    gocé al sentirme vivo y, a tu lado,
    reí, bailé y besé aunque supiera

    que la vida es un sueño nada más
    y, si me despertase de repente,
    nunca podría regresar atrás:

    Las nubes se tiñeron de violeta,
    sentí que me querías nuevamente,
    soñé que era un espléndido poeta.