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  1. Hay gente tan descarada que da risa, ayer mientras estaba pasándome una mascarilla de pepino en el rostro y quitándome el frío con un cigarrillo, me escribió Rebeca por privado. Resulta que Isabel le hizo el comentario de que yo llevaba unas notas y quería ver la posibilidad de que yo, esquivando mi ética, le pasara una copia para ojear si existía alguna anotación sobre ella.

    Esto sucedió un día luego de que Isabel y Sandra me dijeran que tenían unas historias buenísimas que contarme, Sandra volvió a ver a Enrique quien estaba hablando con Vinicio y guiñó el ojo izquierdo. Lo que me lleva a pensar que Isabel y Sandra han estado husmeando en el consultorio los días que yo atiendo otras oficinas. Pobres novatos, los apuntes los cargo conmigo como si fueran un tesoro.

    Evangeline vino a contarme que está con un nuevo pasatiempo, la arquería, un arte difícil de dominar, como evidencia me mostró su brazo, tenía un moretón, dice que es culpa de los entrenadores, por la forma en que quieren que siga las instrucciones. La próxima semana vendrá con un moretón en el cuello y dirá que ese deporte es muy peligroso. Ojalá su esposo le crea todo.

    Y Vinicio dice que lo de Nicolás es falta de confianza, que en el fondo es más terrible que él, con amistades así, no se necesitan enemigos. Recordé algo que dijo mi madre cuando supo que quería ser psicóloga:

    - Si usted va a ser psicóloga, sepa dos cosas, la primera chiflada es usted, y segundo, recételes a todos pan.. Diazepam, Lorazepam...
    - Mamá, los que recetan son los psiquiatras, no los psicólogos. Mi trabajo es escucharlos y orientarlos.
    - ¿En serio?, !qué estupidez! , para esas pendejadas se consigue uno un perro o un gato.

    Pero no, un perro y un gato no se divertirían tanto.
  2. Entonces, a la distancia, vi dos ángeles que descendían de lo alto, cada uno con un arco, flechas con fuego en la espalda y sandalias doradas. Cada uno de ellos se posó a un lado del atolón, tomó una flecha y luego de mover sus rostros en señal de afirmación, lanzaron las flechas hacia arriba, se abrieron las nubes que estaban sobre ellos y las dos flechas se convirtieron en mil, cada una cayó en medio del atolón, sacudiendo el agua con tal fuerza que empezó a formarse un remolino.

    - Eh aquí, que quien te ha dado el sueño, solicita que despiertes – dijo el que estaba a la derecha desde mi punto de observación, y vi salir del remolino un espanto.

    Se elevó ante ellos una serpiente, de tres cabezas, y en cada cabeza había dos cabezas más pequeñas, y entonces, solo cuando hubo sacado poco más de veinte metros de cuerpo, pude apreciar aquel horrible espectáculo, su cuerpo deforme, estaba formado por rostros, rostros que gemían y lloraban, retorciéndose cada uno de ellos de manera tan siniestra que el más valiente de los hombres habría caído ante aquello. Se arrodillaron ambos ángeles y uno de ellos hizo un dibujo en la arena, imperceptible para mí, la serpiente se erigió en su grandeza y se elevó por el aire, debía alcanzar los cincuenta metros de longitud, volvieron a disparar una flecha cada uno y el remolino se cerró.

    Bajé un poco la montaña donde me encontraba, aturdido por las cosas que mi mente estaba presagiando y que debían ser tan terribles como las que estaban sucediendo. Empecé a correr desesperado sin tener sitio seguro donde ir, tropecé contra una roca, decidí seguir de rodillas previniendo que de esa manera me mantendría a salvo. Titubeando alcé la vista, sólo para ver como aquellos ángeles terminaban de acomodarse sobre la serpiente, los rostros gemían con más fuerza y en mi agobio, me pareció escuchar el llanto de un bebé.

    Tapé mis oídos, la distancia entre la montaña y el atolón debía ser la suficiente como para tener tiempo de escapar a sitio seguro, entonces, como si de una carrera de jinetes se tratara, escuché retumbar el mar, ser golpeado con fiereza, escuché a la serpiente arremeter en carrera acelerada por las aguas, venía hacia la montaña, mi terror estaba a punto de colapsar, corriendo cabalgada por aquellos dos seres, entró en la playa, se desvió en mi dirección y yo, en mi estupidez, me escondí detrás de un arbusto.

    Cuando la criatura me alcanzó, no me tomó por sus fauces, aquellos rostros que lloraban y gemían desconsoladamente, me devoraban lentamente, yo estaba pegado a su cuerpo sin hallar manera de soltarme, volvió a meterse en el mar, camino al atolón, yo iba sintiendo como mi piel era devorada sin remordimiento, cruzamos sobre el atolón y sin saber el motivo, bajé la vista y pude ver el dibujo que había hecho el ángel anteriormente, era la serpiente devorando a la humanidad. Conmigo empezaba el apocalipsis.
  3. Esta historia, por demás, cierta, sucedió en mi familia, allá por septiembre del año dos mil, a los pocos días de finalizado el novenario de mi abuelo materno, acto que consiste en rezar durante nueve días para que Dios en su eterna misericordia, purgue a aquella alma de sus pecados y la reciba en el Cielo, en las puertas de San Pedro.

    Cada día se acompaña el rezo del Santo Rosario con panes, café y refrescos, al noveno día, los rezos se extienden durante un periodo más amplio, agregando otras oraciones y cambiando los panes con una comida más fuerte, como arroz con pollo o carnes rojas, ensaladas y repostería dulce o salada.

    A los pocos días de terminado tal acto de fe, comenzaron los hechos. Fuimos contados por cuatro o cinco las personas que comenzamos a tener pesadillas visionando a mi abuelo, si la cosa hubiese sido aislada, no habría causado el mismo efecto dominó, pero al ser varias las personas en cuestión de dos o tres noches, se tomó un estado de alerta sobre la situación. Yo mismo, lo vi en uno de mis sueños, estaba de espaldas a mí, con una de sus camisas rayadas, su pantalón bien planchado, porque nunca soportó un pliegue mal puesto, sus botines y faja de cuero. Estaba en la cocina de su casa, cuando se volteó a verme, luego de yo llamarlo, su rostro empezó a desfigurarse, como si fuera una figura de algún museo de cera, expuesta durante un tiempo al calor extremo, derritiéndose al acto. Otros sueños similares llegaron de algunos primos y se supuso que la misericordia de Dios no había recibido de buena manera las oraciones a aquella alma que se encontraba en pena.

    Mi madre y sus hermanos conversaron sobre las cosas que sucedían, no faltó quien consideró hablar con el sacerdote del pueblo y quien dijera que aquellas cosas no tenían sentido de ser. Fue entonces, que se decidió hablar con una señora de fe, una rezadora, una mujer de mucha confianza en la familia y quien sugirió que era necesario ayudar al alma de mi abuelo a ser recibido por los apóstoles y mártires. Se acordó reunión al atardecer del siguiente día, con la presencia de mi abuela (que en paz descanse), mi madre y sus hermanos, como familiares inmediatos. Lo que sigue, no lo viví yo, lo vivió mi madre.

    Se reunieron, cada uno en una silla, haciendo círculo, se encendieron velas, se persignaron y comenzaron con el rezo, en la intimidad de la casa, ellos y la rezadora que fungió como guía durante aquella tarde. El aire empezó a cambiar, se sintió el perfume de mi abuelo en el aire y entonces, el mayor de los hombres se puso en pie, con los ojos cerrados, como si se encontrara en un trance donde no era dueño de sí mismo, comenzó a caminar y se acercó a la menor de ellos, quien se encontraba llorando, le puso la mano derecha en su hombro y entonces, la voz de mi abuelo dijo “tranquila, ahora estoy bien, gracias” y cayó desplomado al piso ante el asombro y terror de quienes se encontraban en la casa. Al despertar, no recordó nada de lo sucedido y escuchó asombrado los hechos que le fueron relatados por sus hermanos. En ese momento, se tuvo la certeza de que Dios finalmente lo había perdonado, había ingresado al Cielo y estaba disfrutando su propia vida eterna. Nunca volvieron las pesadillas y nunca antes fue escrita esta escena tan peculiar, que forma parte del álbum de la familia.
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  4. Curiosamente hoy, Enrique, Vinicio y Fabián lucieron uniformes en la oficina, vestimenta y zapatos de color negro, detalle que se le escapó a Isabel, irse de vacaciones unos días le afectó la alarma visual, deben estar velando a la cordura, incluso Fabián trajo una corona de flores estampada en su camiseta.

    Invitaron a bailar a Evangeline, pero dice que ella solamente baila salsa, el resto de ritmos se le dificultan. Todos van excepto Fabián, puesto que su imaginación lo puso a sudar antes de tiempo, sin darle tiempo para una ducha.

    Fabián no ha vuelto a consulta, no siente la necesidad de seguir contando sus problemas. Vinicio cree que solo aprendí su nombre, en realidad, he aprendido desde sus miradas hasta las maneras de mover sus manos. Sandra tampoco cree que el psicólogo sea su solución, y quizás tiene razón, hay cosas que no se solucionan. Dice Fabián que él debió estudiar para religioso, pero yo digo que no, la Iglesia Católica ya está bastante decaída como para hundirla más.

    De Evangeline también vengo conociendo apenas, pero a veces parece sumida en sus pensamientos, de una manera que me recuerda a mí, ríe como dudando, como si el acto de reír se viera opacado por alguna idea que llegó de improviso, sin avisar.

    Nunca va a suceder, pero en mi mente he visto una obra de teatro, cada uno de mis chicos interpretando a alguno de sus compañeros, intercambiaría los sexos, para que se sientan un poco más seguros. Y siendo que son cinco hombres y cinco mujeres, podría repartirlos con facilidad, veamos: Enrique interpretaría a Isabel, Vinicio sería perfecto para Sandra, Fabián podría ser Amalia, Donato tomaría el papel de Rebeca y Nicolás podría ir por el de Evangeline. Veamos a las chicas: Isabel no suena tan descabellado para ser Vinicio, a Rebeca tal vez la pondría como Fabián, Sandra luciría bien como Enrique, Amalia podría darle vida a Nicolás y Evangeline sería un buen Donato. Casi orino de la risa imaginando estas divagaciones mías, debe ser la falta de café.
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  5. - ¿Usted tiene demonios? - me preguntó Fabián, por supuesto que los tengo, todos los tenemos. En mi caso, los míos no pasan hambre, siempre se alimentan de mis pensamientos, no recuerdo la última vez que los tuve en ayunas.

    En dos ocasiones estuve con psicólogos. La primera, durante mis años de adolescencia, mi madre no entendía que yo no saliera los fines de semana, que pasara en mi habitación oyendo música o viendo televisión, lo normal era que buscara gente para salir, para socializar. Eso lo hice unos años después, cuando conseguí pareja y encontré motivos para salir, antes de eso, no habían razones.

    La segunda vez, ya habían pasado varios años, me marché un día temprano, tomé bus a media mañana hacia la capital, y de allí, bus de mediodía al Caribe, a Puerto Limón. Llegué cerca de las tres de la tarde, almorcé, tiré mi teléfono a algún basurero y esperé a que anocheciera, para ir al tajamar, lanzarme en el Mar Caribe y morir. Eran tiempos de mucho estrés, de muchas fluctuaciones en mi vida. Las dos veces no funcionaron mis sesiones, seguí siendo la misma persona, aunque en ocasiones trato de disimularlo.

    Por eso estudié psicología, busco dos cosas: tratar de entender a la gente y tratar de entenderme yo, si la segunda es complicada, la primera no lo es menos. Las personas creen que los psicólogos no luchan contra ellos mismos, es como pensar que los médicos no se enferman o que los sacerdotes no sienten lujuria cuando ven a alguna mujer atractiva. Todos somos humanos, en eso se resume todo.

    - Doc, vamos, venga - y me toma de la mano, Donato, para llevarme al comedor. Hoy celebran los cumpleaños del mes y hay pizza y helados. Algo dulce para que mis demonios descansen un rato.
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  6. - ¡Si estuviera como aquella muchacha que vimos ayer!
    - ¿Se acuerda Vinicio? – dijo Fabián y los dos rieron como ríen las personas que no son conscientes de que sus palabras suenan a la desesperanza, a la falta de caricias, a lo que mis abuelos llamaban “congoja”.
    - Con una muchacha así, sí trabajo yo a gusto.
    - Pero ellas sí piden gustos, la última vez que contrataron a alguien, Amalia y Evangeline, pidieron que fuera moreno, medio achinado, entre veinte y veinticinco.

    Luego Fabián entró a consulta. Con la mirada más despejada, levantando la cabeza al caminar. Y luego, comenzamos con los descargos de conciencia. Las fatigas emocionales, porque trata de levantar el ánimo, pero luego escucha las características que un hombre debe tener y vuelve a su mundo, donde la belleza es un estereotipo para el que no le dieron invitación. Desde aquí puedo escuchar a Enrique, destornillándose de la risa, porque le pasaron un link donde está leyendo una historia que irremediablemente le recuerda a él y a su séquito sanitario (el club de quienes se reúnen en los baños del pasillo, porque todos no caben en el que se ubica dentro de la oficina).

    Isabel tiene la curiosidad, de si Sandra también ingresa al sanitario de hombres, puesto que todos se programan como si fuera una transmisión televisiva. Sé que mi punto de vista ha distorsionado del estatus profesional, dado que, en mi puesto, no debería abordar temas que me son contados en la intimidad del consultorio, pero y esto lo aclaro de una vez, en vista de que esta especie de memorias que estoy escribiendo, son solamente para mí y no pretendo dar escritura a nadie, no hay nada de malo de tomarlas en cuenta.

    También yo debo de tener mis complejidades, en el amor, en la vida en general, a mi edad, debería empezar a sentar cabeza, pero las obligaciones, el cansancio, ninguna ducha o cigarrillo las disipa del todo.

    Si Vinicio leyera esto me diría “a usted solo le falta subir foto de nosotros porque ya se volvió más específica”, pero no es mi culpa, a veces parece que es una oficina formal, pero luego escuchas a Fabián riendo y echándose hacia atrás en su silla, cambiando de colores mientras sucede, entonces Isabel, suelta alguna frase en voz baja, apenas perceptible para quienes están a su alrededor. Un viernes de discoteca les vendría bien, una noche de chicos, para contarse entre ellos las cosas que no pueden mencionar en la oficina. A Sandra y sus cálculos sobre las medidas de sus compañeros; a Fabián y la chica que dejó de escribirle; a Vinicio y la exnovia, con la que jura que nunca volverá.

    Volviendo a la consulta, me dio risa, no pude evitarlo, ya tenía sabido que Isabel y Rebeca, bajaban al primer nivel durante el almuerzo, a ver hombres, a ¿qué más?, pero entonces Fabián me contó que había ido al parqueo con Enrique y habían encontrado a Isabel durmiendo en el carro, yo le hubiera movido un poco el vehículo, para verla despertar asustada y reírme, ellos no. Ellos la dejaron dormir tan apacible a como se encontraba, ¡qué aburridos!.
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  7. Hoy es un buen día para un funeral, tal vez no el mío. Pero te imaginas, que estés leyendo esto y al mismo tiempo, yo esté entregando mi último aliento de vida, ¡no sería épico!

    - Ayer me lo propuso – le dije con toda la alegría que podía caber en mi corazón.
    - ¡Felicidades!, estoy segura de que Julián y tú serán muy felices, cuéntame los detalles.
    - Deja y te los cuento después, si te parece, podemos cenar juntas.

    Micaela y yo, éramos mejores amigas desde nuestros años en la primaria, la felicidad de una era inmediatamente la felicidad de la otra y lo mismo ocurría con las tristezas. Creo que, si hubiésemos sido hermanas, nunca habríamos alcanzado ese grado de compatibilidad, porque lo nuestro, era conocernos, de tal manera que, aún conversando por teléfono, éramos capaces de leer la mirada de la otra y saber si algo sucedía, si fingía la voz. Mi felicidad, la compartí con Julián, él era atento, caballero, pero también era un vulgar enamorado que idolatraba cada palabra mía, al que lo seducía que mis piernas respiraran a través de un vestido, el que montaba un escenario de Broadway para que mis manos nunca se ensuciaran, él era un planeta girando alrededor del sol, yo era su galaxia.

    Por eso la cena se me complicaba un poco, pero siempre es un buen día para morir. A la hora acordada llegó Micaela y estuvimos conversando alegremente sobre mi compromiso matrimonial, sobre las posibles fechas, los invitados que irían. Es eso estábamos, cuando Julián apareció, saludó a Micaela con un beso en la mejilla y a mí, me dio un beso que contenía pasión. Luego, se sentó con nosotras, la cocina empezaba a desbordarse con el olor de la carne al horno, las papas con crema de queso y el arroz con romero. Con la mesa servida, comencé a cuestionar a Julián, a preguntarle por amores pasados, por chicas que pudieron llegar con él al altar, soltamos varias risas, luego de un rato, serví vino, para brindar por la felicidad del amor.

    Serví tres copas, cada uno tomó la que le di y después de unas palabras de mi amiga, los dos bebieron sin pensar, al poco instante comenzaron los efectos, las contracciones musculares, que terminarían llevándolos a un paro cardio respiratorio, si has visto documentales o películas, es posible que hayas visto los efectos de la batracotoxina, un veneno con el que los indígenas de algunas zonas mojan sus flechas para hacerlas letales y que se extrae de ciertas ranas, basta el equivalente a dos granos de sal para matarte.

    Actué con rapidez, si no su muerte no tendría sentido, les mostré las fotografías de ambos besándose, varios mensajes que se habían pasado entre ellos y que encontré en el teléfono de ella, les grité a ambos; mientras se retorcían, bebí mi copa de vino, me senté en uno de los sillones, para apreciar mejor el espectáculo, crucé mis piernas y encendí la televisión, los dos murieron mirándome con cara de asombro. El resto no incluía ninguna sospecha hacia mí, había hecho reservación en un hotel aquella noche, mi hermana, había ido en mi lugar, con mi identificación. Terminé de cenar y llevé los cadáveres al carro de Julián, tomándolos con guantes en las manos y colocando bolsas plásticas sobre el asiento del chofer, luego conduje y los dejé frente a la casa de él, era casi medianoche. La mañana siguiente, me avisaron de su muerte, “no puedo creerlo”, le dije a mi suegra, mientras lloraba en mi hombro.
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  8. Hay personas a las que incluso Dios, mira con ojos de misericordia. Nicolás por ejemplo, es un chaval callado, ayer Isabel le hizo la observación de que parecía estar supervisando las labores de Vinicio y de Fabián; en realidad, está aprendiendo aún sus tareas, pero la Divina Misericordia es tan grande, que la hace sentarse lejos del resto.

    - A mí no me gusta mi nombre - le murmuró Vinicio a Fabián.
    - ¿Por qué?.
    - Hubiera querido un nombre más bonito, más elegante, así como... no sé... más caché.
    - Como el nombre de ese personaje - le dijo Fabián, señalando un libro - en la universidad hubo una muchacha con ese nombre, a la que yo le gustaba.

    Los dos soltaron a reír. Sandra y Enrique también rieron, estaban un poco más libres de trabajo. Yo llenaba mi botella con agua, hoy sí traje almuerzo.

    - Sí, me contaron que a mí también me incluyeron - le dijo Nicolás a Isabel. Creo que es como un club, en el que se encuentran involucrados.

    Era la hora de almuerzo, el momento donde los colapsos mentales aturden a Fabián, sus demonios rondan su cabeza y comienzan el sudor, el malestar estomacal, las ganas de llorar. Vinicio le dio ánimos y Enrique completó la terapia diciéndole que todo era un proceso, que el pasado murió justo el día en el que el hoy, dijo presente. Hay cosas personales que no se pueden llevar a la ligera.

    - Yo le enseñé, pero no quiere aprender - dijo desde su silla, Evangeline, cuando le preguntaron a Fabián sobre su avance con unos archivos.
    - Si hubiera sido una muchacha bien sexy, la que me enseña, aprendo en una hora.

    Evangeline se colocó sus audífonos, no todos los días recibía un piropo de tal manera. El resto del día pasó normal, Amalia no quiso jugar videojuegos luego del almuerzo, tenía otros menesteres, y un temblor de 5,4 grados movió la ciudad, durante la tarde. Imaginé a Sandra, diciéndose a sí misma "¡quién me diera un temblor así!.
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  9. Veamos, mi segundo grupo, lo conforman Rebeca, Amalia, Enrique y Vinicio. Hubo una razón a la hora de seleccionar los grupos, el primer grupo lo conformaron aquellos que, a mi gusto, tienen más facilidad de análisis. Fabián vive un auto secuestro emocional, Sandra es la más sincera, no le da pena mostrarse como es, Donato es un vividor empedernido, e Isabel, disfruta de ver las locuras del resto, sin darse cuenta de que ella vive en la misma sintonía.

    - Con el respeto que se merecen todos, verdad, si es para algo bueno, cuentan conmigo – Amalia, se sincera, así como la veía.
    - Yo igual – primera vez que Enrique me dirige la palabra – sí siento, que a veces hace falta esto, unirnos como grupo, chiquillos.
    - Buenos días, yo – dice Rebeca – en lo que pueda ayudar, con mucho gusto.

    A ellos tres no los he tratado anteriormente, pero después de un rato de hablar, veo que los tres presentan características parecidas, ninguno de los tres cree necesario una charla psicológica, por eso la mesa redonda, así se sentirán más cómodos para hablar y es aquí donde necesito a Vinicio, porque él sí es paciente frecuente, y requiero que involuntariamente los conecte con el mundo donde en realidad están.

    - Ah, claro, resulta que el único loco de este grupo soy yo – dice Vinicio riendo.
    - Si usted lo dice, para qué vamos a negarlo – le dice Enrique.
    - Además, Vinicio – interfiere Amalia – usted es de los que “dicen en la oficina” que van en grupo al baño.
    - Aclaremos - dice ahora un poco serio – llevamos dos semanas de no ir juntos al baño.
    - Ya desconfiguraron el horario de sus vejigas – se ríe Rebeca.

    Tal vez no logre tratarlos por aparte, como quisiera, pero desde aquí, en grupo, puedo ver y descubrir un poco de cada uno de ellos, siendo así, me atrevería a empezar a asignarles, un tipo de personalidad, quedando de la siguiente manera, al menos en borrador:

    Amalia, Fabián: personas que tienen un fuerte sentido de la moralidad y el deber.
    Enrique, Isabel: personas que utilizan su razonamiento analítico para resolver problemas específicos.
    Sandra: persona alegre, espontánea y activa; le gusta tener el control.
    Rebeca: persona a la que le motivan los retos inteligentes y se mueve por la curiosidad.
    Vinicio, Donato: personas que buscan situaciones novedosas y estimulantes disfrutando el presente.

    Los resultados son para mi propio criterio y aunque profesional, no deben ser considerados como definitivos, todos tenemos la tendencia al cambio.
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  10. - Sí, sí, claro que le puedo ayudar con eso – me dijo Donato, mientras terminaba de escuchar mi propuesta.
    - Sería algo diferente, es más que todo para ver si podemos hacer una actividad que ellos vean bien – Donato es el scrum master de esta oficina caóticamente psiquiátrica.
    - ¿Ya tenés a los chicos que ocupás?
    - Sí, quiero a Enrique, Sandra, Vinicio, Amalia, Fabián, Rebeca e Isabel.
    - Yo podría ir también, así hace equipos de cuatro.

    Sí, tenés razón, perdón por el detalle. No conoces a Rebeca y a Isabel. Son dos chicas simpáticas, ávidas jugadoras de baloncesto, ambas jugaron incluso en la primera división en sus años universitarios, Rebeca tiene años de matrimonio y entre los pasillos la conocen como “Mrs. Vacations” nadie se explica cómo logra acumular tantos días de vacaciones, aunque en mis adentros creo saber la solución, nunca la verás sacando un solo día, siempre saca una semana entera, pero esa semana la ha ido acumulando, cuando junta otra semana de vacaciones vuelve a sacarla y va así, en tractos grandes y no a cuentagotas. Isabel, es un caso excepcional, he escuchado a varios decir que es un plato deseado, sin embargo, se ha resistido al matrimonio, aunque ha logrado establecer una relación seria y se le ve feliz, bien por ella.

    Mi primer grupo en mesa redonda lo conforman Sandra, Isabel, Fabián y Donato, y están sentados así: Donato frente a mí, a su izquierda están Sandra y luego Fabián, Isabel está a la derecha de Donato.

    - Yo en realidad, no creo ocupar un psicólogo, mi terapista es el baloncesto, pero bueno, me parece bien como para fomentar el trabajo en equipo – dice Isabel, con tono serio.
    - ¿Segura que no ocupa terapista? – le dice Sandra, riendo – aquí todos estamos un poco locos.
    - ¡Como debe ser! – le dice Isabel – y ambas sueltan una carcajada.
    - ¡Chicos, chicos! comportémonos, no hace falta que la doctora nos vea tan así – dice Donato un poco entre serio y cómico.
    - Aquí serio, no hay ninguno – tenía razón Fabián.

    Yo voy tomando notas de sus ademanes, de sus risas, platicando con ellos, un poco riendo también, hasta donde me sea posible de manera profesional.

    - Cuando uno está en una relación seria, ya no puede acordar mejengas de baloncesto como antes, hay que preguntarle al señor a ver si tiene algo planeado – no está casada, pero ya se va adecuando a una relación.
    - Lo que me parece – les dije luego de escuchar, un poco sobre ellos – es que son un grupo muy bueno, sí hay cosas que trabajar, en grupo, pero creo tener algo claro por dónde vamos.
    - Sí, sí – dice Donato – tampoco es que estamos tan mal – un silencio desolador y luego una risa que sigue a otra.
    - Voy a tener que confesarle esto al sacerdote.
    - ¡El juró! Invíteme a mí, si no pongo atención, por lo menos para ver qué tan guapo está el padre.

    Análisis del primer grupo: ¡Reprobado!, con fuerte tendencia al disparate. Esperemos el segundo grupo.
  11. No podía. De verdad era complicado. Lo había intentado decenas de veces, no importaba la hora, el resultado siempre era el mismo. El arroz terminaba medio crudo o quemado completamente, no es posible que exista gente que sea capaz de cocinar y no se le queme el arroz.

    Ni almuerzo me dio tiempo de llevar. Esta semana no consultaron mis estimulantes pacientes, tenían mucho trabajo o simplemente empiezan a ver la vida con otra perspectiva, perdón, reí sin querer de sólo pensar en esa alternativa. Desde aquí escucho a Vinicio discutir por los zapatos, empeñado en dejar claro que sus zapatos son unisex, cayó en la obsesión de querer tener la razón. Ayer mirando Facebook encontré un post que decía algo así como "era ser guapo, tener las piernas tonificadas o ser contador... y yo tengo las tres", fue inevitable acordarme de él, peinándose cada diez minutos; últimamente viene con botines, me pregunto dónde será el tope, porque temo que no sea en la oficina.

    Luego un silencio y salí por un snack, algo ligero y de paso, tratar de ver sus movimientos, sus cosas que los delatan. A Fabián lo enviaron a reacomodar sus comidas, evitar excesos, grasas. Lo logró. Por semana y media, pero lo logró, luego volvió a sus hábitos. Dice que la dieta balanceada no funciona, eso es para morirse de hambre y ayudar a que el estrés se manifieste. Por eso dejó la dieta y regresó al paraíso de la buena vida, los manjares, no todos, algunos se los ha negado porque Dios todo lo ve y el disfrute de Eva conduce por la autopista del Infierno con los dos pies en el acelerador. Es mejor morir solo que con la carga en el alma y el sudor en la carne.

    A este punto, debo decir, que estos dos, son mis casos más dramáticos, porque Sandra, Sandra no tiene remedio, si Dios todo lo ve, necesitará lentes bifocales con ella, que cada vez que llega el programador que está ayudando con los sistemas, le hace una revisión gradual de pies a cabeza, con medidas incluidas, imaginándolo en tantas poses, que ninguna revista para adultos las ha publicado jamás. Está decidida a casarse, pero es sabido que el matrimonio no quita los antojos, los multiplica, porque cuando se prueba un tipo de spaguetti, es necesario probar otro, para comparar las salsas y las formas de cocinarse. Por eso no lo veo llegando a las Bodas de Plata. Tampoco sé si yo llegaré algún día.

    Siempre dejo a Enrique para el final, pero es por su distancia, por su frialdad, por no haber tenido la confianza de llegar a liberar un poco del peso que lleva. Su mirada lo delata, pero no quiso hasta ahora darse el tiempo de respirar.

    Hay un chico nuevo, Nicolás, tal vez nos permita ahondar en él, la próxima vez que hablemos.

    Concluyo con una frase de mi amiga Amalia: “prefiero ser un payaso en este mundo de mimos”. Si es así, yo quiero ser Joseph Grimaldi o Marcel Marceau.
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  12. Abril 2020

    - Si me ayudas a sentirme bien, te doy un beso en la mejilla.
    - Y, ¿para qué quiero un beso en la mejilla?
    - Para que ese color rojo que tienes en la piel se sane.

    Comencé a llorar, por todo, porque me da miedo sentirme bien, me da pánico despertar un día y darme cuenta de que todos tenían razón, que yo nunca estuve enferma. Siempre que me preguntan cómo estoy, mi respuesta tarda en salir, me abrigo en este castillo helado que construí con tanto esmero y pongo un barquito de papel en la bañera, con tantos pensamientos, pero apenas cae la primera gota de agua, se moja y se desmorona.

    Claro que hubo un tiempo en el que fui feliz, en el que llegaba tarde los viernes, despertaba los sábados con total energía y los domingos eran un día de fiesta, de ponerme bonita, de vestirme con mis mejores trajes, mostrar algo de piel, atreverme a ser yo. Me prometí que, si supero esto bien, yo voy a ayudar a la gente que pasa por lo mismo y espero que alguien cuente mi historia, pero antes debo lograrlo, por mí.

    Cuando veo a las otras mujeres, me doy cuenta de que no tengo nada que ofrecer a un hombre, nadie tendría la vergüenza de fijarse en alguien como yo. Mis demonios han hecho un trabajo formidable conmigo, los felicito, lo que han logrado, no me lo imaginaba a mis quince, ni a mis veinte. Soy la sumisa que no consigue levantar la cabeza, la ansiedad es mi mejor amiga, mi cerebro, mi peor enemigo, sabe todas mis debilidades y sabe la manera exacta de elevarlas al cuadrado. A veces creo que nadie me notaría si yo fuera la última mujer en el planeta Tierra, si eso sucediera, el mundo entero se volvería homosexual. Lo mismo da el amor que un romance de una noche, ninguno de los dos es para mí, ninguno está preparado para convivir con Aldana y sus melancólicas personalidades.

    Mayo 2025, cinco años después.

    - ¿Aún me darías el beso en la mejilla?
    - No, ya no te lo daría, mi beso sería en la boca, con mi lengua rozando la tuya.
    - ¿Cómo hiciste?, ¿cómo te convertiste en la flor que nace cada cambio de estación?

    Aprendí a no escucharme, un día cuando mi mente me decía que iban a enterrarme, en vez de llorar, me di una bofetada. Entonces me miré, yo era hermosa, con esa seña de mis dedos en mi mejilla izquierda, era hermosa, con esos kilos de más, era una diva. Ese día me di el primer beso en la boca, frente al espejo, me besé por todos los besos que me había negado a mí misma, por eso, me negué a besarme la mejilla, yo me merecía un beso en la boca, yo merecía ser feliz.
    A José Valverde Yuste, Alde y ca_dcc les gusta esto.
  13. Una ducha fría y una taza de café. La forma perfecta de comenzar un sábado, actualizando mi disco duro interno, recordando mi primera sesión con Isela. Si mi madre se diera cuenta de que siendo psicóloga acudo donde una colega, para conversar sobre los pacientes de la empresa donde trabajo, me diría que es el colmo, que para ello debo tratar con mis propios demonios, pero hay cosas que escapan de mí.

    Porque veamos, recién me comunicaron que sigo yendo a laborar todas las semanas, por lo que creo que los analgésicos no van a ser suficientes, asumo el reto, para eso soy profesional, pero entre escuchar a estos chicos, el café sin azúcar y el brasier que me talla más de lo necesario, se me van complicando las maneras de ser.

    Empecemos por Sandra. La semana pasada mientras me lavaba los dientes en la batería de baño que está fuera de la oficina, me dijo, justo cuando entraba Isabel, que yo tenía la impresión de que ella era la más puta de la oficina, entre risas, continué lavando mis dientes, mientras que Isabel, la miraba y le daba su propio punto de vista. No quiero ahondar en el asunto, pero entre ella y Vinicio, me doy cuenta de que mis intentos por avanzar con ellos no prosperan. Ahora ambos tienen el mismo avatar en Slack, la aplicación que utilizan para sus reuniones laborales. Lo que me hace temer que terminen mezclando sus personalidades, si es que es posible que lo puedan hacer aún más.

    Vinicio no ha vuelto a traer sus tenis negros, se dio cuenta de que no existen zapatos unisex, como insiste en creérselo él mismo, o son de hombre o de mujer. Los dos fueron, junto con Enrique, al concierto de una artista reggaetonera, “La Bichota”, y yo pensé para mí, mi bichota es el lagunazo mental que me da cuando los martes termino mis sesiones allí. He notado que comienzo a reír compulsivamente y me da temor que sea contagioso ese pensamiento hilarante que llevan a mi consultorio.

    También tengo a Fabian, con su aire melancólico sobre amores que lo abordan y a los que desplaza para volver a centrarse en sus problemas emocionales, ocasionados por ese mundo que se ha creado para sí mismo. Se lo he dicho antes, esas aplicaciones para conseguir pareja, se fundamentan en el sexo, si no va por sexo, está jugando con las mujeres.

    Debí hacerle caso a mi intuición y ponerle un poco de vodka a este café, dicen que las penas con pan son menos, pero las jaquecas y los manicomios, con vodka son más llevaderos. Y necesito, con urgencia, programarme en la compra de lapiceros. Si voy a verlos cada semana, no hay tinta que soporte.
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  14. Con mucha emoción presento mi primer libro, en Amazon.

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  15. Mi mentalidad irracional estaba acabando conmigo, las presiones, las teorías alucinantes de exploraciones en mi interior que nunca terminaban solucionando nada, absolutamente nada. Así quise presentarme ese día, era el primero de muchos otros días siguientes que morarían en mis pasillos. Mis ángeles ya no solían pararse en mi hombro derecho a conversar. El pan que había sobre la mesa, mojado con un poco de miel y leche, no se me antojaba ya. Las ideas se distorsionaban, el camión recolector de basura provocaba demasiado ruido afuera, el radio del vecino a todo volumen, la llave de la ducha apenas abierta, goteando con paso melancólico.

    Entonces, cuando parece que nada podía salir bien, pude oír al cartero llamar desde la acera. Tan rápido como pude, me vestí, todavía sin peinar, abrí la puerta, tratando de abotonarme la camisa y cerrar el zipper de mi pantalón. Recogí la carta, llevaba días esperándola, por fin la tenía ahora en mis manos.

    “Trabajo hecho”. Eran las únicas dos palabras que estaban dentro del sobre, armadas de manera tosca con letras de viejos periódicos y un diente con algo de sangre, envuelto entre las letras. Con alegría, me senté en el corredor, entonces ahora, el ruido del camión era un solo de batería, el radio del vecino sonaba con una melodía encantadora, le di un saludo a la señora que siempre pasaba corriendo por mi casa a esa hora y a la que nunca le había dirigido una palabra en mi vida. Acto seguido fui a prepararme un café caliente, el otro ya estaba helado. Puse música e improvisando un baile para mí fui recorriendo completo el comedor. “Trabajo hecho”, el diente tenía su raíz completa, estaba sano, perfecto. El acto de magia iniciaba, el teléfono estaba sonando, Julia destrozada, contándome la manera en que habían hallado muertos a Elías y a su compañera de trabajo.

    A ella le habían arrebatado un diente, antes de dispararle, en un acto de puro salvajismo, a él, en cambio, le habían dado dos disparos en el pecho. Nadie se explicaba el origen de aquellos movimientos, siendo que Elías y Nadia, eran dos excelentes trabajadores y personas encomiables del círculo social.

    Yo tenía la respuesta. Elías era mi prometido, dentro de un mes celebraríamos la boda, Nadia era siete años menor, acababa de cumplir veinte, compañeros en el mismo departamento, tan íntimos, que un día mientras Elías se duchaba, se activó su teléfono y pude escuchar un mensaje de ella, invitándolo a hacer el amor otra vez, como la tarde anterior, porque nadie la había hecho sentir mujer como él.

    Asistí al funeral, con un vestido negro, llorando como desesperada frente a su ataúd, arañando la madera para que no lo separaran de mí. Pedí un minuto a solas con el féretro, y antes de que empezaran a cubrirlo con tierra, me pude despedir: “Ves, Elías, yo te amaba tanto, que, sin casarnos, estuve contigo hasta que la muerte nos separara”, y sin que nadie lo notara, hice lanzado el diente de Nadia en la misma fosa donde empezaban a meter el ataúd.
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